Fernando Savater - Ensayo sobre Cioran

Este es el caso de E. M. Cioran, pensador rumano que ha llegado a ser uno de los mejores prosistas franceses del siglo.

Toda su obra, que este libro estudia, es un vertiginoso despeñarse por el abismo de la clarividencia. Como él mismo dijo, «el auténtico vértigo es la ausencia de locura».

Su pensamiento explora los límites del escepticismo, la experiencia de una filosofía «de momentos únicos», las consecuencias de la creación del mal, el politeísmo, la imposibilidad de la historia, la condición del amor o del suicidio…

Esta es una sabiduría que se padece, que nos pone en peligro. En cada momento plantea el hondo secreto de una escritura que confina con el silencio.

Fernando Savater

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Titivillus 01.01.18

Fernando Savater, 1974

Editor digital: Titivillus

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FERNANDO SAVATER (San Sebastián —España—, 1947) es escritor, filósofo, y catedrático de Filosofía, además de formar parte de varias agrupaciones comprometidas con la paz y en contra del terrorismo. Ha publicado más de cincuenta obras de ensayo político, literario y filosófico, narraciones y obras de teatro, además de cientos de artículos en la prensa española y extranjera. Algunos de sus libros han sido traducidos a más de veinte lenguas. Entre sus obras destacan La tarea del héroe (Premio Nacional de Ensayo, 1982) y las novelas El jardín de las dudas (finalista del Premio Planeta, 1993) y La hermandad de la buena suerte (Premio Planeta, 2008). Entre sus publicaciones más recientes destacan la novela Los invitados de la princesa (Premio Primavera de Novela, 2012) y el ensayo Ética de urgencia, que se suma a las varias otras obras con las que Savater ha acercado la filosofía —siempre engarzada en el devenir del mundo actual— a los jóvenes, como la presente Política para Amador.

[*] En lo sucesivo, citaré las obras de Cioran mediante las siguientes siglas:

Précis de décomposition (PD).

Syllogismes de l’amertume (SA).

La tentation d’exister (TE).

Histoire et utopie (HU).

La chute dans le temps (CT).

Le mauvais demiurge (MD).

Valéry face a ses idoles (VI).

«Introduction à Joseph de Maistre» (JM).

«Saint-John Perse» (SP).

«De l’anecdote à l’insondable» (AI).

[1] Como es sabido, esta es una doctrina gnóstica y constituye la primera y fundamental herejía del cristianismo, tan antigua como éste e inseparable de él. Los Nicolaitas, de los que habla San Irineo, fueron los primeros formuladores de este dualismo, según cuenta la historia. En el siglo II, Marción fundó una iglesia, que perduró durante cientos de años y que estuvo a punto de convertirse en la ortodoxia oficial, basada en la oposición entre el Demiurgo —el Yahvé creador del Antiguo Testamento—, fautor de la injusticia y la crueldad y un Buen Extranjero, ajeno y lejano a este mundo, al que envió a Cristo para reinstaurar la mansedumbre y la justicia. Quienes se interesan por los múltiples brotes y avatares de esta doctrina, que perdura hasta hoy, pueden consultar La Gnose, de H. LEISEGANG, París, Payot, o Le manichéisme médiéval, de STEVEN RUNCIMAN, en la misma editorial.

[*] Hay traducción española. La anti naturaleza. Madrid, Taurus, 1974.

[*] Hay edición española. El antiedipo. Capitalismo y esquizofrenia, Barcelona, Barral Editores, 1973.

[1]De l’inconvénient d’être né, Gallimard, «Les Essais», 1973.

[*] «Voir», de CARLOS CASTANEDA, Les enseignements d’un sorcier yaqui, Gallimard, 1973, pp. 79-82-83-84.

NOTA LIMINAR

El texto de este libro, con excepción de los apéndices y una nota a pie de página, ha sido presentado como tesis doctoral en la Universidad Complutense de Madrid. Cuando escribo estas líneas, la lucha por efectuar el acto público de lectura de dicha tesis dura ya trece meses. Sobre el tribunal se han realizado todo tipo de presiones y se han acumulado las objeciones burocráticas; los mandarines del departamento de filosofía, cuyos nombres sería ocioso citar (pues sus alumnos los conocen demasiado bien, para su desdicha, y ante el lector interesado por el pensamiento son justificadamente desconocidos), han utilizado todos los medios a su alcance, desde la grosería a la ilegalidad pura y simple, para impedir que estas páginas fuesen discutidas en público: hasta tal punto temen cualquier exhibición de su incompetencia para razonar. No otra ha sido durante los últimos treinta y tantos años la situación de la filosofía académica en España y aún lo es en la actualidad; parece incluso ocioso lamentar los estragos causados por ella en el desarrollo del pensamiento creador.

Se me hace la objeción de que mi libro es la parodia de una tesis, en la que, bajo cierto respeto a las convenciones formales del género, se ridiculiza la institución misma a la que pretendo incorporarme con el grado de doctor. Yo, sin embargo, creo que es un intento de realizar una crítica rigurosa de la institucionalización del pensamiento, no efectuada desde una ideología concreta, opuesta a la vigente, sino desde la posición de lo inasimilable por el sistema académico mismo. Cabe preguntarse quién muestra más auténtico respeto por la enseñanza de la filosofía: el que pretende explorar en hondura sus límites y su contradicción o quién la convierte, por intermedio de la intriga burocrática, en sinecura de su ineptitud.

24 de diciembre de 1974.

No es a mí a quien corresponde, querido amigo, emitir un juicio sobre un libro del que soy objeto. Sepa, empero, que su tentativa de captar desde el interior mi manera de ver las cosas me ha iluminado sobre numerosos detalles, sobre numerosas ilusiones surgidas del arrebato o la negación, y que, de este modo, me ha hecho un poco más exterior, un poco más extraño a mí mismo, lo cual debería ser la ambición de quien se compromete en esta aventura de espectador que es el conocimiento de sí. Ha tenido razón en dejar a un lado las «influencias». He sufrido muchas, porque, no habiendo practicado ningún oficio, he podido, a través de los años, leer un número considerable de autores. ¿Cuáles citar? Todos aquellos —y son legión— que de Theognis a Beckett han formulado sus reservas a la legitimidad de la existencia.

No son, sin embargo, mis lecturas las que me han formado, sino los accidentes y los encuentros. Todo lo que he descrito es el fruto de circunstancias, de azares, de conversaciones, de rumias nocturnas, de crisis de abatimiento más o menos cotidianas, de obsesiones intolerables. Mi estado de salud, afortunadamente malo, es en gran parte responsable de la dirección, del color, de mis pensamientos. He comenzado a ser «yo» gracias al insomnio, a esa catástrofe a la que le debo todo y que ha marcado tan profundamente mi juventud. Si he percibido ciertas cosas en este mundo, es porque tuve la suerte de no poder dormir…

Y, a todo esto, ¿qué hay de la filosofía? Me ha pedido que le diga brevemente cuál es la concepción exacta que me hago de ella. Es muy evidente que no soy un filósofo, pero es justo decir que mi despertar a la conciencia ha coincidido con el culto fanático a la filosofía. Cuando era estudiante, no leía más que filósofos y no creía más que en sistemas. Después, todo lo que he podido experimentar o pensar no ha sido nada más que una lucha contra toda forma de sistema, en cualquier dominio. Habría usted podido poner como subtítulo a su tesis: Del anti-sistema.