INTRODUCCIÓN
Cuando comenzó a utilizarse la palabra «alucinación», a principios del siglo XVI , se refería tan sólo a «una mente que divaga». No fue hasta la década de 1830 cuando Jean-Étienne Esquirol, un psiquiatra francés, le dio al término su actual significado. Con anterioridad, la gente se refería a lo que ahora denominamos alucinaciones simplemente como «apariciones». La definición exacta de la palabra «alucinación» todavía varía considerablemente, sobre todo porque no siempre resulta fácil discernir dónde se halla la frontera entre la alucinación, la percepción errónea y la ilusión. Pero, por lo general, las alucinaciones se definen como las percepciones que surgen en ausencia de ninguna realidad externa: ver u oír cosas que no están presentes.
Hasta cierto punto, las percepciones se pueden compartir: usted y yo podemos estar de acuerdo en que hay un árbol; pero si yo digo: «Veo un árbol allí», y usted no ve nada que se le asemeje, considerará que mi «árbol» es una alucinación, algo creado por mi cerebro o mi mente, e imperceptible para usted o para cualquiera. No obstante, para el que sufre la alucinación, ésta es muy real; puede limitar la percepción en todos los aspectos, comenzando por la manera en que se proyecta al mundo exterior.
Las alucinaciones suelen provocar alarma. Ello se debe a veces a su contenido –una araña gigante en mitad de la habitación o personas menudas de quince centímetros de altura–, pero, de manera más fundamental, a que no existe ninguna «validación consensual»; nadie más ve lo que usted ve, y con gran sorpresa se da cuenta de que la araña gigante o esas personas menudas deben de estar «en su cabeza».
Cuando evoca imágenes normales –un rectángulo, la cara de un amigo o la Torre Eiffel–, las imágenes permanecen en su cabeza. No se proyectan al espacio exterior como ocurre con una alucinación, y carecen de la cualidad detallada de una percepción o una alucinación. Usted crea de manera activa esas imágenes voluntarias y puede modificarlas a su antojo. Por el contrario, delante de una alucinación se encuentra pasivo y desamparado: le ocurre de manera autónoma; aparece y desaparece cuando se le antoja a ella, no a usted.
Hay otra modalidad de alucinación, a veces denominada pseudoalucinación, en la que las alucinaciones no se proyectan hacia el espacio exterior, sino que se ven, por así decir, dentro de los párpados; son alucinaciones que ocurren habitualmente en estados próximos al sueño, con los ojos cerrados. Pero estas alucinaciones internas poseen todas las demás características distintivas de las alucinaciones: son involuntarias, incontrolables, y pueden poseer colores y detalles prodigiosos, o formas y transformaciones extravagantes, muy distintas de las imágenes visuales normales.
Las alucinaciones a veces se solapan con las percepciones erróneas o las ilusiones. Si al mirar una cara veo sólo la mitad, se trata de una percepción errónea. La distinción se vuelve menos clara en situaciones más complejas. Si miro a alguien que está de pie delante de mí y no veo una sola figura, sino cinco figuras idénticas en hilera, ¿qué es esta «poliopía»: una percepción errónea o una alucinación? Si veo a alguien que cruza la habitación de izquierda a derecha, y luego lo veo cruzar la habitación exactamente de la misma manera una y otra vez, ¿qué es este tipo de repetición (una «palinopsia»), una aberración perceptiva, una alucinación, o las dos cosas? Si tenemos delante algo tangible, solemos referirnos a estas cosas como percepciones erróneas o ilusiones –una figura humana, por ejemplo–, mientras que las alucinaciones surgen de la nada. Pero muchos de mis pacientes experimentan alucinaciones evidentes, ilusiones y percepciones erróneas complejas, y a veces la línea entre ellas es difícil de trazar.
Aunque los fenómenos de la alucinación son probablemente tan antiguos como el cerebro humano, nuestra comprensión de este fenómeno ha aumentado enormemente en las últimas décadas. Ello se debe sobre todo a nuestra capacidad para producir imágenes cerebrales y observar sus actividades eléctricas y metabólicas mientras las personas alucinan. Dichas técnicas, junto con estudios con electrodos implantados (en pacientes con epilepsia intratable que precisan intervención quirúrgica), nos han permitido definir qué partes del cerebro son responsables de los distintos tipos de alucinaciones. Por ejemplo, en la corteza inferotemporal derecha existe una zona que participa en la percepción de las caras, y si se activa de manera anormal podría causar que la gente sufriera alucinaciones de caras. En el otro lado del cerebro hay una zona que se le corresponde y que normalmente se utiliza en la lectura: la zona de la forma visual de la palabra se halla en la circunvolución fusiforme; si ésta se estimula de manera anormal, puede dar lugar a alucinaciones de letras o pseudopalabras.
Las alucinaciones son fenómenos «positivos», en oposición a los síntomas negativos: los déficits o pérdidas provocados por accidente o enfermedad, que desde siempre han formado la base de la neurología. La fenomenología de las alucinaciones a menudo apunta a las estructuras y mecanismos cerebrales que participan en ellas, y por tanto presenta la posibilidad de ofrecernos una comprensión más directa de cómo funciona el cerebro.
Las alucinaciones siempre han ocupado un lugar importante en nuestra vida mental y en nuestra cultura. De hecho, podríamos preguntarnos hasta qué punto las experiencias alucinatorias han dado lugar a nuestro arte, nuestro folklore e incluso nuestra religión. Los dibujos geométricos que se ven en la migraña y otras afecciones, ¿prefiguran los motivos del arte aborigen? Las alucinaciones liliputienses (que no son infrecuentes), ¿dieron lugar a los elfos, diablillos, duendes y hadas de nuestro folklore? Las terroríficas alucinaciones de las pesadillas, pobladas de presencias malignas, ¿han contribuido a generar nuestra concepción de los demonios, las brujas y los alienígenas malignos? Los ataques «extáticos», como los que sufría Dostoievski, ¿desempeñan algún papel a la hora de generar nuestra idea de lo divino? Las experiencias extracorporales, ¿producen la sensación de que se puede carecer de cuerpo? La cualidad inmaterial de las alucinaciones, ¿alienta la creencia en los fantasmas y los espíritus? ¿Por qué todas las culturas que conocemos buscaron y encontraron drogas alucinógenas y las utilizaron, ante todo, con una intención sacramental?
No se trata de ninguna idea nueva. En 1845, Alexandre Brierre de Boismont, en el primer libro médico sistemático sobre el tema, abordó dichas ideas en un capítulo titulado «Alucinaciones en relación con la psicología, la historia, la moralidad y la religión». Algunos antropólogos, entre ellos Weston La Barre y Richard Evans Schultes, han documentado el papel de las alucinaciones en las sociedades de todo el mundo. El tiempo no ha hecho más que ampliar y ahondar nuestro reconocimiento de la gran importancia cultural de lo que a primera vista podría parecer poco más que una peculiaridad neurológica.
En este libro diré muy poco acerca del inmenso y fascinante ámbito de los sueños (que, se podría argumentar, son una suerte de alucinaciones), aparte de mencionar la cualidad onírica de algunas alucinaciones y los «estados oníricos» que se dan en algunos ataques. Algunos han propuesto que existen elementos comunes entre los sueños y las alucinaciones (algo que se da de manera especial en las alucinaciones hipnagógicas e hipnopómpicas), pero, por lo general, las alucinaciones son bastante distintas de los sueños.
Las alucinaciones a menudo parecen poseer la creatividad de la imaginación, los sueños o la fantasía, o el vivo detalle y exterioridad de la percepción. Pero las alucinaciones no son ninguna de estas dos cosas, aunque podrían compartir con cada una algunos mecanismos neurofisiológicos. La alucinación es una categoría única y especial de la conciencia y la vida mental.