INTRODUCCIÓN
Este libro fue escrito por un gran especialista, Lev Semenovich Vygotsky (1896-1934), fundador de una rama original de la psicología soviética basada en la naturaleza sociohistórica de la conciencia humana.
Vygotsky escribió la Psicología del arte hará unos cuarenta años, en el momento en que la psicología soviética empezaba a ver la luz. Todavía se estaba librando la batalla en contra de la psicología fuertemente idealista por aquel entonces pujante en el principal centro soviético de psicología científica, el Instituto Psicológico de la Universidad de Moscú, dirigido por G. I. Chelpanov. En el transcurso de esas disputas, que estaban destinadas a reconstruir la ciencia psicológica sobre las bases del marxismo, los psicólogos progresistas fundaron su nueva escuela de pensamiento.
Tras la Segunda Conferencia sobre Psiconeurología celebrada en enero de 1924, la dirección del Instituto Psicológico pasó a manos de K. I. Kornilov. Multitud de nuevos investigadores, cuyas carreras en ciertos casos sólo habían hecho que empezar, entraron en el Instituto. Entre ellos estaba Vygotsky, que entonces sólo contaba veintiocho años de edad.
Aunque le asignaron un modesto puesto de joven investigador científico en plantilla (o científico en plantilla de 2ª clase, como se decía entonces), ya desde sus primeros días en el Instituto Vygotsky hizo gala de una impresionante energía. Presentó numerosas ponencias en el Instituto y en otras organizaciones científicas de Moscú, al tiempo que daba clases a los estudiantes. Desarrolló sus investigaciones experimentales acompañado de un pequeño grupo de jóvenes colegas psicólogos; entretanto, escribía sin cesar. A principios de 1925 publicó un brillante artículo, «La conciencia como problema en la psicología de la conducta», arribaron de forma casi simultánea. Estas obras dieron paso a una nueva fase en la carrera de Vygotsky, la de sus actividades como psicólogo científico.
El desembarco de Vygotsky en el campo de la psicología científica supuso una novedad y, a la vez, una excepción. La psicología había sido siempre uno de sus grandes intereses, especialmente en conexión con su preocupación por el arte. Su paso al ámbito de la psicología no careció, pues, de lógica interna. Lógica que también se refleja en el trabajo que aquí presentamos, un libro de transición en todos los sentidos de la palabra.
En la Psicología del arte el autor presenta los resultados de sus trabajos desarrollados entre 1915 y 1922. El libro también sienta los cimientos para las nuevas ideas en psicología que constituirían la principal aportación de Vygotsky a dicha ciencia y a las que dedicó los años —por desgracia muy pocos— que le restaban de vida.
Hay que leer la Psicología del arte en dos niveles: como la psicología del arte y como la psicología del arte. No resulta difícil recrear para el lector el contexto histórico en que nació el libro. En tiempos de su primera edición, los estudios soviéticos sobre arte estaban dando sus primeros pasos. Fue una época de revisión de los viejos valores; el gran «análisis experimental» empezaba a invadir tanto el arte como la literatura. Entre la intelligentsia soviética se respiraba una atmósfera de tendencias divergentes y contradictorias. Todavía no se había inventado la expresión «realismo socialista».
Al comparar el libro de Vygotsky con otros textos sobre arte de los primeros años veinte percibimos de inmediato su excepcionalidad. En él, su autor interroga a las formas clásicas de la literatura: la fábula, la novela y las tragedias de Shakespeare. Pero su atención no se centra en las controversias por aquel entonces de moda entre formalismo y simbolismo, entre los futuristas y el frente de izquierdas. El gran problema que se plantea reviste un significado más amplio y genérico: una creación artística ¿qué es lo que hace?, ¿qué es lo que la convierte en obra de arte? Éste es, en realidad, el problema estético capital, y no podemos ignorarlo si queremos ponderar el verdadero valor de una novedad surgida en el mundo del arte.
Vygotsky se aproxima a las obras de arte desde la perspectiva de un psicólogo que se ha liberado de la antigua psicología subjetivaempírica. De ahí que en su libro se oponga a ese psicologismo tradicionalmente empleado en la interpretación del arte. Su método es objetivo y analítico. En su opinión, al analizar la estructura de una obra de arte uno debe recrear la respuesta, la actividad interna a la que dicha obra da pie. Este concepto permitió a Vygotsky internarse en los secretos del valor perdurable de las grandes obras artísticas o descubrir esa fuerza en virtud de la cual una epopeya griega o una tragedia shakesperiana sigue, en palabras de Marx, «suministrándonos goce artístico y, en ciertos sentidos, sirviéndonos como norma y modelo inalcanzable».
El primer paso tiene que ser desbrozar el camino, deshacernos de las muchas «soluciones» falaces que se propusieron en la abundante literatura de la época. De ahí que buena parte del libro de Vygotsky esté dedicada a una crítica de las visiones unilaterales de las cualidades específicas del arte, de sus funciones específicamente humanas y sociales. El autor se niega a reducir las funciones del arte a una función puramente perceptiva, gnóstica. Si el arte de verdad posee una función perceptiva, se convierte en una función de una percepción especial llevada a cabo por medios particulares. El arte no es una simple cuestión de percepción visual. La transformación de algo en figura o símbolo no crea, sin más, una obra de arte. La «cualidad pictográfica» de una producción y su cualidad como obra artística son dos cosas muy distintas. La esencia y función del arte no están contenidas en la forma, porque la forma no existe en solitario y carece de independencia. Su verdadera validez sólo sale a relucir cuando la consideramos en relación con el material al que informa o «encarna», por decirlo en términos de Vygotsky, insuflándole nueva vida en el contexto de la obra artística. Desde esta perspectiva, el autor expresa su oposición al formalismo en arte, a cuya crítica dedica todo un capítulo de su libro («El arte como técnica»).
Pero ¿es que la cualidad específica del arte se encarna quizá en la expresión de la experiencia emotiva, la comunicación de sentimientos? Vygotsky también rechaza esta solución. Se opone tanto a la teoría del «contagio» de sentimientos como a la interpretación puramente hedonista de la función del arte.
El arte, por supuesto, «trabaja» con sentimientos humanos, y una obra de arte es la encarnación de dicho trabajo. Sensaciones, emociones y pasiones forman parte del contenido de una obra artística, pero son transformadas por ella. Del mismo modo que la creación artística produce una transfiguración del material de que se compone la obra de arte, también provoca una metamorfosis de los sentimientos. La importancia de esta metamorfosis, para Vygotsky, radica en que trasciende los sentimientos individuales y los generaliza a un plano social. El sentido y la función de un poema sobre el dolor no es en modo alguno transmitir al lector la aflicción del autor (ay del arte si esto fuera así, observa Vygotsky), sino modificar esa aflicción para que revele algo nuevo y pertinente para el hombre en un nivel de verdad más elevado.