Jeff Abbott - Panico
Aquí puedes leer online Jeff Abbott - Panico texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2009, Editor: La factoría de ideas, Género: Detective y thriller. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:
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- Libro:Panico
- Autor:
- Editor:La factoría de ideas
- Genre:
- Año:2009
- Índice:3 / 5
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Panico: resumen, descripción y anotación
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Panico — leer online gratis el libro completo
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–¿Sigues estando de acuerdo con esto, papá? – preguntó Evan-. ¿Quieres a Jargo o no?
Mitchell consiguió hablar:
–No quiero que mi hermano muera. Pero no, no puede quedarse al mando -dijo siguiéndole la corriente a Evan.
–De acuerdo, papá. – Evan sonrió a Jargo; fue el gesto más duro que jamás había hecho-. No te estoy apartando por completo del negocio familiar. Quiero decir que si quieres retirarte, es cosa tuya. – Sacó la PDA de Khan del bolsillo de su chaqueta-. Le quité esto a Thomas Khan. Hay un ordenador con una copia de este vídeo que todos estamos disfrutando, programado para que sea enviada por correo electrónico en menos de diez minutos.
–¿Así que simplemente te cedo las riendas a ti? – dijo Jargo.
Dezz daba saltitos sobre las plantas de los pies.
–Sí. ¿Te suena familiar? Hiciste un truco similar con Alexander Bast hace veinte años. Pero yo no te voy a matar. – «Todavía no», pensó. Agarró la PDA y esperó que no le temblase la mano-. Puedo evitar que el programa de correo electrónico le dé un gran susto a toda esa mierda de red tuya y a todos tus clientes. Sólo yo tengo la clave. Si me matas o si les haces daño a mi padre o a Carrie, los archivos serán enviados y tú serás historia. Los Deeps te perseguirán, y cuando te encuentren te patearán hasta matarte.
–Papá -dijo Dezz con una voz tensa-, no son más que gilipolleces.
–Un hacker me descifró todas las contraseñas de Khan -dijo Evan-. Sé tu nombre, tío Nikolai, sé quién eres y quién te paga. Esto se ha acabado para ti. Es el fin.
–¡Miente! – chilló Dezz.
–¿Miento? Tengo el portátil de Khan. Tengo sus archivos, su PDA y ese montaje de vídeo. – Evan entrecerró los ojos-. Os habéis metido con el tipo equivocado.
–Es todo un farol -dijo Dezz.
Tenía el rostro enrojecido y sudaba, y una mueca mostraba sus pequeños dientes blancos. Sin apartar la vista de Jargo, Evan desbloqueó la PDA con su huella. Abrió un archivo y se lo enseñó a Jargo para que lo leyese. Una larga lista de nombres: clientes y Deeps.
–¿Te parece esto un farol?
El brillo de la PDA se reflejó en la cara de Jargo. Leyó los nombres y cerró los ojos.
–¿Qué… qué tengo que hacer para que no mandes el correo electrónico?
–Poned las armas en el suelo. Liberad a mi padre y a Carrie. Marchaos ahora mismo. Iros.
Dezz levantó la pistola:
–¡No!
–Mátame y lo envío -afirmó Evan-. Tú decides.
–Aun así podrías mandar el mensaje -apuntó Jargo.
–Tendrás que confiar en mí -dijo Evan-. Papá aún quiere llevar Los Deeps, no destruiré su negocio. – La mentira le salió con facilidad, como el resto de mentiras. Estiró la mano-. Tu pistola.
Jargo dijo:
–Mitchell, por el amor de Dios…, sabes que nunca te habría hecho daño. Te di la vida que querías, la vida con la que soñabas. No puedo creer que te hayas puesto en mi contra.
–Le acabas de romper los dedos-dijo Evan.
–Yo no. Fue Dezz. Dezz… lo hizo. – Jargo dio un paso titubeante-. Estás haciendo esto porque crees que maté a tu madre. No lo hice. Yo no lo hice. – Y enfatizó el «yo»-. Sólo quería averiguar lo que se había llevado y por qué se lo había llevado. Yo…
Se estremeció, vacilante ante su repentina debilidad.
–Cállate y dame la pistola. Ocho minutos.
Jargo le dio la pistola.
–Libera a Carrie y a mi padre.
–Hazlo -le ordenó Jargo a Dezz.
–De ninguna manera; no lo haré, no lo haré. – La voz de Dezz había mutado hasta convertirse en un chillido-. Es mentira, nos está contando un cuento, eso es lo que hace.
Evan lo apuntó con la pistola.
–Siete minutos. Imagino que querrás llegar a la carretera.
Quería dispararle a Dezz, dispararle justo entre sus dos ojos mentirosos. Pero en realidad sólo deseaba que se fuesen y que su padre y Carrie estuviesen a salvo. La policía podría atraparlos en el cruce de los caimanes, aunque se dirigiesen a Miami o hacia el noroeste, hacia Tampa.
Jargo cogió las llaves y se arrodilló junto a Mitchell. Éste se separó de la pared. Estaba sufriendo.
Dezz cerró el portátil, apagó el vídeo y le acercó la pistola a Evan.
–Papá, esto es una mala idea. Es un farol. No hay red inalámbrica por aquí a la que pueda conectarse para detener ningún correo.
–También puedo hacerlo con una llamada de teléfono -dijo Evan-. Se te está acabando el tiempo.
–Dezz, cállate. – Jargo abrió la esposa que ataba a Mitchell a la barra de hierro, y miró a su hijo-: No estoy para que pierdas el control…
Mitchell se puso de pie como pudo. Uno de los extremos de las esposas estaba abierto y el otro le colgaba de la muñeca izquierda. Miró fijamente a su hermano. Ira, odio, daño; en su cara se reflejaba un caleidoscopio de emociones construido sobre años de engaño.
Evan lo vio; siguió apuntando a Dezz y pensando. «Papá, déjalos marchar, tenemos la mano más alta, juégala, se marcharán y estaremos bien…»
–Tú mataste a mi Donna -dijo Mitchell. Vocalizaba como si tuviese la boca llena de gravilla-. Volaste hasta Austin y la mataste.
Luego balanceó en el aire la pesada esposa.
El círculo abierto de acero le dio a Jargo en la cara, se deslizó por su piel y le enganchó la mejilla. Jargo gritó. Mitchell tiró de la esposa y le abrió la cara a su hermano.
Dezz se dispuso a apuntarlo, pero Mitchell se giró golpeándolo y le agarró el brazo a Dezz. La bala impactó en el suelo de ciprés.
Evan se agachó para cubrir a Carrie, que seguía en el suelo.
Dezz se retiró hacia la puerta y disparó dos veces. La primera bala le dio a Jargo en la parte de atrás de la cabeza mientras se tambaleaba con la cara enganchada a la muñeca de su hermano. La segunda impactó en la carne con un ruido húmedo y los dos hermanos cayeron al suelo juntos.
Evan disparó. Dezz cayó de espaldas desde la puerta. Evan oyó pasos corriendo en retirada y un aullido de dolor. Siguió apuntando con la pistola hacia la puerta, muerto de miedo por su padre. Se arrodilló junto a los cuerpos encogidos. Jargo estaba sobre su padre. Lo sacó de encima; estaba muerto: tenía la parte de atrás de la cabeza destrozada y ensangrentada. Sus ojos, que ya no veían, estaban abiertos como platos de incredulidad.
Mitchell miró a su hijo, gimió y cerró los ojos. En su camisa había un agujero de bala.
–¡Evan!
La voz de Carrie interrumpió la conmoción. Tiraba con fuerza de la esposa que la mantenía atada al suelo.
–Le han disparado a papá -dijo Evan, luego se le aclaró la mente.Tenía que liberarla. Ella podía ayudar a su padre y él ir a acabar con Dezz. No podía dejarla esposada al suelo por si volvía Dezz.
–Jargo tiene la llave -dijo ella.
Evan encontró la llave debajo del brazo inerte de Jargo. Corrió hacia ella, todavía apuntando hacia la puerta, e introdujo la llave en la cerradura, que se abrió.
–Sigue apuntando -le instó ella-. Yo abriré la otra cerradura.
–Cariño, le disparó a mi padre.
Los gritos y el tono de confianza habían abandonado la voz de Evan.
–Ahora… ahora mismo iremos a buscar ayuda. – Se levantó temblando-. Me han disparado, Evan, me disparó en la pierna.
–Lo mataré -dijo Evan.
Carrie le tapó la boca con la mano. Silencio.
–Creo que huirá -susurró.
–Buscaré ayuda para ti y para papá. Luego mataré a Dezz.
Evan sintió en su propia voz más frialdad que nunca.
Carrie le tocó el cuello a Mitchell.
–Evan…
Se apagaron todas la luces.
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