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los niños y niñas
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Azala:
Aldundia
de Bizkaia
Kultura Saila
Departamento de Cultura
Departamento de Cultura
Kultura Saila
de Bizkaia
Aldundia
Portada:
Estudio de Diseño gráfico de
Diputación Foral
Bizkaiko Foru
la Facultad de CC. SS. y de
la Comunicación de la UPV
EHU.
Ilustraciones: Gabriel Otalora
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dejad que
los niños y niñas
jueguen
Entrenamiento integral y comunicación positiva Gotzon Toral Madariaga
Angel Vicente Tapia
Irene García Ureta
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A Julen, Agueda, Maialen, Eneritz, Laida y
Pello, para que no pierdan nunca las ganas
de jugar
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INTRODUCCIÓN
Una de las leyes más celebradas de Murphy sostiene que la cantidad de inteligencia en el planeta permanece estable mientras la población aumenta sin parar. No se sabe que su afición al fútbol inspirase tanta ironía, pero muy bien pudiera serlo.También las cuentas de este deporte están por las nubes, a pesar de que no abundan en inteligencia: nunca hubo tantos encuentros de fútbol, ni tantos millones en juego, sin embargo, existen serias dudas de que haya mejorado la calidad del servicio.
Es un bostezo interminable ver partidos y más partidos donde, en lugar de jugar, ambos equipos se afanan por acabar con toda posibilidad de juego.
Por lo demás, a la hora de explicar cualquier situación, en vez de estrujarse el magín en busca de argumentos más sólidos, la gente se cierra en banda: fútbol es fútbol, y se quedan tan anchos. Así que una de dos, o todo el mundo sabe de esto, pero se lo guarda como oro en paño, o es muy poco lo que se conoce y ¡oiga! ¿para qué más?
Haga la prueba: intente explicarle a un amigo que va a escribir un libro acerca del fútbol –no cometa la imprudencia de añadir que se refiere al fútbol invisible, las categorías inferiores del fútbol base–. De primeras observará que le mira raro. Quizá piense usted que no confía en su competencia sobre la materia.Tampoco es eso: si su amigo es medianamente futbolero, enseguida le dará el golpe de gracia: ¡pero si está todo inventado!.
No hay noticia de otro gremio o deporte –excepción hecha de las loterías, pero ni por esas– tan poco dado a hacerse un chequeo a fondo para conocer su estado de ánimo, y prepararse para lo que venga. Aquí el que sabe sabe, y todo de un día para otro. Una chapuza, para entendernos. Esta resistencia a la innovación, combinada con la práctica ausencia de planificación nos ha dejado a merced de los hábitos más rancios: ¡Que inventen ellos! y, claro, así nos luce el pelo: a verlas venir, y pasar de largo.
Ahora mismo, el pelotazo del fútbol ha alcanzado proporciones sidera-les. Cuando hay tanto dinero rápido por medio, a la vez que la codicia, se mete el susto en el cuerpo. Es tal la racanería de los equipos que, en lugar de echarse hacia delante, juegan con la mirada puesta en el retrovisor. El miedo a perder borra del campo la ilusión de ganar. El deporte más popular del mundo se pone en venta y obtiene una promesa de rendimiento ilimitado a costa de renunciar al fútbol, librándose del buen juego.
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Pues bien, arrinconadas en la cara oculta de este planeta del fútbol están las categorías inferiores, donde bulle la imaginación y el juego más prometedor de muchísimos niños y de un número creciente de niñas que disfrutan del buen juego. Con tiempo para madurar y, todo hay que decirlo, una falta de liquidez enorme que debería mantenerles a salvo de las ambiciones de los adultos.
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Pero ni por esas. También este panorama cambia a ojos vista: la impaciencia del fútbol profesional ha alcanzado la orilla misma de la infancia. La quinta del biberón –integrada por criaturas en edad escolar– trata por todos los medios de imitar a sus mayores practicando un fútbol de adultos en minia-tura, lo que no deja de ser una metedura de pata. ¿Cuándo van a jugar y pasarlo bien? Si no se divierten, ¿cuánto tiempo aguantarán una faena tan exigente?
En las ciudades hoy es imposible el juego libre en la calle. Con menos espacios públicos, muchas más opciones a su alcance, y estilos de vida más sedentarios, entrenan bajo la disciplina de equipos escolares o de barrio, donde un ejército de voluntarios enseñan lo que pueden. La fiebre del fútbol extiende una nueva modalidad de escuelas privadas, a donde acuden los críos desde bien pequeños, como quien va a una academia de inglés a labrarse un porvenir.
Funcionan a toda máquina con el fin de prepararles para un futuro más competitivo: ¡no hay tiempo que perder! Tanta obsesión por la inmediata puesta a punto acaba de un plumazo con el juego y la diversión.Y los resultados hay que ponerlos en cuarentena: ¿les estamos preparando para que sean adultos de provecho, o estamos arruinando su infancia? Desde el título de este libro, los autores hacen suya la misma inquietud de la Asociación Let the chil-dren play: se les está negando el más elemental derecho a jugar, y a ser niños.
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