A mi hijo Demián
Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas
y tú no estás en este mundo para llenar las mías.
Tú eres tú y yo soy yo.
Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso.
Si no, no puede remediarse.
Fritz Perls
E ste libro nunca hubiera llegado a tus manos sin la colaboración de todas, repito: de todas las personas que he conocido en mi vida. Cada una de ellas ha dejado cosas suyas en mí, que de alguna manera aparecen en cada frase, en cada palabra, en cada letra de estas cartas.
Quiero dar las gracias, en especial, a mis pacientes de entonces, los verdaderos responsables de la existencia de este libro.
Todo lo que sigue ha sido aprendido de ellos, para ellos y por ellos…
Gracias.
N o me resulta fácil escribir sobre este libro de Jorge Bucay. No soy crítica literaria, sino escritora, y me parece muy mediocre limitarme al tecnicismo literario, y muy vanidoso adelantarles mi opinión sobre la obra. Es mejor que lean lo que ha escrito Jorge. Sé que lo único valedero es expresar que, para mí, el libro de Jorge es Jorge. Elijo entonces escribir sobre lo que “es” y sobre lo que “sé”.
Lo primero que me surge es una pregunta: ¿conozco a Jorge?
No, aunque sí conozco cosas de Jorge. ¿Puede alguien conocer a otro? No, ni siquiera es importante. Sólo puedo ir conociéndome a mí misma. Tampoco es importante. Es conveniente. Es. Y ahí entra Jorge.
Cuando Jorge, después de varias “vueltas”, me dijo que quería aprender conmigo (hace de esto muchos años o, tal vez mejor, muchas vidas), sentí que lo veía en su futuro, o sea, en su hoy.
…Y comenzamos nuestro camino en el hospital. Lo extraño es que ni él ni yo teníamos mucho que ver con hospitales (o tal vez sí, en aquel momento).
En el camino que recorrimos juntos, sé que me conocí más y mejor. Y así, conociéndome, surgió la magia de “saberlo” a Jorge. Conocerlo dejó, entonces, de tener validez. Cada vez que nos encontramos (y digo en-con-tramos), es otro Jorge: uno que no conozco pero sí “sé”.
No puedo limitar a Jorge: ni a su nombre ni a un cúmulo de palabras que, de todas maneras, no alcanzarían; porque las sensaciones y la sabiduría de algo, al menos yo, no las sé escribir. Tal vez lo único que sé es que escribir sobre Jorge está relacionado con el amor.
Juntos hemos recorrido los más insólitos caminos del amor o, mejor dicho, del A-M-O-R. Desde las formas más perversas hasta las más tiernas. Siempre creando. También nada.
…Por momentos fuimos Jorge y July, y por momentos fuimos Jorge con July. Por momentos Jorgejuly y por momentos Jorge- - - - - - - - - -July. Aun en nuestros silencios o en nuestras distancias, nos sabemos.
No quedó emoción, sensación o afecto que no hayamos vivido. Sólo los que conocen el AMOR sabrán de qué hablo, y aquellos que en su vida sólo llegaron a aprender algunas técnicas de coito, dejarán volar sus mundanas y mediocres fantasías gastando inútilmente tanta energía mental. Sin embargo, prefiero otorgarles el derecho a la duda.
Jorge fue para mí más que un hijo, porque además lo elegí. Y digo “fue” porque ahora, ahora es independiente. Me hace feliz verlo andar por sí mismo y, a la vez, me encuentro con el sentimiento opuesto y encontrado y simultáneo de la nostalgia que me provoca que el hijo ya no sea hijo. Creo que lo vivo más como mi trascendencia, en parte resuelta, enriquecida por las contradicciones y el acuerdo de los desacuerdos entre él y yo.
Una vez más, quiero pedirle a Jorge que sepa disculpar que yo haya nacido antes que él. Jorge siempre puso mucha rabia en ello (y yo también) y, aunque hoy ya no tiene peso, siento que le sirvió.
Creo que nuestra historia compartida se apoyó más en lo delirante de la locura creativa que en la mediocre lucidez de la cordura. Sin embargo, de ambas cosas (pues las tenemos) disfrutamos con intensidad.
No entiendo qué quiere decir “tener talento”. Sé que Jorge lo tiene. Este libro es un desafío que —afortunadamente para nosotros— se permitió para testimoniar su propio crecimiento creativo, empezando por apoyarse en una imaginaria tercera persona, hasta llegar a comprometerse plena y profundamente (como se compromete Jorge) con su profundo “sí mismo”.
Ahora sí, si me permiten, una sugerencia a los lectores: lean este libro dos veces al menos. La primera, como se lee todo libro: es decir, de principio a fin. Luego reléanlo deteniéndose en profundizar las ideas, sensaciones y conceptos que Jorge expresa a través de las palabras escritas. Sé que más que un libro de Jorge Bucay, éste es un conjunto de mensajes para muchos; porque ésta es otra de las formas de comunicación que tiene Jorge. A él, como a mí, como a otros, no le bastan las formas comunes de expresión y entonces nos salimos de plano (como dicen los pintores) para encontrarnos en el andar de la vida haciendo caminos, infinitas formas de comunicar y dar lo que tenemos.
Así es Jorge.
Así es su libro…
Zulema Leonor Saslavsky
Querido lector:
I gnoro qué te lleva a leer este libro: si el título, el aburrimiento, la curiosidad, una actitud autocastigadora… vaya a saber. De todas maneras, quiero decirte desde ahora que este libro no fue escrito para ti, este libro fue escrito para mí mismo. El motivo por el cual ha llegado a estar entre tus manos es que algunas personas, a las que con seguridad no conoces y nunca conocerás, han creído después de leer el manuscrito —allá por 1986— que podría serte útil. Y aquí está.
Habitan estas páginas mucho más que tres años de mi vida.
Durante estos casi veinte años, estas cartas se han hecho muy importantes para mí y te confieso que me gustaría mucho que disfrutaras de este libro, que te sirviera y, sobre todo, que algo te pase cuando lo leas…
Anidado en ese deseo quiero pedirte que transites con lentitud lo que digo, que mastiques cada frase, que la desmenuces agresivamente, que tomes lo que te sirva y, por último, por favor, que descartes el resto.
Quizá, como alguna vez dijo George Bernard Shaw, termines juzgando que “éste es un libro bueno y original, sólo que lo que tiene de bueno no es original y lo que tiene de original no es bueno”.
Si pese a todo esto decides seguir leyendo, entonces ya eres parte de este libro y tu opinión me importa.
Jorge M. Bucay
E n esta edición de Cartas para Claudia me he dado unos cuantos lujos. El primero y más importante es el de no corregir todos aquellos conceptos que, vertidos cuando se escribió el original, ya no comparto.
El segundo lujo es agregar a esta edición algunas cosas que no dije, no pensé o no sabía en aquel entonces.
El tercer lujo es el de aparecer en esta edición que está en tus manos, lector, y que tiene una calidad muy diferente de aquella primera que, con recursos de mi bolsillo (y de algunos seres queridos), edité en 1986.
Finalmente, me doy el lujo de agradecerte, queridísimo lector, los cientos de cartas que he recibido respondiendo a mi invitación del prólogo. He disfrutado, letra a letra, de cada una de ellas. He disfrutado de las críticas y, para qué negarlo, he disfrutado de los halagos. En aquel entonces suponía que era una locura esperar que alguien respondiera; y mi emoción fue tan grande al recibir el primer sobre que, después de leer la carta, tuve la fantasía de viajar hasta la casa del impertinente lector, cuyo nombre nunca olvido (Joaquín Foldot), para agradecerle haberme escrito. Hoy, casi una veintena de años después, y diez libros escritos, recibo novecientas cartas por mes y llegan a mi casilla cerca de doscientos cincuenta correos electrónicos por semana, de todas partes del mundo. Ya no puedo contestar todo lo que recibo, aunque nunca olvido, en honor a Joaquín, leer cada correo electrónico y cada carta que me mandan.
Página siguiente