Antes de iniciar un proyecto para un cliente, lo primero que hacen los interioristas o estilistas profesionales es un análisis de las necesidades. Como los muebles que van a escoger no son para ellos, tienen que hacerse una imagen de las personas que van a vivir allí. ¿Qué estilo de vida llevan? ¿Qué necesidades prácticas hay que tener en cuenta? ¿Qué quieren poder hacer en sus casas?
Cuando te toca decorar tu propia vivienda, es fácil pasar por alto esta parte del proceso y saltar directamente a lo estético. Pensar más en cómo queremos que se vea que en cómo queremos que funcione en el día a día.
Mi mejor consejo para que te satisfaga el resultado final y evites compras erróneas e innecesarias es empezar haciendo un análisis exhaustivo. No todo el mundo tiene dinero o ganas de recurrir a un estilista, pero no cuesta nada empezar a pensar como tal.
¿Quién eres, qué haces y para quién, en tu casa?
Actualmente, un hogar se ha convertido en algo que va mucho más allá de ser un mero techo sobre nuestra cabeza. Muchas personas se identifican con cómo viven y quieren que su vivienda refleje su personalidad mediante detalles que señalen su pertenencia a un grupo o estatus social. Esto se nota especialmente en los medios digitales, en los que nuestra esfera privada se ha tornado pública y la fotografiamos y se la mostramos a los demás con mucho gusto. A través de nuestra casa y de cómo la decoramos parecemos construir nuestra autoimagen, igual que hemos hecho con la ropa y la moda durante mucho tiempo. Pero ese planteamiento tiende fácilmente a la presunción y hace que empecemos a pavonearnos ante los demás, en lugar de generar bienestar y comodidad.
Pero reflejar nuestro carácter en la forma en que decoramos no significa solamente plasmar nuestros rasgos personales, sino también adaptar la decoración a nuestra evolución como individuos. A base de tratar de comprender y afirmar las necesidades físicas y psicológicas que tenemos en nuestras personalidades, creo que tenemos una mayor probabilidad de crear hogares más acogedores y armoniosos que nos hagan sentir bien y que no solo tengan un aspecto bonito.
Encontrar lo que te gusta no es algo que puedas aprender de los demás.
Terence Conran
No tiene nada de malo querer vivir en un ambiente bonito o dejarse inspirar por otros, pero no podemos olvidar que muchas respuestas importantes solo las podemos encontrar en nuestro propio interior. Cómo te sientes y reaccionas en distintos entornos y cuáles son los detalles que despiertan recuerdos entrañables y agradables en tu cuerpo, o qué sueles hacer para sentirte a gusto cuando nadie te mira. Ese tipo de cosas pueden darte pistas de incalculable valor para saber cómo podrías diseñar tu casa con el objetivo de hacerla aún más acogedora para ti.
Angustia decorativa o sensibilidad
A menudo me toca escuchar que me da miedo poner colores intensos en mi propia casa. Mucha gente parece asumir que es porque soy cobarde y temo equivocarme, y por eso empleo una escala de colores clara y neutra a la hora de decorar. Personalmente, opino que se trata más bien de que los ambientes de colores subidos me chupan demasiada energía. Considero que soy muy susceptible a las impresiones y que me canso fácilmente de los interiores intensos llenos de impresiones visuales fuertes que tratan de captar mi atención todos a la vez.
Estoy tan segura de que a mí me cuesta relajarme en interiores con tonos cromáticos fuertes como de que otras personas lo viven al revés: es decir, hay personas a las que los hogares sin color les resultan inquietantes y poco estimulantes. Lo uno no es más acertado que lo otro, ni más valiente ni más angustioso. Yo opino más bien que tiene que ver con los diferentes rasgos de personalidad y con cómo nos relacionamos cada uno con los estímulos externos. Estar en casa tiene que ser una experiencia cómoda y agradable, tanto a nivel físico como mental.