GRACIAS A TUS MALOS PADRES Richard Bach Traducción de Equipo Editorial de Ediciones B Título original: Thank your Wicked Parents Traducción: Equipo Editorial de Ediciones B 1.ª edición: abril, 2013 © Richard Bach, 2012 © Ediciones B, S. A., 2013 Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España) www.edicionesb.com Depósito Legal: ISBN DIGITAL: Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright , la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos. A los Malos Padres que han sido la causa de que la casa se redujera a pedazos. Porque sé que por cada cosa que se ha roto hallarás una bendición. Contenido
Prólogo Querido lector, sin duda eres intrépido por haber abierto este libro pese a que su título parece decir «¡Cuidado!».
La razón por la que has cometido esta locura es que ya es tiempo de recordar que no existe un desastre que no venga acompañado por una bendición. No, no existe. Aun cuando hayamos sido niños indefensos a merced de padres de los que no recibimos una pizca de afecto y que, al mismo tiempo que nos hostigaron con abusos y humillaciones, nos dejaron lecciones que no imaginaron. ¿Quién determina si el desastre que hemos sufrido constituye una bendición? Nosotros mismos. ¿Quién puede probar que es realmente así? Nosotros. Jamás. ¿Cómo lo conseguimos? Es simple y está dentro de nuestras posibilidades: basta con seguir el ejemplo de los niños que lo han hecho antes que nosotros. ¿Cómo lo conseguimos? Es simple y está dentro de nuestras posibilidades: basta con seguir el ejemplo de los niños que lo han hecho antes que nosotros.
Esto es: Elevando plegarias de gratitud, desafiantes, tenaces y continuas, hasta que el desastre se haya convertido en recuerdo. A veces diremos nuestras plegarias entre dientes, otras añadiremos una o dos maldiciones que nos harán sonreír ante nuestro coraje. Pero seguirán siendo plegarias, no pedidos temerosos sino afirmaciones triunfantes mientras nos vemos rodeados por el fuego. Aquí encontrarás algunas plegarias de gratitud —sin los improperios— que durante siglos han cambiado las vidas de quienes decidieron que no serían destruidos. Algunos padres nos vuelven locos, por ejemplo con sus juegos de palabras. Saben que «madre» significa «progenitor biológico» y al mismo tiempo «persona del sexo femenino que cuida, ama y protege a sus hijos».
Qué puede decir un hijo, entonces, cuando es azotado hasta la inconciencia por su madre biológica, que le grita: «¿Por qué no puedes amar a tu madre?» Vale la pena anotar una plegaria: «Gracias por tus azotes, que me hicieron comprender la riqueza de tu lenguaje.» Es probable que tus hijos te recuerden un día otras plegarias que no has considerado. Y bendice el día en que esta plegaria forme parte de las suyas: «Gracias por cuidarme cuando estaba indefenso y por hacerme ver siempre lo mejor de mí mismo, porque seré tu amigo para toda la vida.» R. B. Gracias por no tener en cuenta mi dolor, porque he aprendido a desprenderme de él. Gracias por derribarme, porque me has dado razones para volar. Gracias por hacer mi vida infeliz, porque me has enseñado que yo mismo creo mi propia infelicidad y mis propias alegrías. Gracias por hacer mi vida infeliz, porque me has enseñado que yo mismo creo mi propia infelicidad y mis propias alegrías.
Gracias por despreciar mi talento, porque he podido desarrollarlo siempre tal y como deseaba. Gracias por tratarme como si fuese basura, porque he logrado comprender que soy un diamante. Gracias por negarme, porque de ese modo he aprendido a aceptarme a mí mismo. Gracias por golpearme, porque nunca haré daño, ni a mí mismo ni a otros. Gracias por insultarme, porque así he aprendido a redefinirme con palabras más brillantes. Gracias por tratar de destrozar mis sueños y frustrar mis esperanzas, porque me has mostrado que no es tu opinión la que los hace válidos, sino la mía.
Gracias por no estar allí para mí... Ahora estoy aquí para mí mismo. Gracias por no protegerme, porque he aprendido a ponerme de pie sin ayuda. Gracias por no ser de fiar, porque de esa manera he aprendido que podía contar conmigo mismo. Gracias por ser mezquino, porque he aprendido a ser gentil. Gracias por presionarme para que profesara tu religión.
Al rechazarla he encontrado la mía. Gracias por odiarme, porque he aprendido a amar al que soy y a quien puedo llegar a ser. Gracias por avergonzarte de mí, porque he conseguido enorgullecerme de mí mismo. Gracias por abusar de mí, porque me trataré siempre con respeto. Gracias por abandonarme. Me he encontrado a mí mismo a lo largo del camino.
Gracias por despreciarme, porque ahora puedo honrar a la persona que he decidido ser. Gracias por ridiculizarme, porque ahora puedo valorar lo que sé de mí mismo. Gracias por desear que yo nunca hubiera nacido, porque valoro aún más mi preciosa vida. Gracias por que te molestara mi belleza. Ahora puedo compartirla con quienes la aprecian. Gracias por menospreciarme, porque he logrado encontrar la galaxia de mi verdadero ser.
Gracias por temer mi bondad interior, porque siempre podré amarla. Gracias por romper las promesas que me hiciste, porque así he aprendido a cumplir las que he hecho a otros. Gracias por decirme que nunca llegaré a nada, porque ahora soy libre de convertirme en lo que quiera. Gracias por ser la persona que nunca he deseado ser, porque me ha resultado más fácil convertirme en tu opuesto. Gracias por mentirme, porque de ese modo he aprendido a encontrar la verdad. Gracias por gritarme, porque hoy hablo con voz suave.
Gracias por mostrarme el caos, porque ahora valoro el orden.
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