Fernando Savater - Contra el separatismo
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- Libro:Contra el separatismo
- Autor:
- Editor:ePubLibre
- Genre:
- Año:2017
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Contra el separatismo: resumen, descripción y anotación
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A CASA
Izar es la hija de tres años de Sara Majarenas, condenada por pertenencia a ETA. La criatura vivía interna con su madre en la prisión donde esta cumplía condena y sufrió graves heridas al ser acuchillada por su padre durante una salida de fin de semana. El miserable quiso así vengarse de la mujer. Ahora Izar se repone de sus heridas y comparte con su madre un hogar de acogida en la provincia de Madrid. Una reciente manifestación en San Sebastián pidió que Sara fuera excarcelada a fin de que ambas se trasladaran a Donosti para que Izar pudiera empezar el curso en una ikastola. Yo leo esta historia con una emoción punzante y rara que no les cuento porque caería en la sensiblería. Sólo diré que por ayudar a Izar haría todo lo que esté en mi mano.
¿Que venga cuanto antes a Donosti? Pues es la ciudad que prefiero en el mundo, de modo que también se la deseo. Pero tengo mis dudas. Uno de sus posibles maestros en la ikastola asegura que el caso es grave «porque la niña va a tener que estudiar en un idioma que no es el suyo». Y la portavoz de la plataforma que reclama su venida a Donosti insiste en que es «una niña vasca» recluida en un piso de Alcobendas, que «va a ser obligada a escolarizarse en un colegio de allí» en vez de en donde tiene sus lazos culturales y sociales. No es verdad: la niña ha nacido en una cárcel de León, creo, por el azar del mundo (como todos). Es ciudadana española y, por tanto, su lengua es el castellano, tanto como el euskera si quiere aprenderlo. Lo importante es que se eduque bien, para no caer en los errores maternos. Y si tiene lazos «culturales» que la obligan a ser vasca sin preguntar su opinión y a renunciar al castellano por decreto, mejor es que no caiga en ellos y siga en Alcobendas.
COMPETICIÓN
Soñé con una competición entre los mayores disparates que se han dicho últimamente sobre el golpe de Cataluña: ¡el Derby de las sandeces! Algunas que ayer parecían favoritas se lesionaron y no llegaron a participar, como esa de los «separatistas y los separadores», sustituida por otra de la misma cuadra: Rajoy es el mayor fabricante de independentistas. ¡Ganas de robarle protagonismo a TV3! Con buen cajón de salida y cómoda de peso estaba una de las más rebuznadas, sobre todo por políticos serios: la de que los jueces y las leyes no pueden sustituir a la política. ¿Sabrán por qué se llama el nuestro Estado «de derecho»? ¿Creerán que hay alguna medida política más urgente que la aplicación de las leyes como paso previo a cualquier debate? Con algunos kilos de más (y algo menos de masa cerebral) figuraba todo un clásico popular: el de que aún no hemos liquidado el franquismo. ¿Y por qué no el carlismo, con su romanticismo de sacristanes antimodernos que tanto se parece a lo que burbujea en Cataluña? Pues recordemos que no fue Franco quien trajo el carlismo, sino el carlismo quien trajo a Franco e imitadores. La última inscripción, tras el 1-O , es el de la «brutalidad» policial. Para brutos nada nobles, los que confunden a policías y guardias civiles con vendedores de souvenirs, los que se consideran pacíficos mientras violan en masa todas las leyes imaginables y, sobre todo, los que olvidan que los únicos brutalizados son los antinacionalistas grandes y chicos que no se atreven a salir a la calle por miedo a los de las sonrisas…
No sé quién ganará este Derby, pero conozco el lema de la cuadra: «La verdad nos haría libres, pero preferimos la mentira porque nos hará independientes».
CONTRA EL SEPARATISMO
EL ESCUDO DE LA LIBERTAD
En primer lugar, debo agradecer el honor que me hacen invitándome a hablar en la conmemoración de una fecha histórica tan relevante para la Isla de León y para España entera. Un honor inmerecido, porque no soy historiador ni destaco por mis conocimientos en esa materia, todo lo contrario; pero también un honor yo diría que «inapropiado», porque nunca he sabido desenvolverme bien en los actos oficiales, incluso parece que lo voy haciendo peor según envejezco. Pero a pesar de lo inmerecido e inapropiado de este honor, lo he aceptado y aquí me tienen. Me he sentido obligado a venir por dos razones, una muy personal e íntima, la otra de carácter cívico, de ética ciudadana. Permitan que antes de seguir adelante les explique brevemente estas dos razones.
Hace una docena de años, vivíamos en el País Vasco sometidos al acoso criminal de la mafia etarra y a la imposición en todos los órdenes del nacionalismo obligatorio. Pese a los apoyos oficiales, notábamos que nos faltaba el sostén cotidiano de nuestros conciudadanos del resto del país, porque estábamos convencidos de que la agresión terrorista era un asunto de todos y no sólo de los vascos que lo padecíamos más de cerca. Entonces, una valiente luchadora, que además era el amor de mi vida, tuvo una idea que luego han imitado muchos partidos y activistas sociales: fletar un autobús en el que viajásemos miembros de movimientos cívicos, víctimas del terrorismo, periodistas, etcétera, y recorrer España del uno al otro confín, como diría el poeta, haciendo paradas en el camino para contar lo que ocurría en Euskadi y despertar a la gente que veía el asunto como algo ajeno. Salimos de San Sebastián en un autobús decorado por el gran Alberto Corazón y, haciendo alto en ciudades de todo el recorrido, llegamos hasta Cádiz, donde acabamos nuestra aventura en el Oratorio de San Felipe Neri. De esa hermosa travesía guardo recuerdos que después la pérdida ha hecho dolorosamente imborrables, pero por encima de todos, el enorme afecto y el desbordante apoyo cívico que encontramos en tierras gaditanas. ¿Cómo no volver, ahora que me llaman desde aquí? Estoy seguro de que Sara nunca me hubiera perdonado tamaña ingratitud.
La segunda razón es que se trata de conmemorar la implantación de las primeras Cortes democráticas de España y en el momento histórico actual, cuando precisamente nuestra democracia sufre uno de los peores y más reaccionarios ataques de toda nuestra posguerra. La implantación de las Cortes en 1810 desafió circunstancias extraordinarias: el dueño de Europa, Napoleón, había impuesto a los españoles un rey según su capricho y amenazaba con sus tropas avasalladoras el propio reducto gaditano. También había enemigos interiores, conservadores que consideraban formulaciones como «soberanía de la nación» y «el rey para la nación y no la nación para el rey» poco menos que como blasfemias decapitadoras como las de la Revolución francesa. Pérez Galdós cuenta con viveza estas decisivas polémicas en el volumen «Cádiz» de sus Episodios Nacionales. Por primera vez, otra medida revolucionaria, los diputados no iban representando estamentos, sino a la nación española. Y por nación entendían una entidad abstracta y colectiva, formada por el conjunto de los ciudadanos constituidos en cuerpo político. Como resume inmejorablemente el historiador y profesor universitario gaditano Juan Torrejón Chaves, con cuyos artículos y otras publicaciones he remediado mis lagunas, «la revolución liberal amaneció con nuevas palabras y sagrados conceptos. Surgió entonces una nación soberana e indivisible, constituida por hombres libres e iguales en derechos, cuyo carácter esencial era el de ser ciudadanos, con independencia de todo lo demás: posición social, riqueza o lugar en que se habitara. La voluntad común se erigía así como superior a toda voluntad particular o de grupo». Exactamente lo mismo que hoy la mayoría de los españoles seguimos reivindicando.
Jovellanos comentó que «este congreso, el más grande, el más libre, el más expectable que pueda concebirse» se reunió «para fijar el destino de la nación tan ultrajada y oprimida en su libertad, como magnánima y constante en el empeño de defenderla». El otro día oí a un vocinglero decir que la democracia española era
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