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APUNTA A LAS ESTRELLAS
Leila Cobo, oriunda de Cali, Colombia, es la directora ejecutiva de Contenido Latino y Programación de Billboard, la “Biblia” de la música a nivel mundial. Bajo su mando, Billboard ha ampliado la cobertura de la música latina a niveles sin precedentes, convirtiéndose en el único medio en inglés que cubre la música latina diariamente. Leila también programa y ha consolidado la Conferencia Billboard de la Música Latina, la más prestigiosa de la industria de la música latina en los Estados Unidos. También es la conductora y productora ejecutiva del programa televisivo Estudio Billboard, donde ha entrevistado a los más grandes artistas de la música latina, incluyendo a Maná, Juan Luis Guerra, Jenni Rivera y Gloria Estefan, entre otros. Como experta en música, ha sido invitada a juzgar múltiples concursos, incluyendo el Festival de la Canción de Viña del Mar, en Chile, y Objetivo Fama Internacional, en México. Además, fue crítica de música pop del Miami Herald y escribió sobre cultura para el Los Angeles Times.
Leila es una de las autoras de la Enciclopedia Ilustrada de Música de Billboard y una de las invitadas al libro de ensayos Quinceañera, publicado por HarperCollins. Como autora de ficción, publicó su primera novela, Tell Me Something True, en octubre de 2009 y en 2012 publicó su segunda novela, The Second Time We Met. En 2013 publicó la exitosa biografía Jenni Rivera: La increíble vida de una mariposa guerrera.
En 2008, la revista Ocean Drive en español la nombró uno de los personajes más poderosos de Miami. También ganó el Premio Orquídea, que honra a los colombianos en el exterior por su trabajo periodístico. Leila es considerada una de las líderes de opinión de la música latina y es un referente constante para la prensa especializada. Actualmente vive en Miami, Florida. Para mayor información, por favor visita su página: www.leilacobo.com.
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First Printing, April 2014
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LIBRARY OF CONGRESS CATALOGING-IN-PUBLICATION DATA:
Cobo, Leila.
Apunta a las estrellas: la guía para hacer de tu pasión musical una carrera exitosa/Leila Cobo.
p. cm.
ISBN 978-0-698-18369-8
1. Music trade—Vocational guidance. I. Title.
ML3795.C63 2014
780.23—dc23 2014008497
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A todos los artistas que he tenido el honor de entrevistar. Sus carreras son inspiración.
Contenido
INTRODUCCIÓN
C onocí a Marc Anthony por primera vez un jueves por la noche en The Grand, un club de salsa en el centro de Los Ángeles. No era un lugar glamoroso ni elegante ni particularmente grande. Era uno de los poquísimos clubes de salsa que existían en Los Ángeles a mediados de los años noventa, y sus mesas negras y paredes de cristal oscuro me recordaban las discotecas de mala muerte de Cali, Colombia, la ciudad donde nací y donde descubrí todo lo que era la música, empezando por la salsa que nutre a todos los caleños desde que dan su primer grito al nacer, hasta la música clásica que aprendí a tocar.
Lejos de Cali, tan lejos que tendría que atravesar cambios de horario para volver a casa, devoraba la salsa donde la encontraba, y The Grand no solo era lo más cercano a casa sino que la música en vivo era de primerísima calidad.
Allá íbamos con nuestros amigos tarde los sábados y bailábamos hasta que cerraban el club. Pero aquella noche yo no iba solo a bailar, sino también a trabajar.
Era una reportera neófita en Nuestro Tiempo, la separata en español que en ese entonces publicaba el Los Angeles Times todas las semanas. Era mi primer trabajo en el periodismo escrito, y no tenía noción del descanso, editando durante el día y cubriendo música en vivo durante la noche. En esta ocasión, había recibido una llamada de la publicista de RMM Records invitándome a ver a su nueva estrella en desarrollo.
Se llamaba Marc Anthony y ya tenía algunos éxitos radiales —“Te conozco bien”, “Te amaré”, “Hasta que te conocí”—, canciones que resaltaban una voz diferente, con un timbre único. Yo quería escucharlo en vivo, la prueba definitiva para saber si un artista es “de verdad”, si lo que suena en la radio realmente es lo que se ve en la escena.
En vivo, Marc Anthony era mejor. Su look era completamente diferente al de los cantantes románticos de esa época: era flaco, flaco, flaco, desgarbado, con un pelo largo y crespo amarrado en una cola de caballo. Pero cuando abría la boca y cantaba, te hacía olvidar de todo lo demás, incluso en el escenario poco glamoroso de The Grand.
Esa noche, me acerqué lo más que pude al escenario, mirando cuidadosamente cada detalle: la manera en que cerraba los ojos cuando cantaba, la casi falta de esfuerzo que requería su voz, la emoción que encerraban cada palabra y cada nota.
“Este”, pensé yo, “es distinto”.
Después de la presentación lo entrevisté en el “camerino”, que en realidad era un pequeño espacio con un banco estrecho, donde encontré a Marc Anthony acostado cuan largo era, su cabeza descansando encima de su brazo. Sudaba como si hubiera corrido una maratón.
Hablamos. De la música. De su contrato discográfico. Por años había trabajado como corista para innumerables agrupaciones de salsa y esta era su gran oportunidad como solista.
Y hablamos del éxito.
“Sabes”, me dijo, “me siento bien. Por primera vez en mi vida tengo siete mil dólares en el banco”.
¡Siete mil dólares! La cifra se quedó conmigo por mucho tiempo. Creo que fue la primera vez que realmente entendí que el éxito se medía no solo por talento sino también en dólares y centavos, y que los dos conceptos no siempre eran sinónimos y tampoco iban de la mano simultáneamente.
Pero no fue mi única conclusión de la noche. En Marc Anthony, decidí, estaba viendo el nacer de una estrella. El hombre tenía talento, carisma, buenas canciones y sex-appeal, pese a su flacura. ¿Qué más se podía pedir?
Muchísimo más, como me daría cuenta con el pasar de los años. De hecho, de mis predicciones de estrellato de aquellas épocas, solo acerté con poco más de un puñado. Hoy en día, mis predicciones son mucho más certeras. Hoy en día, cuando escucho nuevas canciones, mi oído percibe con más tino cuáles funcionarán en la radio. Y hoy en día —a pesar de que no hay bola de cristal que sirva en la industria de la música— puedo vislumbrar mucho mejor el potencial de un nuevo artista. Y, aun así, me equivoco con frecuencia. Me tomó mucho tiempo comprender que, muy a pesar mío, el talento es apenas un solo ingrediente de la receta del éxito musical, y en algunas ocasiones, ni siquiera es el ingrediente más importante.