• Quejarse

Janet Evanovich - Qué Vida Ésta

Aquí puedes leer online Janet Evanovich - Qué Vida Ésta texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover

Qué Vida Ésta: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Qué Vida Ésta" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Es una verdad universa reconocida que si se tiene un trabajo de riesgo, lo mejor que se puede hacer es mantenerlo al margen de la vida privada. Sin embargo, ésta es una regla que la incombustible Stephanie Plum, la caza recompensas más patosa de la Costa este, parece incapaz de cumplir En esta nueva entrega de sus descacharrantes aventuras, cuando Stephanie emprenda la búsqueda de una madre y una hija desaparecidas, no sólo la perseguirán malos malísimos como el mafioso Eddie Abruzzi, sino que además tendrá que soportar los bienintencionados consejos de la abuela Mazur, arreglarle la vida a su hermana Valerie, aceptar con buena cara la ayuda entusiasta aunque poco eficaz de su amiga Lula, los hirientes comentarios de los policías de su pueblo, siempre dispuestos a pasar un buen rato con sus meteduras de pata… Y por si todo esto fuera poco aún tendrá que decidir entre abandonarse a la lujuria en brazos del apuesto y misterioso Ranger o reconciliarse con Joe Morelli su novio de toda la vida

Janet Evanovich: otros libros del autor


¿Quién escribió Qué Vida Ésta? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Qué Vida Ésta — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Qué Vida Ésta " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Qué Vida Ésta - image 1

Janet Evanovich

Qué Vida Ésta

Hard Eight

1

Qué Vida Ésta - image 2

ÚLTIMAMENTE HE DEDICADO mucho tiempo a rodar por el suelo con hombres que creen que tener una erección representa un crecimiento personal. Esos revolcones no tienen nada que ver con mi vida sexual. Esos revolcones son lo que termina pasando cuando una detención sale mal y una intenta, con un último esfuerzo físico, reducir a un tipejo rudo y malvado que sufre una disfunción congénita del lóbulo frontal.

Me llamo Stephanie Plum y me dedico a la persecución de fugitivos… Trabajo para mi primo, Vinnie, como agente de cumplimiento de fianzas, para ser exactos. No sería un mal empleo, si no fuera porque la consecuencia inmediata de la violación de una fianza es el encarcelamiento, y a los fugitivos no les suele gustar la idea. Lógico. Para persuadir a los fugitivos de que vuelvan al redil, normalmente les convenzo de que se pongan esposas y grilletes en los tobillos. Esto funciona bastante bien la mayor parte de las veces. Y si se hace como tiene que ser, suele evitar el rollo de los revolcones por el suelo.

Desgraciadamente, hoy no ha sido uno de esos días. A Martin Paulson, de ciento treinta kilos de peso y uno ochenta de estatura, le arrestaron por estafa con tarjeta de crédito y por ser un tipo absolutamente impresentable. No había comparecido ante el juez la semana anterior y eso le había puesto en mi «Lista de los más buscados». Dado que Martin no tiene demasiadas luces, no había sido muy difícil dar con él. De hecho, Martin estaba en su casa haciendo lo que mejor sabe hacer: robar artículos por Internet. Había conseguido ponerle las esposas y los grilletes y meterle en mi coche. E incluso había conseguido llevarle hasta la comisaría de policía de la avenida North Clinton. Lamentablemente, cuando intenté sacar a Martin del coche se tiró al suelo y en aquel momento rodaba sobre la barriga, atado como un pavo en Navidad, incapaz de ponerse de pie.

Nos encontrábamos en el estacionamiento adyacente a las oficinas municipales. La puerta trasera que conducía al oficial de guardia estaba a menos de quince metros. Podría gritar pidiendo ayuda, pero me convertiría en el blanco de las bromas de los polis durante días. Podría quitarle las esposas o los grilletes, pero no me fiaba de Paulson. Estaba muy cabreado, con la cara congestionada, profiriendo maldiciones y soltando amenazas obscenas y espeluznantes gruñidos animales.

Yo estaba de pie, observando el forcejeo de Paulson mientras intentaba decidir qué demonios iba a hacer, porque para levantar del suelo a ese tipo iba a hacer falta una grúa como mínimo. Y en ese momento Joe Juniak entró en el aparcamiento. Juniak, antiguo policía, es ahora el alcalde de Trenton. Es unos cuantos años mayor que yo y unos treinta centímetros más alto. Un primo segundo de Juniak, Ziggy, está casado con mi prima política, Gloria Jean. O sea, que somos casi parientes… muy lejanos.

La ventanilla del conductor se abrió y Juniak me sonrió haciendo un gesto con los ojos hacia Paulson.

– ¿Es tuyo?

– Sí.

– Está mal aparcado. Tiene el culo encima de la línea blanca.

Toqué a Paulson con la punta del pie y él empezó a balancearse otra vez.

– Está averiado.

Juniak salió del coche y levantó a Paulson por los sobacos.

– No te importará que adorne esta anécdota cuando la cuente por toda la ciudad, ¿verdad?

– ¡Claro que me importa! Recuerda que voté por ti -dije-. Y además somos casi parientes.

– No cuentes conmigo, cariño. Los polis vivimos para estas cosas.

– Ya no eres poli.

– Cuando eres poli lo eres para toda la vida.

Paulson y yo nos quedamos mirando cómo Juniak se volvía al coche y se largaba de allí.

– No puedo andar con estos cacharros -dijo Paulson, mirando a los grilletes-. Voy a caerme otra vez. No tengo muy buen sentido del equilibrio.

– ¿Nunca has oído el lema de los cazarrecompensas: «Tráelo… vivo o muerto»?

– Claro.

– Pues no me tientes.

La verdad es que llevar a alguien muerto es una de las cosas más desaconsejables, pero me parecía que era el momento oportuno para lanzarle una falsa amenaza. Era última hora de la tarde. Estábamos en primavera. Y yo estaba deseando seguir con mi vida. Pasarme otra hora intentando convencer a Paulson de que cruzara el aparcamiento no era lo que más me apetecía hacer.

Quería estar en alguna playa sintiendo como el sol me chamuscaba la piel hasta que pareciera una corteza de cerdo frita. Cierto es que en esta época del año eso tendría que ser en Cancón y Cancón no entraba en mi presupuesto. Aun así, la cuestión principal era que no quería estar allí, en aquel estúpido aparcamiento, con Paulson.

– Lo más seguro es que ni siquiera tengas pistola -dijo Paulson.

– Oye, déjame en paz. No puedo quedarme aquí todo el día. Tengo otras cosas que hacer.

– ¿Como qué?

– No es asunto tuyo.

– ¡Ja! No tienes nada mejor que hacer.

Yo llevaba vaqueros, camiseta y botas negras marca Caterpillar, y sentí una incontrolable necesidad de darle una patada en la corva con mis Cats del número siete.

– Contesta -dijo.

– He prometido a mis padres que estaría en casa a las seis para la cena.

Paulson soltó una risotada.

– Es patético. Es patético, joder.

Su risa se transformó en un ataque de tos. Paulson se inclinó hacia adelante, se tambaleó de un lado a otro y cayó al suelo. Intenté detener su caída, pero era demasiado tarde. De nuevo yacía sobre la barriga, haciendo su imitación de una ballena varada.

Mis padres viven en una diminuta casa adosada, en una zona de Trenton que llaman el Burg. Si el Burg fuera una comida, sería pasta: macarrones, fetuchinis, espaguetis y lacitos, bañados en salsa marinara, de queso o mayonesa. Una comida buena, sencilla, que gusta a todos, que te dibuja una sonrisa en la cara y te acumula grasa en el culo. El Burg es un vecindario sólido, en el que la gente se compra una casa y vive en ella hasta que la muerte los saca de allí. Los patios traseros se usan para poner el tendedero, almacenar los cubos de la basura y proporcionar al perro un lugar para evacuar. A los habitantes del Burg no les van las terrazas de fantasía ni los cenadores. Prefieren sentarse en los pequeños porches de delante o en las escaleras de entrada. Son mejores para ver discurrir la vida.

Llegué justo cuando mi madre sacaba el pollo asado del horno. Mi padre ya estaba sentado a la cabecera de la mesa. Tenía la mirada perdida al frente, los ojos vidriosos, los pensamientos en el limbo, y el tenedor y el cuchillo en la mano. Mi hermana Valerie, que había vuelto a casa recientemente, después de abandonar a su marido, estaba atareada haciendo puré de patatas en la cocina. Cuando éramos pequeñas, Valerie era la hija perfecta. Y yo era la hija que pisaba caca de perro, se sentaba en los chicles y se caía constantemente del techo del garaje intentando volar. Como último recurso para salvar su matrimonio, Valerie había renegado de sus genes italo-húngaros y se había convertido en Meg Ryan. El matrimonio se fue a pique, pero el pelo rubio a lo Meg sigue ahí.

Las niñas de Valerie estaban sentadas a la mesa con mi padre. Angie, de nueve años, estaba correctamente sentada con las manos cruzadas, resignada a soportar la cena, como un clon casi perfecto de Valerie a su edad. Mary Alice, de siete años, la niña del exorcista, llevaba dos palos sujetos en la cabeza.

– ¿Y esos palos? -pregunté.

– No son palos. Son cornamentas. Soy un reno.

Aquello me sorprendió, porque normalmente es un caballo.

– ¿Qué tal te ha ido el día? -me preguntó la abuela, poniendo una fuente de judías verdes en la mesa-. ¿Le has disparado a alguien? ¿Has capturado a algún delincuente?

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Qué Vida Ésta»

Mira libros similares a Qué Vida Ésta. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


No cover
No cover
LaVyrle Spencer
No cover
No cover
Stephanie Laurens
No cover
No cover
Sara Paretsky
No cover
No cover
Janet Evanovich
No cover
No cover
Janet Evanovich
Julieta Quiñonez Castaños - El Juego de La Vida
El Juego de La Vida
Julieta Quiñonez Castaños
No cover
No cover
Stéphanie Thomas
Juan Miguel Espinar - Nana Parte II
Nana Parte II
Juan Miguel Espinar
Juan Miguel Espinar - Nana Parte I
Nana Parte I
Juan Miguel Espinar
Stephanie Basco Sullivan - Mi útero en forma de corazó
Mi útero en forma de corazó
Stephanie Basco Sullivan
Marita Gallman - Furia Venenosa
Furia Venenosa
Marita Gallman
Reseñas sobre «Qué Vida Ésta»

Discusión, reseñas del libro Qué Vida Ésta y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.