ARTE Y MIEDO
PELIGROS (Y RECOMPENSAS) DE LA CREACIÓN ARTÍSTICA
DAVID BAYLES Y TED ORLAND
Traducción de Miguel Cisneros Perales
Ilustraciones de Elena Odriozola
Título original: Art & Fear. Observations On the Perils (and Rewards) of Artmaking. Publicado originalmente por The Image Continuum Press
Edition en 2001
Traducción de Miguel Cisneros Perales
Ilustraciones de Elena Odriozola
Diseño: Toni Cabré / Editorial Gustavo Gili, SL
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© David Bayles y Ted Orland, 1993
© de la traducción: Miguel Cisneros Perales para la edición castellana:
© Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2019
ISBN: 978-84-252-3255-8 (epub)
Producción del ebook: booqlab.com
www.ggili.com
Editorial Gustavo Gili, SL
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TABLA DE CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
Este es un libro sobre hacer arte. Arte corriente. El arte corriente significa, por ejemplo, cualquier obra de arte que no haya sido hecha por Mozart. Al fin y al cabo, la gente como Mozart rara vez hace arte; lo que ocurre es que, estadísticamente hablando, no existe gente así.Los genios nacen cada cien años, pero se hace buen arte todo el tiempo, por lo que equiparar la creación artística con el trabajo de los genios supone confinar esta actividad íntimamente humana a un lugar extrañamente inalcanzable e incognoscible; y, en la práctica, el arte puede estudiarse con todo detalle sin que sea necesario adentrarse en los complejos vericuetos de la genialidad artística.
Por tanto, este es un libro para todos nosotros, para el común de los mortales. Ambos autores somos artistas que nos enfrentamos diariamente a las dificultades que supone hacer arte en el mundo real. Escribimos desde nuestra experiencia personal y los temas que tratamos se alejan de las necesidades básicas de curadores, editores, críticos o público. Es un libro sobre lo que siente un artista cuando entra en su estudio o aula; cuando se pone manos a la obra, a las teclas, frente al caballete o tras la cámara; sobre lo que siente cuando intenta hacer la obra de arte que siente que necesita hacer. Es un libro sobre el compromiso que supone tomar el volante de nuestro destino, de poner el libre albedrío por encima de la predestinación, la elección por encima de la posibilidad. De encontrar el arte de uno mismo, de eso, sí, de eso trata este libro.
David Bayles
Ted Orland
PARTE I
Escribir es fácil: todo lo que tienes que hacer
es sentarte a mirar una hoja de papel en
blanco hasta que te empiecen a correr gotas
de sangre por la frente.
LA NATURALEZA DEL PROBLEMA
La vida es corta; el arte, largo; la ocasión, fugaz; la experiencia, traicionera; el juicio, difícil.
Hipócrates (460-400 a. C.)
Hacer arte es difícil. Dejamos dibujos a medias e historias inconclusas. Nuestro trabajo no lo sentimos como propio. Nos repetimos. Tiramos la toalla justo antes de dominar la técnica o el material con el que trabajamos, o continuamos mucho después de haber agotado todo su potencial. A menudo, las obras que no hemos hecho nos parecen mucho más reales que las que hemos completado. Y es normal que nos preguntemos: ¿Cómo hacer arte? ¿Por qué en tantas ocasiones no lo conseguimos? ¿Cuál es la naturaleza de las dificultades que hacen que tantos de nosotros lo dejemos nada más empezar?
Estas dudas, que parecen atemporales, están especialmente presentes en nuestra época. Nos parece que era mucho más fácil pintar bisontes en las paredes de una cueva hace milenios que escribir esta oración (o cualquier otra) hoy. Los demás, en otros tiempos y lugares, tenían el apoyo de instituciones muy sólidas: por ejemplo, la Iglesia, la tribu, los rituales, la tradición. Suponemos que los artistas dudan menos de su vocación cuando trabajan al servicio de Dios que cuando trabajan al servicio de sí mismos.
Pero las cosas han cambiado. Hoy casi nadie tiene tales apoyos. Las obras de arte de hoy no emergen de sólidos cimientos comunes: el bisonte en la pared es resultado de la magia de alguien distinto a nosotros. Hacer arte en la actualidad significa trabajar sumido en la incertidumbre; significa vivir con la duda y la contradicción, hacer algo que a nadie le importa mucho, algo para lo que probablemente no habrá público ni recompensa. Dedicarte a lo que te gusta significa dejar de lado estas dudas para ver claramente lo que has hecho y luego saber a dónde ir después. Hacer la obra que quieres significa encontrar sustento en la propia obra. Esta no es la era de la fe, la verdad y la certeza.
Sin embargo, incluso la idea de que el artista tiene algo que decir sobre el proceso de creación entra en conflicto con cómo se entiende la creación artística hoy, es decir, con la idea predominante de que el arte se basa de manera fundamental en el talento, y de que ese talento es un don que se da de forma azarosa en unas personas y en otras no. Dicho llanamente: se tenga o no se tenga talento, el Arte con mayúscula es producto de la genialidad, el buen arte es producto de artistas que están cerca de ser genios (a los que Nabokov comparó con la cerveza sin alcohol), y así sucesiva y descendientemente hasta llegar a la literatura pulp y los libros para colorear. Este punto de vista es inherentemente fatalista, y aunque fuera cierto seguiría siendo fatalista, y no ofrece un estímulo útil para quienes crean arte. Nosotros adoptaremos el punto de vista de Conrad sobre el fatalismo, que es, según él, un tipo de miedo, el miedo a que tu propio destino esté en tus manos, pero tus manos sean demasiado débiles.
No obstante, pese a que el talento, por no mencionar el destino, la suerte y la tragedia, desempeñan un papel muy importante en el devenir de la humanidad, difícilmente se consideran herramientas de confianza para el desempeño artístico del día a día. En el mundo cotidiano (que es, después de todo, el único en el que vivimos), el esfuerzo que conlleva seguir adelante con nuestro trabajo pasa por aceptar algunas ideas básicas sobre la naturaleza humana, supuestos que nos devuelven el poder (y, por tanto, la responsabilidad) de nuestras acciones y lo colocan en nuestras manos. Comentaremos algunas de estas ideas a continuación:
ALGUNOS SUPUESTOS
La creación artística requiere una serie de habilidades que se pueden aprender. La creencia convencional dice que lo que puede enseñarse es el oficio, el craft, mientras que el “arte” sigue siendo un regalo mágico otorgado solo por los dioses. No es así. En gran medida, convertirse en artista consiste en aprender a aceptarte, en aceptar lo que hace que tu trabajo sea personal; y en seguir tu propia voz, lo que hace que tu trabajo sea único. Claramente, estas cualidades puede desarrollarlas cualquiera. De hecho, a largo plazo, rara vez se distingue el talento de la perseverancia, el esfuerzo o el trabajo duro. Por supuesto, cada pocos años aparece un aprendiz de fotografía cuyas instantáneas del primer semestre son tan hermosas y denotan tal oficio que parecen obra de Ansel Adams. Y, por supuesto, un don natural como este (especialmente si se revela en la primera y frágil época de aprendizaje) supone un estímulo inestimable para el artista. Pero nada de esto tiene que ver con el arte. Solo señala el hecho de que la mayoría de nosotros (¡incluido Adams!) tuvimos que esforzarnos durante años para perfeccionar nuestro arte.
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