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Leopoldo Alas - Solos de Clarín

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Leopoldo Alas Solos de Clarín
  • Libro:
    Solos de Clarín
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1881
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Solos de Clarín: resumen, descripción y anotación

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En 1881 se publicó el libro Solos de Clarín, que recogió artículos de crítica literaria y otros cuentos y relatos. El propio autor en su Prefacio a manera de sinfonía dice que el libro «no viene a llenar ningún vacío, ni es indispensable en la biblioteca de todo hombre medianamente instruido; […] doy a la estampa, como se dice, este librejo: muéveme sólo el propósito honrado, y sano como una manzana, de recabar de mi editor algunas pesetas, no tantas como la loca fantasía pudiera ofrecer al deseo».

Título original: Solos de Clarín

Leopoldo Alas, 1881

Editor digital: Lipa

ePub base r1.2

AL AUTOR DE EL GRAN GALEOTO en prueba de admiración y amistad Leopoldo Alas - photo 1

AL AUTOR DE «EL GRAN GALEOTO»

en prueba de admiración y amistad,

Leopoldo Alas.

Madrid. Junio 1881.

ALAS LEOPOLDO Zamora 1852-Oviedo 1901 Conocido por el seudónimo de - photo 2

ALAS, LEOPOLDO (Zamora, 1852-Oviedo, 1901). Conocido por el seudónimo de «Clarín», forma con Pérez Galdós la pareja de grandes novelistas españoles del siglo XIX. Comparable a su labor de novelista es la desarrollada como cuentista, y la periodística: crítica, teoría literaria y temas políticos. Pasando del trasfondo intelectual del pensamiento de Clarín a su práctica crítica, se observa que fue prolífico escritor y periodista. Sus escritos se caracterizan por una punzante ironía, que se ensañó en cuantos escritores de mal gusto cayeron en sus manos, aunque también supo ensalzar los méritos de quienes lo merecían. Sus críticas de las novelas de Galdós constituyen un auténtico estudio moderno, el primero de los dedicados a don Benito: su talento analítico y su modernidad conceptual sirvieron para elevar la figura del novelista a la categoría de maestro, a la vez que descubrían en él una veta crítico-teórica. En Galdós (1912) se recogió mucho de lo escrito sobre este autor. Es el libro fundacional de la crítica galdosiana. La crítica que podemos adscribir a Clarín es la que dedicó a zaherir el mal gusto y la inepcia artística, mientras que a Leopoldo Alas le atribuiríamos la más seria y reflexiva que dedica a escritores y obras dignos de atención.

Notas

[1] Voraz incendio el monasterio asola. Esto dice Blasco. (N. del A.)

[2] Este artículo es fragmento de un libro en preparación. (N. del A.)

[3] «Becker» sic en el original. (N. del E.)

[4] «reló» sic en el original todas las veces, en vez de «reloj». (N. del E.)

[5] La rica hembra está escrita en colaboración de Guerra y Orbe (Aureliano); pero pensando con prudencia se puede atribuir lo mucho bueno que tiene la obra a Tamayo. D. Aureliano, bien lo sabe Dios, no es poeta. (N. del A.)

[6] «Shakspeare» sic en el original varias veces, en vez de «Shakespeare». (N. del E.)

[7] «slava» sic en el original, en vez de «eslava». (N. del E.)

[8] V. el artículo: Tamayo. (N. del A.)

[9] Tamayo y G. Gutiérrez, callan; Ayala, quizá el más perfecto, no tiene carácter especial de escuela ni ha creado un teatro; Sellés empieza. (N. del A.)

[10] El efecto, cuando es bello, es un legítimo resorte que no han sabido comprender los filósofos cursis del «efectismo». —Para ser bello el efecto, ha de ser natural, pero no necesario, y esto es lo que se olvida. (N. del A.)

[11] V. el artículo: Tamayo. (N. del A.)

[12] V. el artículo Del Teatro. (N. del A.)

[13] Véase la crítica de Todo por mi padre, de Fígaro. (N. del A.)

[14] «esplenderoso» sic en el original, en vez de «esplendoroso». (N. del E.)

[15] Véase el «Desván del cielo» por Clarín, que aquí se publicará en breve. (N. del A.)

[16] «servió» sic en el original, en vez de «sirvió». (N. del E.)

[17] Sea todo por Dios. (N. del A.)

[18] «Dikens» sic en el original, en vez de «Dickens». (N. del E.)

[19] Cuando esto se escribía no se habían publicado los cinco cantos de Los buenos y los sabios, el mejor poema de Campoamor. (N. del A.)

[20] Excepción de esto es Los buenos y los sabios. —V. mi artículo La lírica y el Naturalismo en «Los lunes» de El Imparcial. (N. del A.)

[21] «deficencia» sic en el original, en vez de «deficiencia». (N. del E.)

[22] «perseguió» sic en el original, en vez de «persiguió» (N. del E.)

[23] ¡Gloria! ¡Pepita Jiménez! ¡Qué fortuna para nuestra literatura poseer ya estas personificaciones de determinados ideales, reducidos a indelebles creencias artísticas! ¡Qué nuevo es esto de que personajes de novelistas españoles modernos sirvan de materia para esos análisis, que críticos expertos, no yo ciertamente, pueden hacer, como se ve todos los días que lo hacen con extrañas obras críticos extraños! (N. del A.)

[24] Este artículo, escrito hace muchos años, es uno de los primeros del autor, inocente idealista de cátedra entonces. Hoy considera novelistas de primer orden a Flaubert y Zola, honra de la novela francesa. (N. del A.)

[25] Otro error. Los Episodios Nacionales valen tanto como lo que más valga de cuanto se ha escrito en España en nuestro tiempo. (N. del A.)

[26] Lugar de la acción de Doña Perfecta. Véase acerca de esta novela un artículo de Los Lunes de El Imparcial del Sr. González Serrano. (N. del A.)

CUATRO PALABRAS A MANERA DE PRÓLOGO

Invitado por mi buen amigo D. Leopoldo Alas a escribir unas cuantas páginas a manera de prólogo o introducción a su libro, y deseando vivamente complacerle, preparé mi papel, tomé mi pluma, y pedí inspiración al Dios de los proemios, que numen tutelar deben tener, aunque yo, en este instante, ignore cuál sea. Y bien he menester que a mí descienda, y que me preste un tizón al menos de su sacro fuego, porque es la verdad que, por más que busco, no encuentro idea que valga el trabajo de ser embutida en una frase; ni mi pobre imaginación da muestras de sí, por más que la solicito y la ruego; ni hallo a mi alcance, por más que dirijo afanosamente la vista interna a todos los antros del cerebro, una siquiera de las muchas vulgaridades que el uso tiene almacenadas para necesitados como yo, y empresas como la mía.

Resultado natural y fácil de prever, porque, el caso es de todo en todo nuevo para mi ingenio; la ocasión inverosímil, de puro inesperada; y grande el conflicto, y el apuro mayúsculo: no solo, aunque esto fuera bastante, por mi ya confesada esterilidad, sino por otras muchas y poderosas razones, que a su tiempo diré, si no es que desde luego las digo; como voy a decirlas, sin poner más prólogo a mi prólogo que las palabras que preceden.

Diré, pues, que esto de ver mi persona, mis actos y mis obras en poder de críticos, cosa es harto vista; y que no fuera novedad, ni nadie por novedad la tendría, y yo menos que nadie, verlas y verlos a todos tres, obras, persona y actos, sin compasión mordidos, y destrozados, y dispersos, y aún insepultos, cuando no aniquilados, y hasta de la memoria de las gentes desvanecidos: todo por obra y gracia de la crítica y de sus mortíferos rayos. Pero ver a un crítico en mi poder, sus escritos bajo mi pluma, sus fazañas pendientes de mi fallo, esto sí que es cosa peregrina, y combinación que a maravilla trasciende; esto sí que asombraría al mundo, dado que el mundo se ocupase de nosotros, y que a mí mismo, que soy el favorecido, me deja indeciso y suspenso.

¿Qué se hace en ocasión semejante?, me pregunto, y no atino con la respuesta: ¡ni cómo dar con ella, revolviendo precedentes de mi vida literaria, si por vez primera me veo en caso tal!

Juzgar yo a un crítico, analizar sus obras, disciplinar, por decirlo así, su palmeta, es invertir los términos, es trastornar las leyes naturales, es algo parecido a las populares aleluyas del mundo al revés, en que pinta la inspiración callejera embarcaciones por los montes, carromatos por los mares, el pollo asando tranquilamente al cocinero y el corderillo clavando aguda cuchilla en la robusta garganta del matachín. Carromato fui que por fuera de camino real avancé como pude, por entre tumbos de gente espantadiza y tropiezos de ceñudos críticos: el asador y el fuego sentí una y otra vez en mi pobre carne; corderillo inocente, en más de una ocasión rasgome las entrañas agudo hierro, aunque jamás por lo visto lograron acabar conmigo: y esto aprendí y de memoria me sé el papel de víctima; pero inexperto en la obra, y espantado casi ante mi propia osadía, me veo, al encontrarme con todo un crítico entre las manos, y al alcance, por ende, de mi enojo.

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