Edward Bach - Los remedios florales
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- Libro:Los remedios florales
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1936
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El doctor Edward Bach fundó el método de sanación con las flores que ha ayudado a millones de personas en todo el mundo. Una obra que nos describe la fuerza curativa de las flores, ayudándonos a encontrarlas y comprenderlas en su entorno natural. Todas las enseñanzas sobre los remedios florales y el poder curativo de la naturaleza, junto a los más importantes consejos sobre la terapia y la forma de proceder ante la enfermedad, sea cual sea su origen o estado de la misma.
Edward Bach
Escritos y conferencias
ePub r1.0
Vladimiro12.10.13
Títulos originales: Blüten die heilen/Die heilende natur
Edward Bach, 1936
Traducción: Elena Meliveo, Edgar Knerr, Eduardo Knörr
Retoque de portada: Vladimiro
Editor digital: Vladimiro
ePub base r1.0
Esta tarde os comunico una noticia maravillosa que, quizás, parezca casi increíble, pero que, sin embargo, es la verdad y que debe proporcionar muchísima esperanza y consuelo.
La noticia es la siguiente: La enfermedad es curable.
Con la ayuda de las plantas medicinales de las que hoy quiero hablar, no hay ya lugar para esas enfermedades normales que se conocen en este país y que, hasta ahora, no han podido ser curadas.
Cientos y miles de personas que padecen enfermedades, que tienen molestias, y que creen que tendrán que vivir con ellas el resto de sus días, pueden sanarse.
INTRODUCCIÓN
Esta tarde no quiero intentar comunicarles detalles sobre las maravillosas plantas medicinales, que son el tema de esta conferencia. Toda esa información la pueden extraer del libro.
Los principios básicos son los siguientes:
1. No es imprescindible en absoluto el poseer conocimientos médicos.
2. La enfermedad en sí no tiene ningún significado.
3. El espíritu es la parte más sensible de nuestro cuerpo y, por eso, el mejor indicador para averiguar cuál es el remedio que se precisa.
4. Por eso, sólo se tiene en cuenta la manera de reaccionar ante la enfermedad por parte del paciente, y no la enfermedad misma.
5. Por este motivo, el miedo, la depresión, la duda, la desesperación, la excitación, el deseo de estar en compañía o de estar solo, así como la imposibilidad de tomar una decisión, constituyen el verdadero guía que nos aporta la información sobre la manera en que el enfermo está influenciado por su enfermedad, así como sobre el remedio a emplear.
No hay necesidad de informarles más acerca de las maravillosas propiedades curativas de estos remedios, basta con decir les que miles de personas han sanado cuando ya no esperaban nada más que una enfermedad que duraría toda su vida. Interminables casos han sanado rápidamente de una enfermedad normal, y otros tanto han evitado una enfermedad ya en sus primeros estadios.
Además, estas plantas medicinales son tan famosas que no solamente se emplean en Gran Bretaña, sino también en la mayoría de los países del mundo.
El principio de la curación empleando este método es tan sencillo que casi todo el mundo puede comprenderlo, e incluso las plantas pueden ser recolectadas y preparadas por uno mismo.
SEGUNDA PARTE
Hermanos, nos han enseñado que en nosotros vive un principio vivo e inmortal.
Durante todos los siglos de la historia de la humanidad, el hombre ha creído que en él mismo existe algo más grande y más maravilloso que el propio cuerpo, que va más allá de la muerte. Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha tenido eso en su mente.
Todos nosotros somos conscientes de que no solamente nuestro cuerpo es el causante de nuestras dificultades. Nosotros no decimos: «Mi cuerpo está preocupado, o tiene miedo o está deprimido» sino más bien: «Estoy preocupado, o tengo miedo, o estoy deprimido». Igualmente, no decimos: «Mi mano tiene dolor», sino más bien: «Mi mano me duele».
Si únicamente fuésemos nuestro cuerpo, nuestra vida no consistiría en otra cosa más que en satisfacer nuestros propios intereses y en aspirar a nuestro propio beneficio. Únicamente estaríamos preocupados por nuestro propio bienestar y por la satisfacción de nuestras necesidades.
Todo esto no es el caso. Cada sonrisa amistosa, cada pensamiento bien intencionado y cada actitud positiva, cada hecho que se deriva del amor o compasión con los otros, demuestra que en nosotros existe algo más grande que no podemos captar con la vista. Llevamos dentro una llama de divinidad, y en nosotros vive un principio vivo e inmortal.
Y cuanto más brille esa llama divina dentro de nosotros, tanto más irradia nuestra vida su compasión y su amor, tanto más seremos amados por nuestros semejantes que extenderán su dedo hacia nosotros diciendo: «Por ahí va un hombre casi divino».
Además, la cantidad de paz, de fortuna, de alegría, de salud y de bienestar que experimentamos en nuestra vida depende de la medida en la que la llama divina pueda entrar y brillar en nuestra existencia.
Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha dedicado especial atención a dos grandes fuentes de la sanación: su Creador y las plantas medicinales de la naturaleza que su Creador ha puesto ahí para proporcionar alivio al que padece.
Sin embargo, por lo menos una verdad fue olvidada, la verdad de que las plantas medicinales de la naturaleza que han sido creadas para sanar trayéndonos el consuelo, calmándonos, llevándose nuestras preocupaciones y nuestros miedos, nos acercan a divinidad a nuestro interior y, al residir ese aumento de la divinidad en nosotros nos sanan.
Es un pensamiento maravillosos, pero es la absoluta realidad el que determinadas plantas medicinales, al expandir el consuelo en nosotros, nos acercan a la divinidad. Eso se manifiesta siempre de nuevo al comprobar que los enfermos no sólo son sanados de su enfermedad, sino que con esta recuperación también recobran paz, esperanza, alegría y compasión en su vida. O, si esas cualidades ya estaban presentes, se fortalecen muchísimo más.
Por eso, durante la curación con estas plantas medicinales, en el cuerpo se observa, en pequeños pasos, que la ayuda que ellas nos proporcionan no sólo logran curar el cuerpo, sino que también aportan las características de la divinidad a nuestra vida y a nuestro carácter.
De aquí que durante este tratamiento con las plantas medicinales se puede observar lo que en nuestro cuerpo nunca ha estado en orden, ya que todo lo que buscamos son aquellas características del que padece, que se encuentran en desarmonía con la fuente de la paz en su alma.
Es por este motivo por lo que se ignoran los síntomas habituales del padecimiento, concentrándonos, exclusivamente, en otros aspectos, tales como depresión, impaciencia, preocupación, temor, incapacidad de tomar una decisión, miedo, duda, intolerancia, desprecio, etcétera. Todas estas características que no se encuentran en la calma, la seguridad y la compasión de nuestro yo interno.
Y así como todas esas características negativas desaparecen a través del tratamiento con estas plantas medicinales divinas, el cuerpo se recupera de nuevo con su desaparición, independientemente de la enfermedad de que se trate.
Parece ser así, como si en esta gigantesca civilización de hoy en día, una civilización con grandes dosis de estrés y de tensión, la perturbación interna se hubiera hecho tan fuerte que nos encontramos muy alejados de la verdadera fuente de la sanación, de nuestra divinidad. Sin embargo, nuestro Creador, que conoce todas estas cosas, tuvo compasión de nosotros y, en su eterna bondad, nos proporcionó un medio para sanar nuestras enfermedades hasta que vuelva el tiempo o sean restablecidas las circunstancias que hagan posible la restauración de los verdaderos y directos remedios curativos.
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