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Eduardo Solari - Libelo contra natura

Aquí puedes leer online Eduardo Solari - Libelo contra natura texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2013, Editor: ePubLibre, Género: Ordenador. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Eduardo Solari Libelo contra natura
  • Libro:
    Libelo contra natura
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2013
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Libelo contra natura: resumen, descripción y anotación

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Libelo contra natura desarrolla una concepción de lo católico que cuestiona el - photo 1

Libelo contra natura desarrolla una concepción de lo católico que cuestiona el orden natural, el bien común y la doctrina social, y una concepción de lo político que cuestiona gobiernos e instituciones, la democracia y el estatismo. Es un libro polémico, para la discusión. Si el lector adhiere al autor, se entusiasmará por el modo con que ha sido interpretado. Si no lo hace, sentirá que el autor está obligándolo a pensar de un modo amigablemente belicoso.

En los dos casos, la obra provoca la reflexión y el descubrimiento de nuevos puntos de vista. La publicación de este ensayo en sucesivas entregas, en las páginas de La Nación, tuvo notable repercusión en los lectores. Resulta pues sumamente oportuno poner a disposición del público, en forma de libro, este interesante trabajo de Solari, de indudable originalidad.

Eduardo Solari Libelo contra natura ePub r10 Moro 290713 Título - photo 2

Eduardo Solari

Libelo contra natura

ePub r1.0

Moro29.07.13

Título original: Libelo contra natura

Eduardo Solari, 1988

Diseño de portada: Eduardo Ruiz

Editor digital: Moro

ePub base r1.0

E DUARDO M S OLARI Nació en Buenos Aires en 1925 Es abogado vive en Mar - photo 3

E DUARDO M S OLARI Nació en Buenos Aires en 1925 Es abogado vive en Mar - photo 4

E DUARDO M. S OLARI . Nació en Buenos Aires en 1925. Es abogado, vive en Mar del Plata desde 1978, está casado, tiene tres hijos y once nietos. En 1982 publicó Breve ensayo para «inmortales» y «dudantes». En 1987 recibió por el presente trabajo el Primer Premio de Ensayo La Nación para autores de lengua castellana con libro publicado. El jurado, que lo premió por unanimidad, estuvo integrado por María Angélica Bosco, Jorge Cruz, Delfín Leocadio Garasa, Luis Mario Lozzia y Enrique Mario Mayochi.

I - Primero abro el paraguas

Éstos son apuntes para discutir, corregir, suprimir, precisar, ampliar y profundizar. Mañana tal vez piense que también son para olvidar. Desde luego no contienen nada nuevo, nada que alguien no haya dicho antes. Sucede que me encanta oír como suenan las cosas cuando las digo yo.

Las contradicciones en que pueda haber incurrido en ellos, o con lo que manifesté en otra oportunidad, son simplemente eso: contradicciones. Es posible que me haya equivocado antes, o quizás ahora, a lo mejor las dos veces, o en ninguna.

La actividad pastoral de la Iglesia excede lo que ella impone, de modo que a partir del límite donde termina la obediencia debida hay un amplio terreno en el que es lícito disentir. Si pareciera que disiento más allá de lo debido, aclaro como católico, que no ha sido mi intención traspasar esa frontera.

Un panfletista, en el sentido no peyorativo de la palabra, no puede andar haciendo demasiadas aclaraciones, introducir notas eruditas y referirse a documentación, porque le cortan el ritmo, apaciguan el fervor, lo sacan de tono, pueden confundir con respecto a las pretensiones de un no especialista y, fundamentalmente, porque no condicen con su talante. No por ello deben presumirse sin rigor reflexiones que pretenden tenerlo.

De cualquier manera, las citas, en su mayoría bíblicas, como el resto de la bibliografía, son de fácil ubicación para los interesados en los temas que se tratan.

II - Orden natural

El Universo se rige por un conjunto de leyes que componen la legislación dentro de la cual se desarrollan los planes de la Naturaleza. Entre esos planes está un buen día poner punto final a nuestras ilusiones y desvelos decidiendo, sin el menor atisbo de cortesía, que dejemos de funcionar. Se nos pone la cara pálida, quedamos inmóviles, se nos relajan los esfínteres, se nos cae la mandíbula, nos enfriamos, se nos coagula la sangre, nos deshidratamos, quedamos rígidos, aparece una mancha verde en el vientre, despedimos un olor pestilente y empezamos a podrirnos. Nos descomponemos por fermentaciones microbianas y nos van comiendo de a poco los «gusanos», como así llamamos vulgarmente a las sucesivas oleadas de la fauna cadavérica que cumpliendo cada variedad con su riguroso turno nos destruye, porque colaborando con las bacterias están los insectos que nos devoran, unos enjambres después de otros, cada uno de acuerdo con la función que le asignó la Naturaleza. Es muy ordenada ella. Empiezan los dípteros cuando todavía estamos «frescos»; siguen moscas incília y sarcophaga cuando avanza el olor cadavérico, precisamente seducidas por él; más o menos entre los tres y seis meses coleópteros y lepidópteros se dan el gran banquete con nuestras grasas fermentadas; a continuación «gusanos del queso» se sacian con la fermentación de los albuminoides; con la fermentación amoniacal reaparecen dípteros y coleópteros; luego los ácaros absorben los humores del cadáver y nos dejan secos del todo; vuelven coleópteros y lepidópteros para liquidar los tejidos membranosos ya apergaminados y finalmente dos últimas cuadrillas, tan especializadas como las demás, se encargan de que desaparezca lo que pueda quedar de nosotros. Sí, señores; así es la cosa, y no por sabida cambia. Quienes gustan de los eufemismos llaman a esto «descansar en paz».

También figura entre esos planes que la gacela se niegue a dejarse comer por el león, por más natural que sea que el león se la coma. Trata de evitarlo con desesperación, aun cuando si lo logra la consecuencia es que se coma a su hermana. Huirá en zigzagueante y loca carrera, el miedo acelerará su corazón al límite de estallar y morirá con el terror manifiesto en sus ojos desorbitados, intentando eludir los zarpazos que la irán desgarrando aún caliente, para ser devorada hasta dejar sus entrañas al aire, restos de festín para comedores de carroña, higienistas de la sabia y previsora Natura.

¿Por qué suceden estas cosas maravillosas? Suceden porque la realidad está sujeta a un orden, al famoso orden natural. A las leyes de la Naturaleza. A la «ley de la selva».

El orden natural es maravilloso, pero es maravilloso con respecto a su fin, porque sabido es que si hay un orden hay una finalidad. Los beneficiarios del orden natural son las especies, no las unidades, porque con estas últimas el orden natural es maravillosamente cruel. En los planes de la Naturaleza toda individualidad es más perecedera y fugaz que el grupo, porque los individuos no cuentan, cuenta la especie. Caso contrario, la muerte no estaría en su programa. Lo está, y nada más natural dentro del orden natural que la muerte. Que la fugacidad y la muerte. Que la muerte y el dolor. Dentro de ese plan deben necesariamente matarse unos a otros de manera trágica, angustiosa, dramática, sórdida e inevitable. El dolor es común denominador. La pirámide alimentaria y la lucha por la supervivencia son la permanente huida, persecución, acecho y cacería. Es la salvación de la especie, el desprecio del individuo.

En el equilibrio de la Naturaleza los depredadores salvan, benefician y mejoran a la especie depredada. Contribuyen al bien común de ella, la liberan de la superpoblación dentro del «hábitat», con lo que la comida y el espacio alcanzan para «todos». Eliminan a los viejos, los débiles, los enfermos y los menos hábiles, que son los más fáciles de cazar, con lo cual colaboran en la selección dispuesta por ella; quedan los mejores, se reproducen los mejores, y se favorece así a «toda» la especie y «todos» lo pasan mejor gracias al bien común proporcionado por la especie depredadora, que evita la enfermedad y degeneración de la especie depredada.

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