Introducción
Marilyn Monroe quería demostrar algo.
Era un día de verano de 1955, en la ciudad de Nueva York. Seguida por un r edactor de una revista y un fotógrafo, Marilyn entró en la Grand Central Terminal. Aunque estaban en pleno día de trabajo y los andenes estaban a barrotados, ni una sola persona se dio cuenta de que ella estaba allí, esperando e l metro. Mientras el fotógrafo disparaba su cámara, subió al tren y se dirigió tranquilamente hasta un rincón del vagón. Nadie la reconoció.
Marilyn quería demostrar que, si así lo decidía, podía ser la maravillosa Marilyn Monroe o la corriente Norma Jean Baker. En el metro, era Norma Jean.
Pero cuando volvió a salir a las muy transitadas aceras de Nueva York, decidió c onvertirse en Marilyn. Miró alrededor y, con aire burlón, le preguntó al f otógrafo: «¿Quieres verla?» No hubo grandes gestos; se limitó a «ahuecarse el p elo y adoptar una pose».
Con este simple cambio, de súbito se volvió magnética. Una aura de magia p areció surgir de ella y todo se detuvo. El tiempo quedó detenido, igual que la gente que la rodeaba, que parpadeaban asombrados al reconocer a la estrella, allí entre ellos. En un instante, Marilyn quedó sepultada por sus fans, y «fueron n ecesarios unos cuantos empujones durante varios minutos aterradores» para q ue el fotógrafo consiguiera ayudarla a escapar de la muchedumbre, cada vez m ayor.1
El carisma siempre ha sido un asunto intrigante y polémico. Cuando le digo a l os asistentes a conferencias o cócteles que «enseño carisma», de inmediato se a niman y, con frecuencia, exclaman: «Pero, yo pensaba que eso era algo que se t iene o no se tiene». Algunos lo ven como una ventaja injusta, otros están a nsiosos por aprender, todos están fascinados. Y tienen razón de estarlo. Las p ersonas carismáticas tienen impacto en el mundo, tanto si ponen en marcha n uevos proyectos, nuevas empresas o nuevos imperios.
¿Alguna vez se ha preguntado cómo sería tener tanto magnetismo como Bill Clinton o ser tan cautivador como Steve Jobs? Tanto si cree que ya tiene algo de c arisma y le gustaría llevarlo al siguiente nivel como si ha deseado tener un poco d e esa magia, pero opina que no es del tipo carismático, tengo buenas noticias: el c arisma es una habilidad que se puede aprender y practicar.
¿Qué hará el carisma por usted?
Imagine cómo sería su vida si supiera que en cuanto entrara en una estancia, t odos se darían cuenta de inmediato, querrían escuchar lo que tiene que decir y e starían ansiosos por ganarse su aprobación.
Para las personas carismáticas, eso es algo corriente. A todos les impacta su p resencia. Se sienten atraídos magnéticamente hacia ellos y —aunque parezca e xtraño— obligados a ayudarlos de cualquier manera que puedan. Las personas c arismáticas parecen llevar una vida encantada: tienen más opciones románticas, g anan más dinero y experimentan menos estrés.
El carisma hace que gusten a los demás, que éstos confíen en ellos y que q uieran que los lideren. Pueden decidir que los vean como seguidores o como l íderes, que adopten sus ideas y lo eficazmente que se ponen en práctica sus p royectos. Tanto si nos gusta como si no, el carisma puede hacer que el mundo g ire; hace que los demás quieran hacer lo que alguien con carisma quiere que h agan.
El carisma es, claro, fundamental en los negocios. Tanto si solicitamos un p uesto de trabajo como si queremos progresar dentro de nuestra organización, n os ayudará a alcanzar nuestro objetivo. Múltiples estudios coinciden en indicar q ue las personas carismáticas reciben una puntuación más alta en la evaluación d e resultados y son considerados más eficaces por sus superiores y por sus s ubordinados.2
Si es usted un líder, o aspira a serlo, el carisma importa. Le da una ventaja competitiva para atraer y conservar a las personas con más talento. Hace que los demás quieran trabajar con usted, con su equipo y con su empresa. Las i nvestigaciones muestran que los que siguen a líderes carismáticos consiguen m ejores resultados, viven su trabajo como algo más significativo y tienen una m ayor confianza en sus líderes que los que siguen a líderes eficaces, pero no c arismáticos.3
Como observa el profesor de negocios de la Wharton School, Robert House, l os líderes carismáticos «hacen que sus seguidores se entreguen en cuerpo y alma a la misión del líder, hagan considerables sacrificios personales, y trabajen más de lo que exige el deber».4
El carisma es lo que posibilita que un vendedor venda cinco veces más que sus c ompañeros de la misma zona. Es la diferencia entre los emprendedores que t ienen inversores que llaman a su puerta y los que tienen que suplicar al banco q ue les conceda un crédito.
La fuerza del carisma es igualmente valiosa fuera del ambiente empresarial. Es útil para el ama de casa que necesita influir en sus hijos, en los maestros de sus h ijos o en otros miembros de la comunidad. Puede ser una herramienta de un v alor incalculable para los alumnos de instituto que querrían bordar sus e ntrevistas para la universidad, o que se presentan para puestos de liderazgo en l as organizaciones estudiantiles.
Puede ayudar a que alguien llegue a ser más popular entre sus compañeros y s entirse más seguro en diversas situaciones sociales. A los pacientes les gustan m ás los médicos carismáticos, los cuales disfrutan de una mayor demanda; a demás, es más probable que esos pacientes sigan fielmente los tratamientos que l es prescriban. Es también menos probable que los demanden cuando algo va m al. El carisma importa incluso en la investigación y en el mundo docente; es m ás probable que alguien carismático consiga que publiquen sus obras, que a traiga financiación para investigar procedente de subvenciones del sector, o que l ogre impartir los cursos más codiciados. El profesor al que, después de las clases, s iempre rodean estudiantes que lo admiran... también eso es carisma.
No es magia, son conductas aprendidas
Al contrario de lo que suele creerse, no nacemos carismáticos así sin más; no t enemos un magnetismo innato. Si el carisma fuera un atributo innato, las p ersonas carismáticas siempre serían cautivadoras, y no es así. Hasta en la s uperestrella más seductora, el carisma puede estar presente en un momento d ado y ausente al siguiente. Marilyn Monroe podía «apagar» su carisma igual que s i le diera a un interruptor, y pasar totalmente desapercibida. Para ponerlo de n uevo en marcha, sólo tenía que cambiar su lenguaje corporal.
Como han demostrado las amplias investigaciones realizadas en los últimos a ños, el carisma es el resultado de conductas no verbales específicas,5 no una c ualidad personal intrínseca o mágica. Esta es una de las razones de que los n iveles de carisma fluctúen: su presencia depende de si alguien exhibe esas c onductas o no.
¿Ha tenido alguna vez la experiencia de sentirse totalmente seguro, dueño de l a situación? ¿Un momento en que los demás parecían impresionados por usted, i ncluso un único momento en que a los que le rodeaban se les escapaba un «¡Oooh!»? No siempre pensamos en esas experiencias como carisma ni nos c onsideramos carismáticos, porque damos por sentado que las personas c arismáticas lo son en cada instante de cada día. No es así.
Una de las razones de que se crea erróneamente que el carisma es algo innato e s que, como muchas otras habilidades sociales, la conducta carismática se a prende a una edad muy temprana. De hecho, por lo general no nos damos c uenta de estar aprendiéndola. Sólo probamos nuevos comportamientos, vemos l os resultados y los refinamos. Con el tiempo, esos comportamientos se c onvierten en instintivos.