Tom Cutler
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Azotes y caricias
Una historia irreverente del sexo
Traducción de
Jofre Homedes Beutnagel
www.megustaleerebooks.com
Índice
A mi cara, a mi adorada amiga en la próspera y adversa fortuna;
a la que, si en los comienzos de nuestras relaciones me gritaba y
chillaba a menudo, llegó luego a ser mi más armoniosa camarada;
a la amiga que, por más que le estruje yo el cuello, nunca procura
(ahora) vengarse de mí con discordancias;
a la que, a pesar de la acentuada frialdad con que la trata todo
el elemento femenino de mi casa, y de la desconfianza con que hasta
mi gato la mira, parece serme cada día más adicta, impregnándome
de la resonancia de su amistad;
a la que nunca critica mis defectos, ni me pide dinero, ni se elogia
a sí misma;
a la compañera de mis horas de ocio, al consuelo de mis penas;
a la que comparte mis dichas y esperanzas;
a la mejor y más dulce de mis guitarras, dedico este volumen
en testimonio de gratitud y de afecto.
CON MIS DISCULPAS A JEROME K. JEROME
A GRADECIMIENTOS
Seamos breves.
Algunos de los que han contribuido al libro con sus testimonios me han pedido que no revele su identidad, y es comprensible. A otros los menciono en el texto, visto que no les importa. Pero ¿a quién más debo dar las gracias? ¿A mis padres, que ya tienen ganas de que me haga mayor? ¿A mi mujer, Marianne, que está deseando que encuentre un trabajo de verdad? ¿A mi hijo Jed, que me considera un coñazo? ¿A mis amigos, que se extrañan de que nunca los llame? ¿A mi barbero, Charlie, que dota de aspecto de cabello a los cuatro pelos que me quedan? ¿A mi agente, Laura Morris, que me mira con bondad, pero también con una pizca de recelo? ¿A mis editores, Leo Hollis y Andreas Campomar, que tanto han suspirado? ¿Al resto del equipo de Constable, que ha convertido en libro mis divagaciones? ¿Al té, el Lagavulin y las tostadas que han impedido que perdiera la chaveta al escribirlo? ¿O a todas las señoras (ya se darán por aludidas) que me enseñaron cuanto sé del delicioso tema de este libro, al menos en su aspecto práctico?
No, me las daré sobre todo a mí mismo, por ser tan paciente y tan trabajador, y tener tan buen gusto, y haberme pasado tantas horas investigando en bibliotecas polvorientas, y haber demostrado mis portentosas dotes de entrevistador. He encontrado siempre en mí a un colaborador que me ha allanado el camino y me ha hecho reír; alguien gracioso, sensato, amable, cariñoso y guapo.
¿Que si creo estar engañando a alguien? No, la verdad. Pero si uno no puede elogiarse ni en sus propios agradecimientos, ¿dónde se elogiará?
Yo juego al sexo igual que al baloncesto, marcando al contrario pero no pasándola de mano en mano.
L ESLIE N IELSEN
I NTRODUCCIÓN
Este libro va de sexo, pero no es un manual, sino una visión histórica y desenfadada. Tampoco agota el tema, aunque pueda agotar por lo enorme del campo. Si alguien no me cree, que haga la prueba de introducir «sexo» en cualquier buscador: descubrirá unos 2.830.000.000 (dos mil ochocientos treinta millones) de resultados en menos de la vigésima parte de un segundo. Uno de los primeros puestos de la lista lo ocupa la hembra del rape de las profundidades, cruce feo y monstruoso entre Vincent Price y una enorme bolsa de papel arrugado. La única misión vital de su pequeño consorte es pegarse al cuerpo de la hembra y disolverse sin que sobresalga nada más que sus testículos, único (bueno, doble) y triste recordatorio de su existencia. Por suerte las relaciones sexuales humanas son más equitativas. De ellas se ocupa principalmente Azotes y caricias.
Encontraréis en este libro la historia insólita y dispar del sexo tal como ha sido practicado a lo largo de los años por las múltiples culturas de la humanidad: los antiguos egipcios; los griegos y los romanos; los reformistas del siglo XVII; los obsesos del XVIII, aquellos hipócritas pero viciosos victorianos. El libro alcanza (y rebasa) la revolución sexual y el buen rollo liberal del pasado reciente, antes de que la aparición del sida lo mandase todo al garete. También se adereza con muchos datos científicos, desde los principios biológicos básicos hasta las razones de que nos gusten más unas personas que otras. Descubriremos por qué las mujeres fomentan la promiscuidad entre los hombres, recibiremos la más completa información sobre trasplantes de «glándulas de mono», hablaremos de las más curiosas e increíbles enfermedades de transmisión sexual y, como guinda del pastel, conoceremos a Ulises, sugestivo nombre de la primera «máquina de copular».
Azotes y caricias toca todo el abanico del sexo, del más «normal» al más «fetichista», sin olvidar los adminículos sexuales que nos ha legado cada época. Contiene también indagaciones sobre varios escándalos sexuales, a cuál más hilarante, que fueron y han sido pasto de la prensa, y ofrece algunas pinceladas sobre libros guarros y lenguaje soez. Quien guste de ello encontrará, como broche final, una antología de fragmentos íntegros del erotismo literario de otros tiempos, francamente jugosos.
El libro se organiza en capítulos y la historia de forma cronológica, pero es posible leerlo en cualquier orden sin perderse nada. En este sentido se parece más a El mentalista que a Dowton Abbey. Pese a que aparezca léxico específico y algún vocablo añejo de esos que queda mal pronunciar en voz alta en una biblioteca, tengo la seguridad de que el lector, como hombre de mundo, no sufrirá ningún vahído cuando lea esos términos en su contexto. En caso de perplejidad ante alguno de ellos, remito al breve glosario final.
Ha sido por amor —o por deseo— al arte por lo que he explorado esta veta tan rica que es el sexo. Para sacarle todas sus pepitas me he visto obligado a consultar una parca montaña de libros que aparece citada al final, en la bibliografía. A estas tareas bibliográficas se añade el testimonio de varios practicantes del sexo, tanto profesionales como aficionados, que han tenido la bondad de responder a mis preguntas sin ambages, yendo al grano. Estas conversaciones han sido bocanadas de aire fresco. Como me dijo Kitty Striker, trabajadora del sexo, «en esta profesión se oyen tantas chorradas que he decidido llamar las cosas por su nombre».
Espero que os parezca educativo, ilustrativo y ameno. Me consta que a mí sí.
T OM C UTLER
I
H ISTORIA DEL SEXO , 1
D EL GIGANTE DE C ERNE A BBAS A LOS FALOS DE PIEDRA
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Ten en cuenta que si después de acostarte con alguien echas humo es que lo haces demasiado deprisa.
W OODY A LLEN
En Dorset, cerca de la localidad de Cerne Abbas, tallada en una colina de creta se halla la «postal guarra» más famosa de toda Gran Bretaña: es el Gigante de Cerne Abbas, que hasta hace poco se consideraba prehistórico. Esta figura, de cincuenta metros de estatura, representa a un ser humano desnudo (indiscutiblemente varón) con un garrote nudoso en la mano. También la llaman the Rude Man, «el Grosero», por la pasmosa erección de su miembro. La longitud de la tranca es de algo más de quince metros. Me refiero al garrote. El pene es mucho menor, aunque aplicando la correspondiente escala equivaldría a veinticinco centímetros en un tío normal.