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Jorge Bucay - 20 pasos hacia adelante

Aquí puedes leer online Jorge Bucay - 20 pasos hacia adelante texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2007, Editor: Lectulandia, Género: Religión. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Jorge Bucay 20 pasos hacia adelante
  • Libro:
    20 pasos hacia adelante
  • Autor:
  • Editor:
    Lectulandia
  • Genre:
  • Año:
    2007
  • Índice:
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20 pasos hacia adelante: resumen, descripción y anotación

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A lo largo de los últimos veinte años, Jorge Bucay ha buscado tanto en el pensamiento de los sabios como en la sabiduría popular de los cuentos mensajes para enseñar y divulgar la manera de enfrentarse a los desafíos de la vida. Enseñar a anticipar el puedo al quiero, para que el deseo no quede condicionado por la fantasía de una limitación de tiempos pasados. Sin complicarnos, pero sin perder de vista el objetivo, Jorge Bucay propone en estas páginas que nos animemos a dar algunos pasos en la dirección de ese crecimiento y nos invita a que ratifiquemos en cada capítulo que aceptamos el reto, lo que irremediablemente significa también enfrentarse al desafío de volvernos nosotros mismos.

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JORGE BUCAY escritor y terapeuta argentino es conocido por sus libros de - photo 1

JORGE BUCAY, escritor y terapeuta argentino, es conocido por sus libros de autoayuda y superación con los que se ha convertido en uno de los autores más vendidos de España y América Latina.

Licenciado en Medicina en Buenos Aires, Bucay es un colaborador habitual de diarios, revistas y medios televisivos. Definido en sus propias palabras como un ayudador profesional, combina la preparación de sus libros con cursos, seminarios y su labor como terapeuta.

De entre su obra habría que destacar obras como Cartas para Claudia, Déjame que te cuente o El candidato, además de las llamadas «Hojas de ruta», como El camino de las lágrimas o El camino de la felicidad. Traducido a más de quince idiomas, con el éxito de sus últimos libros ha conseguido situarse al nivel de autores como Paulo Coelho.

PASO 1

Trabaja en conocerte

Mientras trazaba un mapa de los conceptos y escribía gran parte de los contenidos de este libro, cumplí cincuenta y siete años. Casi me sorprendió darme cuenta de lo mucho que esta vez me alegró la fecha. En otro momento de mi vida hubiera discutido, como quizá lo hagas tú ahora, el valor del ritual de cumplir años. Hasta no hace tanto, yo sostenía que estas «niñerías» son pertinentes y razonables solamente en el mundo infantil de nuestros hijos o nietos. Para ellos, solía decir yo, el festejo de cumplir un año más se justifica ampliamente si lo pensamos como una mínima compensación anticipada de lo que se avecina con el crecimiento: el desembarco de más responsabilidades, más deberes y cada vez más obligaciones. Pero a nuestra edad, seguía argumentando, esto no parece motivo de ningún festejo.

Nuestro propio lenguaje, a veces tan esclarecedor, parece hacernos saber desde el principio que el día del cumpleaños no trae consigo demasiadas buenas noticias. Combina en su nombre dos palabras que no en vano nos agobia pronunciar: «cumplir» y «años», como si quisiera condenarnos a envejecer y obedecer, haciéndonos olvidar, quizá no tan ingenuamente, lo que sí se debe festejar.

Porque el día del cumpleaños, ese mismísimo día, se festeja nada más y nada menos que un aniversario más del día de nuestro nacimiento. En la mayoría de los idiomas (inglés, francés, catalán, hebreo y chino, por nombrar sólo algunos), la palabra que se usa para cumpleaños se puede traducir literalmente como «día del nacimiento» o «día del aniversario».

Decididamente, no pretendo empezar ninguna rebeldía lingüística para cambiar el idioma, pero quiero conseguir que seamos conscientes de este hecho más que condicionante, para evitar que el peso etimológico de la palabra «cumpleaños» nos arruine la fiesta.

De hecho, sostengo que:

  • Si nos hemos dado cuenta de que vivir es una cosa deseable y nos sentimos contentos por ello…
  • Si hemos descubierto que queda mucho por hacer y que lo haremos…
  • Si podemos sentir más que «muy de vez en cuando» alegría al despertar cada mañana…

Entonces, tal vez podamos recuperar de corazón el deseo de celebrar nuestros cumpleaños, y por qué no, de compartir con otros la alegría de estar vivos un año más.

Y llegados aquí, no será difícil establecer naturalmente esta sana costumbre que recomiendo casi a cada persona que me consulta:

Hacernos, ese día, el regalo que más nos gustaría que

nos hiciera nuestro amigo más cercano e incondicional.

Es muy sugestivo ver cómo muchos vivimos pensando y comprando regalos de cumpleaños para los que queremos y casi nunca lo hacemos con nosotros mismos.

Vuelvo a mi novedosa experiencia.

  • Quizá por mi mayor conciencia de una vida más que afortunada.
  • Tal vez por la certeza de sentirme transitando el camino que yo mismo elegí para mí.
  • Posiblemente por la alegría de que mis años me encuentren embarcado en un nuevo proyecto, el de este libro.
  • Seguramente por estar asistiendo, orgulloso, a la madurez de mis dos hijos.
  • Probablemente, por la suma de todo lo dicho y más cosas, este año celebré mi 57.º cumpleaños.

Fiel a lo que enseño, me regalé la última grabación de Rigoletto en las Arenas de Verona y también una más que discreta reunión, a la que me di el gusto de invitar a mis amigos más queridos, a algunos colegas y a muchos compañeros de ruta a los que hacía mucho tiempo que no veía. Allí, brindando con ellos en la fiesta que me había montado para compartir mi alegría, confirmé lo que sostengo desde hace muchos años: ningún vínculo constructivo con los demás se puede establecer y fortalecer si no se apoya en una buena relación de cada uno consigo mismo. Y este concepto no es más que la mejor expresión de la necesaria cuota de sano egoísmo.

Un camino cuyo último paso coincidirá con la autorrealización, y cuyo primer paso no puede ser otro que el de conocerse, saberse, descubrirse…

  • Des-cubrirse, es decir, quitar la cobertura que me impide verme.
  • Animarme a dejar de lado las máscaras.
  • Mostrarme ante mí y ante los demás tal como soy.
  • Asumir la responsabilidad de todo lo que soy; que incluye todo lo que hago y todo lo que digo.

Conocernos es el primer paso si pretendemos dejar de pedirles a los otros que sean observadores de nuestra vida.

Conocernos consiste en tomarnos el tiempo de mirarnos interiormente, conectar con lo que creemos, con lo que pensamos, con lo que sentimos y con lo que somos, más allá de todo lo que a otros les gustaría.

Conocernos es empezar por el principio. Por la primera de aquellas tres preguntas existenciales que acompañan al hombre desde los tiempos más lejanos y que aparecen en todas y cada una de las culturas ancestrales:

¿Quién soy?

¿Adónde voy?

¿Con quién?

Tres preguntas que, como siempre digo, deben ser contestadas en ese riguroso orden, aunque sólo sea para impedir que sea mi rumbo el que determine quién soy y acabe volviéndome esclavo de mi camino. Tres preguntas que, respondidas en orden, una y otra vez, alcanzarán para evitar que mi compañera o compañero de ruta se crean con el derecho o la responsabilidad de decidir por mí el camino que seguir.

Un cuento algo kafkiano nos ayudará en este punto a reírnos de nosotros mismos.

Un hombre viaja en metro.

Está pensando en el trabajo que le espera en la oficina.

De repente alza la vista y le parece que otro hombre en el asiento de enfrente lo mira fijamente.

En su abstracción, ni siquiera nota que lo que ve es solamente su imagen reflejada en un espejo.

—¿De qué conozco a este tipo? —se pregunta al notar que su rostro le es familiar.

Vuelve a mirar y la imagen, como es obvio, le devuelve la sonrisa.

—Y él también me conoce —se dice en silencio.

Por más que intenta dejar de pensar en esa imagen de la cara familiar, no consigue alejarla de su mente.

El hombre llega a su destino y, antes de ponerse de pie para bajar del tren, saluda a su supuesto compañero de viaje con un gesto que, como no podía ser de otra manera, el otro devuelve inmediatamente.

En su trabajo, no puede dejar de preguntarse:

—¿De qué conozco yo a ese tipo?

Cómo le gustaría tener una fotografía de ese hombre para poder mostrársela a sus compañeros. Quizás alguno de ellos podría ayudarle a identificarlo…

Al finalizar su jornada decide caminar hasta casa para darse el tiempo de buscar en su memoria.

Una hora más tarde entra en su apartamento, todavía sin respuesta. Se ducha, cena, mira la televisión; pero no puede prestar atención.

—¿Dónde he visto a ese hombre? —se pregunta todavía al acostarse.

A la mañana siguiente se despierta con una sonrisa…

—Ya sé —dice en voz alta, sentándose de golpe en la cama y golpeándose la frente con la palma de su mano—. ¿Cómo no me di cuenta antes?

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