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A James, Kristine, Sajid, Sal, Sydney y Gideon.
Hicieron este libro realidad. Gracias.
Contenido
Casi no publico Ámate como si tu vida dependiera de ello. Aquí estaba yo, un CEO tras el fracaso de su compañía, escribiendo un libro sobre cómo el amor propio lo salvó. Pensé que sería un hazmerreír y que mi carrera profesional habría llegado a su fin, pero superé mis miedos y compartí mi verdad con el mundo. Lo que sucedió después cambió el curso de mi vida.
El libro se volvió viral. Personas increíbles lo compartieron en línea y en las redes. Escribieron reseñas sinceras. Compraron ejemplares para sus familiares y amigos. Este libro les salvó la vida a algunos. A otros les enseñó cómo amarse por primera vez.
Muchos lectores se acercaron y me explicaron cómo habían aplicado estas enseñanzas a sus vidas. Me hicieron preguntas. Todo ello me mostró que, a pesar del éxito del libro, no había hecho lo suficiente. Para que los efectos durasen, tenía que profundizar e ir más allá. Se lo debía a este libro; se lo debía a los lectores.
Entonces, siete años después de que lo publiqué por primera vez, aquí está. Todas las preguntas que recibí, resueltas. Mi intención es que cuando termines no sólo te comprometas a amarte a ti mismo, sino que también sepas exactamente cómo hacerlo. Y lo más importante, cómo hacer que dure.
La primera parte, «La promesa», es la versión original, expandida, lo que desearía que alguien me dijera cuando había tocado fondo. Sin pelusa, sin tonterías. Sencillamente la práctica verdad. Puedes leerlo y transformar tu vida.
La segunda parte, «El manual», es nueva. Presenta el proceso que he perfeccionado a lo largo de los años para amarme a mí mismo. Luego te muestra cómo llevarlo al siguiente nivel. Todo aquí es fácil y efectivo. En pocas palabras, es una guía paso a paso sobre cómo amarte a ti mismo. Otra cosa que desearía que alguien me hubiera dado.
La tercera parte, «La lección», también es nueva: es un registro de un momento en que caí duro. Revela cómo apliqué todo lo que contiene este libro para sanar y luego levantarme. Verás mi viaje interno y externo, lo que hice bien y los errores que cometí. Como a menudo aprendemos mejor de las historias, experimentar mi transformación te ayudará a crear la tuya.
Separo mi vida en un antes y un después de jurar amarme. No se me ocurre una mejor manera de vivir. Por favor inténtalo. Porque funciona.
En diciembre de 2011, participé en Renaissance Weekend en Charleston, Carolina del Sur. No es lo que piensas: allí no hay caballeros ni bellas doncellas. Se trata de una conferencia a la que asistieron los CEO de Silicon Valley y Nueva York, arquetipos de Hollywood de Los Ángeles, políticos y su personal de Washington D.C. Es como las charlas TED, pero todos están asignados a participar en paneles o dar un discurso. En el formulario de ingreso se preguntó cuáles premios habíamos ganado y qué reconocimientos habíamos recibido, como por ejemplo, mencionaba el Premio Nobel. Increíble.
No tengo premios de los que hablar. O pedigrí. En mi tarjeta de presentación no aparecen los nombres «Goldman Sachs» ni «Morgan Stanley». Cuando el fundador del evento me presentó a la audiencia en una charla que di (el tema que se me asignó, «Si pudiera hacer cualquier cosa...»), dijo: «Kamal no puede quedarse quieto. Ya sea como soldado de infantería en el Ejército de los EE. UU., escalando el Himalaya o caminando por España en una peregrinación legendaria, siempre se está moviendo».
Me había investigado. No recuerdo el resto de las cosas que dijo, pero recuerdo que su última frase fue: «Estoy seguro de que tendrá algo interesante para compartir con nosotros».
Tenía exactamente dos minutos para ponerme frente a un podio y dirigirme a una audiencia de científicos, funcionarios del Pentágono, políticos y directores ejecutivos, todos mucho más calificados que yo para hablar sobre casi cualquier cosa. El orador que había presentado antes que yo había sido la persona más joven en graduarse del MIT. Con todos los honores, por supuesto.
Es interesante lo que pasa por tu mente en momentos como éstos. El tiempo se ralentiza, sí. Pero eso es casi un cliché. Sólo están el podio y el micrófono. Das un paso adelante. El público se vuelve borroso, como si se perdiera el foco. El reloj comienza a correr.
Y luego supe que hacer. Ofrecería algo que nadie más podría ofrecer. Mi verdad. Algo que aprendí puramente de mi experiencia, algo que me salvó. El público vuelve a entrar en foco. «Si pudiera hacer cualquier cosa», dije al micrófono, «compartiría el secreto de la vida con el mundo». Las risas se manifestaron en la audiencia. «Y lo descubrí hace unos meses».
Durante los siguientes dos minutos, hablé sobre el verano anterior, cuando había estado muy enfermo, prácticamente reposando en cama. La compañía que construí desde cero hacía cuatro años había fracasado, acababa de pasar por una ruptura amorosa y una amiga que amaba había muerto repentinamente.
«Decir que estaba deprimido», dije, «era como tener el lujo de decir que había tenido un buen día». Les conté sobre la noche en que me quedé despierto hasta tarde, navegando por Facebook, mirando fotos de mi amiga que había fallecido, y estaba llorando, miserable, echándola de menos. Les dije que me desperté a la mañana siguiente, que no quería seguir soportándolo; sobre la promesa que hice y cómo cambió todo. A los pocos días comencé a mejorar. Física, emocionalmente. Pero lo que me sorprendió fue que la vida mejoró por sí sola. En un mes, mi vida se había transformado. La única constante es la promesa que me hice y cómo la cumplí.
Después, y durante el resto de la conferencia, las personas se presentaron individualmente y me dijeron cuánto significaba para ellos lo que había compartido. Una mujer me dijo que sentada en la audiencia, escuchándome, se había dado cuenta de que ésa era la razón por la que había venido. Y lo único que había hecho era compartir una verdad que aprendí.
Un mes después, un amigo estaba pasando por un momento difícil, así que rápidamente escribí lo que había hecho ese verano y se lo envié. Lo ayudó mucho. Meses después, lo compartí en un correo electrónico con James Altucher, un querido amigo y mi bloguero favorito. Respondió, ofreciéndome presentarlo como una publicación de invitados en su blog.
Naturalmente, me negué.
A decir verdad, entré en pánico. Muchos de mis amigos leen su blog. Soy emprendedor en Silicon Valley; está bien escribir sobre startups. ¿Pero estas cosas? «Tienes que hacerlo», respondió James. «Éste es el único mensaje que vale la pena». Compartí mi miedo con él: ¿qué pensaría la gente? Su respuesta, algo que nunca olvidaré y que siempre agradeceré: «Hoy en día no escribo publicaciones a menos que me preocupe lo que la gente piense de mí».
Así que hice un trato con él. Había tomado notas sobre lo que había aprendido, la práctica, en qué cosas había tenido éxito y en cuáles había fracasado. Las juntaría todas en un libro y lo enviaría. Si le gustaba, podía publicarlo.
Y así es como terminamos aquí.
De amarte a ti mismo. Lo mismo que tu madre te ha dicho, lo mismo que los libros de autoayuda repiten suficientes veces para que ya sea un cliché. Pero hay una diferencia. No es sólo un dicho. No es algo que se dice por decir para que luego sea olvidado. Es algo que aprendí de mí mismo, algo que creo que me salvó. Y, aún mejor, es la manera en que me dediqué a hacerlo. La mayor parte de lo que hice es tan sencillo que podría ser considerado una tontería. Pero en la sencillez yace la verdad. En la sencillez yace el poder.