¿Qué es la web profunda (deep web) o red oscura (dark net)? ¿Hay que tenerles miedo? ¿Es, acaso, como pasear por los bajos fondos de una ciudad? ¿Hemos de cuidar nuestra confianza en la red?
No solemos pararnos a pensar cómo funciona un motor de búsqueda de Internet y, precisamente, en su manera de actuar se encuentra su punto débil: la araña. Por mucho que se esfuerce el robot, hay lugares a los que no es capaz de llegar porque no está diseñado para ello. Y de esa red oscura a la que no puede acceder solo es visible el uno por ciento, el resto está escondido, como si de un iceberg se tratara.
Negocios ilegales, tráfico de armas y de productos, muertes retransmitidas, pornografía infantil… conforman el lado negativo de Internet; un pozo sin fondo que se abre desde nuestras pantallas. El autor de este libro, miembro del Cuerpo Nacional de Policía, que lleva desde 2004 trabajando en la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT), nos explica con notable claridad cómo persiguen sin tregua y sacan a la luz los delitos de ese universo desconocido de la red.
Eduardo Casas Herrer
La red oscura
En las sombras de internet
ePub r1.0
XcUiDi 31.08.17
Título original: La red oscura
Eduardo Casas Herrer, 2017
Editor digital: XcUiDi
ePub base r1.2
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A los investigadores tecnológicos de la Policía Nacional
de ahora y de ayer.
AGRADECIMIENTOS
U n libro como este no es posible sin la ayuda desinteresada de un montón de gente, algunas de las cuales no han querido que las nombre, en especial compañeros de profesión.
Tengo que agradecer a Cruz Morcillo, periodista y amiga desde hace ya tantos años, que pensase en mí cuando este proyecto apareció por las mentes de la editorial. Le debo mucho, porque sin ella nada de esto habría sido posible. También envío un abrazo a Dani Montero, periodista, por aconsejarme, acompañarme y guiarme en todo este proceso, que ha hecho sencillo algo que no lo era.
Y, por supuesto, a mis editoras, Ymelda Navajo y Mónica Liberman, de La Esfera de los Libros. Si Cruz y Dani les hablaron de mí, ellas decidieron confiar y darme esta oportunidad única. Además, han respetado con notable estoicismo mis plazos y mi lentitud al darle a la tecla y sin apenas mandar matones a mi casa a indicarme que tal vez debiera acelerar el ritmo.
Les debo unas cervezas a mis amigos Leticia Jiménez y Carlos Berbell, por su ayuda ante mis dudas generales sobre lo que representa un libro de divulgación.
Un inmenso abrazo a mi amigo Juan Luis Chulilla, antropólogo y socio de la empresa de etnografía industrial Online and Offline S. L., además de colega en el foro de Defensa www.portierramaryaire.com, por su asistencia en el capítulo 3, al ayudarme a comprender la complejidad de Oriente Medio.
Irene Izquierdo, amiga desde hace media vida y mi ingeniera química de cabecera, me enseñó muchas cosas sobre centrifugadoras y gases pesados.
El inspector Javier Sánchez me explicó varios detalles sobre los negocios ilegales de Internet y cómo los delincuentes son también vulnerables en TOR, no en vano su grupo de Seguridad Lógica de la UIT ha detenido a varios.
Javier Izquierdo, un viejo amigo y mi economista de cabecera, me dio unas cuantas lecciones sobre términos de su especialidad, con los que logré comprender lo suficiente sobre cómo funcionan las monedas virtuales y lo que es el mercado.
El inspector y amigo Daniel Zarza me echó un cable con las estafas, desde el phishing hasta el pharming, pasando por todas las variantes imaginables, y me explicó una mínima parte de su amplia experiencia de campo.
Lorenzo Martínez, uno de los mayores expertos en seguridad informática en España y cabeza visible de la empresa Securízame, amigo desde que nos encontramos en una reunión de blogueros a la que me habían enviado mis jefes para representar a la BIT, me ayudó mucho sobre su complicado mundo, en el que hackers y delincuentes comparten espacio y técnicas con las que un simple mortal no sabe ni cómo empezar.
Pero si a alguien hay que agradecer que este proyecto haya llegado a buen puerto es al inspector David Sanz, amigo íntimo desde que vivíamos en Zaragoza y parábamos por la librería SaGa. Me ha enseñado un montón sobre sicarios, medicinas ilegales y suicidas, campos en los que trabajó con éxito durante años, consiguiendo resultados que sorprenden dados los medios disponibles entonces y que solo se podían compensar con mucho trabajo. Pero es que, además, se ha leído todos los capítulos, los ha corregido, me ha aconsejado y sugerido y ha sido la mano amiga cercana que nunca ha fallado. Gracias de corazón, David. Tú vales mucho.
Y no puedo cerrar el capítulo de agradecimientos sin mandarle un beso a Jéssica Camino, mi pareja, la que ha insistido cuando me veía procrastinar, la que empujaba cuando algún tema se me hacía espinoso o cuesta arriba, la que siempre confía en mí, no importa lo que ocurra. Te quiero, pequeña.
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INTERNET PROFUNDA.
¿QUÉ DEMONIOS ES ESO?
W arren Bulmer es un hombre grande, de casi dos metros, pelirrojo, que luce una cuidada barba. Llega a su despacho y cruza un cartel que advierte: «A partir de este punto puede usted encontrar imágenes desagradables en los monitores». Saluda a sus colegas y a su jefe, Paul Gillespie. Tras los formulismos de rigor y dejar colgada la americana en una percha, se sienta ante su ordenador con cuidado de que la corbata no acabe sobre el teclado. Es febrero de 2005 y acaba de iniciar su jornada en la Sección de Explotación Sexual de Menores de la Policía de Toronto (Canadá). Hace unos días encontró online a un pedófilo y va a continuar hablando con él. Sabe que es un tipo muy metido en las cloacas de Internet y que tiene información valiosa, por lo que merece la pena continuar exprimiéndolo. Poco podía imaginar que aquel día recibiría una imagen que daría inicio al caso más importante de su carrera, un niño vestido con una camiseta a rayas que sostiene en sus manos un teclado Logitech para ordenador, un modelo que solo se vendió en España y que daría origen a la Operación Kova en la que se detuvo en nuestro país al peligroso Álvaro Iglesias, Nanysex, y a su banda, formada por el leridano Eduardo Sánchez, Todd, y el orensano José Gómez, Aza, especializados en el abuso sexual de bebés y que hoy se encuentran condenados a entre ocho y cuarenta y cuatro años de prisión. El cuarto miembro, el murciano Antonio Olmos, solo fue condenado a tres años al ser su única misión distribuir en Internet lo que los otros producían.
Sin embargo, mientras en España todos estos individuos eran detenidos por la Brigada de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional, los esfuerzos de Warren Bulmer en Canadá no iban a servir para identificar a su involuntario confidente, porque lo había conocido y hablaban a través de un sistema que impedía, a priori, rastrear las conexiones, denominado Freenet, un recurso muy útil para aquellos que quieren ocultarse de la acción de la justicia, popular en aquella época, sobre todo entre terroristas y violadores de menores.