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Francisco López-Seivane - Cosas que aprendí de Oriente

Aquí puedes leer online Francisco López-Seivane - Cosas que aprendí de Oriente texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2005, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Francisco López-Seivane Cosas que aprendí de Oriente

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Una obra original y valiente que resume las lecciones aprendidas por el autor cuando, siendo un joven buscador, decidió un día sumergirse, de la mano de un gurú, en el estudio y la práctica de las filosofías orientales. Lejos de los estereotipados libros de autoayuda, estas páginas llenas de sabiduría constituyen una revisión crítica de los conceptos más trascendentales de la vida —Dios, el amor, el sexo, las emociones, la voluntad…— llevada a cabo desde una óptica sorprendente y, en cierto modo, revolucionaria.

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Francisco López-Seivane

Cosas que aprendí de Oriente

ePub r1.0

victordg 07.11.14

Título original: Cosas que aprendí de Oriente

Francisco López-Seivane, 2005

Cubierta: Fernando Chiralt

Fotografía de Cubierta: Francisco López-Seivane

Retoque de cubierta: victordg

Editor digital: victordg

ePub base r1.2

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FRANCISCO LÓPEZ-SEIVANE, es conocido por sus libros y artículos de viajes que también poseen cierta parte de autoayuda. Francisco nació en Barruelo en la montaña palentina. Esto le curtió de por vida, los duros inviernos aislado en la nieve, la convivencia con los mineros, la vida austera tradicional… La única salida al exterior era el acompañamiento para repartir pan por los pueblos con el panadero que tiraba de una tartana llevada por un caballo. De ahí le nació un espíritu nómada que Francisco no ha abandonado hasta ahora y le ha llevado a viajar continuamente por Europa, Asia, América y África.

Recopila una selección de los muchos artículos escritos en el libro Crónicas de un nómada, con el subtítulo de: La honda mirada de un viajero de vuelta.

López Seivane es un colaborador habitual del diario El Mundo y de entre su obra habría que destacar títulos como Viaje al silencio o Cosas que aprendí de Oriente.

Difícil de clasificar intelectualmente al haberse formado de espaldas al academicismo, Francisco López-Seivane es un hombre de múltiples facetas y talentos, dotado de una mente prodigiosamente lúcida que busca siempre expresarse con una sola voz, la propia.

Profundo conocedor de las sabidurías orientales, ha dedicado parte de su vida a difundir por el mundo técnicas de desarrollo humano. Inspirador y alma desde hace más de tres décadas de las famosas «Vacaciones Inteligentes», fue uno de los pioneros en la introducción del Yoga en España y creador de un método de probada eficacia para aprender a «Vivir sin estrés».

Viajero infatigable y gran comunicador, su voz se ha dejado oír en foros tan prestigiosos como la Universidad Rice, de Houston o la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.

Como escritor posee un estilo ágil, directo, seguro y personal, revelador de una mente penetrante y bien armada.

Cosas que aprendí de Oriente, su quinto libro, es una obra valiente, crítica, didáctica y estimulante, que induce a la reflexión e invita a ser releída. Está escrita «con amor airado» y, como apunta Arrabal, nos muestra el mundo seivanamente.

Dios

E L TODO Y LA NADA. El principio y el fin. El alfa y el omega. Lo absoluto. Lo innombrable. Lo inefable. Se dice que hablar de Dios es limitarlo, sin embargo siglos de teología no han cesado de marear la perdiz y definir hasta el detalle Sus intenciones, Su sentido del bien y del mal, Su implacable justicia que condena a las llamas eternas a los aviesos pecadores, la asombrosa encarnación de Su hijo en la tierra para ¿salvarnos?… ¡Qué hermosas metáforas manoseadas muchas veces por fanáticos irredentos, ignorantes, manipuladores y neuróticos ebrios de poder!

Admitámoslo sin ambages: si la propia vida ya es un misterio, su génesis y desenlace quedan muy lejos del alcance de la comprensión humana. La pregunta que más temo, la que me he visto obligado a escuchar cientos de veces, la que siempre me deja perplejo es: «¿cree usted en Dios?». ¿Qué entenderá mi interlocutor por Dios?, me pregunto de inmediato. Aunque se nos ha dicho hasta la saciedad que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, yo me inclino a pensar que es el hombre quien crea a Dios a su propia imagen y conveniencia. Cada uno alberga la idea del Dios que le conviene… o que le han enseñado. Ciertamente, en ese Dios no creo como realidad absoluta. Pero ¿cómo expresarlo sin ofender la sensibilidad del otro, sin parecer soberbio? ¿Cómo dar a entender que no concibo reducir la grandeza del misterio más insondable del universo a un simple cliché infantiloide y estereotipado?

El hinduismo enseña a relativizar el concepto de lo divino. Considera esa religión que Brahman, lo Absoluto, está fuera del alcance de la comprensión humana y no vale la pena molestarse en tratar de entenderlo. Su admirable cosmogonía dispone, sin embargo, de una figura mucho más asequible, Ishwara, el dios personal, dotado de forma y cualidades. Alguien más próximo al hombre, en quien éste puede pensar, a quien puede amar y con el que es posible establecer una relación devocional. En el panteón hindú hay tantas personalidades divinas como se quiera: Brahma, Vishnu, Siva, Rama, Durga, Krishna, Lakshmi, Párvati…, cada una con sus características, cualidades, simbolismo y biografía. Allí, todo el mundo encuentra el dios que necesita, pero nadie se engaña. Son conscientes de que ese dios es sólo una referencia útil, ya que la esencia es inaprensible. Para ellos, Ishwara viene a ser algo así como un mapa que orienta, pero que no es el terreno.

Las religiones modernas, como el cristianismo, han copiado la figura de Ishwara ignorando la metáfora. El resultado no ha podido ser más patético. Veinte siglos después de Cristo aún andan los teólogos enredados en explicar el misterio de la Santísima Trinidad y la naturaleza de las distintas Personas que la componen. No hay mayor inmadurez que interpretar la metáfora religiosa como un hecho real. He ahí la esencia de la ignorancia y el fanatismo.

Quizá sorprenda a los desavisados saber que el hinduismo no es una religión propiamente dicha, sino un cúmulo de religiones y maneras distintas de entender a Dios. Los principios comunes son mínimos. No existen dogmas. Cualquier nuevo sistema de pensamiento es prontamente aceptado. El énfasis no está nunca en detentar una verdad rígida y excluyente. Por el contrario, la tolerancia es la característica universal. Parten del principio de que la idea que cada uno tiene de Dios es la que corresponde al grado de evolución y desarrollo de su mente. Así, hay quien ve la divinidad en el sol o en una piedra. A ellos dedican ceremonias y adoraciones. Para otros, el dios supremo es Krishna, nacido de una madre virgen para salvar al mundo. Y aún Krishna adopta, para satisfacer a todos, distintas personalidades. Las mujeres con instinto maternal le identifican con el niño-dios que jugaba con las gopis en Vrindavan. Otros, como Arjuna en el Bhagavad Guita, encuentran más apropiada la personalidad del dios-amigo. Hay quien prefiere la imagen protectora del dios-padre, o la figura maternal de Párvati, esposa de Siva. Los más simples viven esta relación con lo divino con total aceptación, sin hacerse preguntas. A medida que las luces de la razón se van abriendo camino en sus mentes, aparecen figuras más sofisticadas hasta alcanzar la lucidez vedántica de la

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