Una tarde, hace muchísimo tiempo, Dios convocó a una reunión.
Estaba invitado un ejemplar de cada especie.
«Entonces ¿qué te gustaría ser?».
La jirafa dijo que le gustaría ser un oso panda.
El elefante pidió ser mosquito.
El águila, serpiente.
La liebre quiso ser tortuga, y la tortuga, golondrina.
El león rogó ser gato.
La nutria, carpincho.
El caballo, orquídea.
Y la ballena solicitó permiso para ser zorzal...
quien, casualmente, venía de recorrer el camino de la verdad.
—Señor, yo quisiera ser... feliz.
PREFACIO
Gran parte de las ideas que aparecen en este libro y la mayoría de sus cuentos fueron publicados hace ya diez años en la edición de los cuatro caminos, una serie de ensayos que formaban parte de una colección que se dio en llamar Hojas de ruta y que intentaban actuar como una descripción personal de los caminos que creo necesario recorrer en la permanente búsqueda que todos hacemos de la felicidad.
Hoy, actualizados y reordenados, estos conceptos vienen convocados para intentar las tres preguntas que, desde siempre, acompañan a todas las culturas. Las tres preguntas existenciales básicas:
¿Quién soy?
¿Adónde voy?
¿Y con quién?
En uno de aquellos ensayos, el de la felicidad, yo mismo prologaba aclarando que nunca había pensado que llegaría a escribir sobre la felicidad. Me preocupaba entonces, como ahora, que se pudiera malinterpretar la frase que servía de epígrafe de aquellas Hojas de ruta:
Un mapa para encontrar el camino hacia la felicidad.
Todavía hoy me perturba la idea que parece inferirse de esa frase. Si no lo aclarara, alguien podría creer que hay UNA fórmula, UN camino y UNA manera de ser feliz, y además podría pensar que yo la he descubierto, que la tengo en mi poder y que intento ponerla por escrito para compartirla como si se tratara literalmente de una receta de cocina.
Supongo que también ahora algunos se podrán sentir decepcionados al escuchar que hoy, muchos años después y con algunos caminos diferentes recorridos, sigo sin encontrar la fórmula de la felicidad y, quizá por eso, sigo creyendo que no existe. Pero agrego algo más, sospecho que quizá no deberíamos perder demasiado tiempo en buscar la receta. Estoy convencido de que sería más que suficiente ocuparnos mejor, más sanamente y con vehemencia de todo aquello que nos impide ser felices.
Después de todo, ¿qué otra cosa son nuestros problemas más que obstáculos o barreras en el camino de la búsqueda de realizarnos como personas? ¿Qué otro tema podría ocuparnos más que ese objetivo, aun cuando a muchos, como a mí, nos cueste definirlo con una palabra?
Algunos lo llaman «autorrealización», otros «conciencia continua» o «darse cuenta», para algunos equivale a un estado de iluminación o de éxtasis espiritual, unos pocos lo identifican con encontrar la ansiada paz interior y otros tantos prefieren conceptualizarlo llamándolo sencillamente «sentirse pleno».
Lo cierto es que, lo hayamos pensado o no y lo llamemos como lo llamemos, todos sabemos que ser felices es nuestro más importante desafío. De ahí que la búsqueda de la felicidad sea un tema tan profundo y tan necesitado de estudio como lo son el amor, la dificultad de comunicación, la postura frente a la muerte o la misteriosa distorsión de pensamiento que lleva a un ser humano a creer que tiene derechos sobre la existencia de otro.
En este camino de descubrimientos habrá quienes se pierdan en el trayecto y se condenen a llegar un poco tarde y habrá, también, quienes encuentren un atajo y se transformen en expertos guías para los demás.
Maestros que posiblemente no sepan darnos la fórmula mágica, pero que son capaces de enseñarnos que hay muchas formas de llegar, infinitos accesos, miles de maneras, decenas de rutas que nos llevan por el rumbo correcto.
De muchos de ellos aprendí que todos los caminos son válidos y diferentes pero se superponen en un punto: el de la humana necesidad de encontrar respuesta a las preguntas más importantes, aquellas que todos nos hacemos en algún momento y que hoy son motivo de este libro.
De todas las preguntas hay algunas que son imprescindibles.
Son las tres preguntas existenciales que acompañan a la humanidad desde el comienzo del pensamiento formal.
Preguntas que, al formar parte de todas las rutas trazadas, no se pueden esquivar.
Preguntas que habrá que responder una por una si es que se pretende enfrentar aquel desafío que Carl Rogers llamaba «El proceso de convertirse en persona», porque solamente en la búsqueda honesta de las respuestas a estas preguntas se aprende todo lo que es imprescindible saber para seguir adelante.
Dicho de otra forma, cada uno de los tres interrogantes implica un desafío ineludible: el de la búsqueda de respuestas. Conciencia de un proceso que muchas veces transita por caminos que se imbrican y superponen, pero que se aparecen y nos invitan a recorrerlos en una secuencia siempre idéntica.
¿Quién soy?
¿Adónde voy?
¿Y con quién?
Tres desafíos, tres caminos, tres preguntas para contestar en ese riguroso orden.
Para evitar la tentación de dejar que sea quien está conmigo el que termine decidiendo adónde voy.
Para evitar caer en el error de definir quién soy a partir de quien me acompaña.
Para no pretender definir mi rumbo desde lo que veo del tuyo.
Para no permitir que nadie quiera definirme en función del rumbo que elijo y mucho menos confundir lo que soy con esta parte del camino que voy recorriendo.
Primero lo primero —decía mi abuelo; y después, guiñando un ojo, agregaba—: porque lo último siempre conviene dejarlo para el final.
Y el primer desafío es el del proceso de descubrir quién soy.
El encuentro definitivo con uno mismo.
El trabajo de aprender a No depender.
El segundo es el desafío de decidir adónde voy.
La búsqueda de plenitud y de sentido.
Encontrar el propósito fundamental de nuestra vida.
Y el tercero, el desafío de elegir con quién.
El encuentro con el otro y el coraje de dejar atrás lo que no está.
El proceso de abrirse al amor y de hallar nuestros verdaderos compañeros de ruta.
Me he pasado gran parte de mi vida consultando los apuntes que otros dejaron registrados en sus mapas. Consejos y sabiduría de muchos que me ayudaron a retomar el rumbo cada vez que me perdía. He dedicado casi todo el resto de mi tiempo a trazar en ideas mis propios mapas del recorrido.
Quizá las cambiantes respuestas que fui encontrando puedan servir a alguno de los que, como yo, suelen animarse al descubrir que otros llegaron al mismo lugar por diferente camino. Ojalá puedan ayudar también a los que, en lugar de respuestas, prefieren encontrar sus propias preguntas.
Obviamente, no hay que ceñirse a los conceptos que establezco en las siguientes páginas; como se sabe, el mapa nunca es el territorio y será responsabilidad de cada lector ir corrigiendo el recorrido cada vez que su propia experiencia encuentre que el que suscribe está equivocado.
Solo así nos encontraremos al final. Tú con tus respuestas, yo con las mías.