¡ME GUSTA EL SEXO!
Irreverente y provocador, Me gusta el sexo plantea un viaje introspectivo y autobiográfico a la felicidad sexual femenina. En este libro Roser Amills nos plantea a las mujeres múltiples cuestiones sobre el sexo que, en realidad, no nos atrevemos a abordar en voz alta. ¿Hasta qué punto estamos liberadas? ¿Disfrutamos del sexo plenamente? ¿Cómo mantener el deseo cuando vivimos en pareja?
Roser Amills hilvana con cariño de costurera y saludable travesura de 'pin up' algunas cosas que ha aprendido (anécdotas, casos reales, superación de obstáculos) en un libro sobre sexo adaptado a los nuevos tiempos y salpicado de trucos y consejos prácticos y realistas para que no sólo nos guste más el sexo, sino que no deje de gustarnos pase lo que pase.
Capítulos amenos y sinceros, desde la distorsión de todo aquello tan serio que nos habían dicho que era el sexo, pasando por la apatía sexual por sobreinformación hasta la plenitud y la confianza en el propio potencial. Sexo feliz para mentes felices, temas para debatir cada día sin pelos en la lengua, reflexiones para estimular la felicidad sexual.
Para recuperar las riendas del sexo, mantengas o no relaciones. Identificar y poner nombre a trabas y tergiversaciones sobre tu capacidad para disfrutar del sexo en todo su potencial. Un plan de acción para curar o mitigar malentendidos, situaciones de apatía o discusiones absurdas: leedlo juntos y comentadlo.Entender y valorar la felicidad sexual ajena, dejar de criticar o envidiar y tener más autoestima: di 'me gusta el sexo' y sonríe. Dirigido a mujeres de todas las edades; porque nunca es tarde para decir: «Me gusta el sexo».
Resumen
UN libro sobre sexo adaptado a los nuevos tiempos y salpicado de trucos y consejos prácticos y realistas para que no solo nos guste más el sexo, sino que no deje de gustarnos pase lo que pase. Es una obra dirigida a mujeres de todas las edades. Porque nunca es tarde para decir: Me gusta el sexo.
Introducción
SEXO. Dije que mi próximo libro empezaría por esta palabra. No soy sexóloga, ni exprostituta, actriz porno o una adolescente que desafía las reglas para escandalizar a los adultos. Ni una mujer que acaba de separarse y ha decidido romper con todo, caiga quien caiga. Tampoco considero que sé más del sexo que las demás, ni he descubierto la rueda. No tengo ningún talento especial para el sexo, pero se me da bien y he resultado ser muy curiosa. De hecho, poseo una imaginación extraordinariamente sucia y no exagero si afirmo que precisamente por eso estoy en la mejor etapa de mi vida.
Todo esto me ha traído éxito y fracaso a partes iguales, y un buen modo de resumirlo parte de la anécdota de un amigo que vivió durante unos meses en Alemania: su compañero de piso le decía a menudo, con su sonrisa torcida, ignoriert diese chaos ist ignoriert dich auch («ignorar este caos es ignorarte a ti»). Mi provechoso caos: nunca he entendido qué significa eso de que el sexo es sucio, y a continuación añadir que lo deberías guardar para alguien a quien quieras mucho. Ni una cosa ni la otra, el sexo eres tú y tú te das a quién y cómo te apetece, y pase lo que pase, hagas lo que hagas, el guion sale adelante y está bien, cuanto sucede conviene si lo decides libremente. ¿Hacerlo más? ¿Hacerlo menos que quién? ¿Y qué más da?
Pero éste no era el mensaje imperante cuando hace una década Sylvia de Béjar publicó Tu sexo es tuyo y entregó al mundo un libro instructivo, exhaustivo e incitante —resultado de años de investigación y con la colaboración de reconocidos sexólogos— que invitaba a reflexionar sobre la sexualidad de la mujer, a disfrutar más. En aquel momento y en aquel libro se reivindicaba la necesidad imperiosa de las mujeres de tomar el sexo y la palabra para quejarnos públicamente de lo poco que nos conocían los hombres, algunos de los cuales al parecer no sabían cómo tratarnos y requerían entrenamiento, y recordaba a las mujeres las bondades de pensar más en el sexo (¿por lo visto no lo hacíamos ya tanto como ellos?) y estudiar nuestros genitales con rigor científico.
Nos vino de maravilla. Pero han pasado diez años y ya somos usuarias avanzadas, gracias a nuestra experiencia y a las aportaciones de muchos otros puntos de vista como el de José Bustamante, Antoni Bolinches, María Llopis, Beatriz Preciado, Jean-Claude Kaufmann, André Comte-Sponville, Guillermo Ferrara, Chimo Fernández de Castro, Gianni Vattimo… o la teóloga y monja benedictina Teresa Forcades que, para sorpresa del clero, afirmó recientemente que no aparece en la Biblia una sola referencia negativa hacia el sexo. Nos hemos limpiado de incultura y de casi todos los miedos, pero también deberíamos limpiarnos ahora de la afición al reproche, pues por mucho que nos hayamos quejado y reivindicado «lo mal que lo hacen los hombres», las cosas no han terminado de arreglarse; algún engranaje sigue sin andar ajustado del todo.
¿Dónde está ahora el problema, pues? Las mujeres hemos alcanzado cierto nivel de usuarias avanzadas del erotismo y ya sabemos diferenciar romanticismo y un buen polvo, y también sabemos apreciar los puntos de contacto entre ambos. Al igual que hemos empezado a producir los libros que deseamos leer, podemos producir las relaciones sexuales y/o amorosas que nos convienen y reinventarnos cualquier etiqueta: llámame zorra, fresca o ingenua, que igual me gusta. Es responsabilidad nuestra, no soy partidaria del victimismo: si no me sienta bien una etiqueta, también te lo diré, dialogando contigo. No me da miedo equivocarme y tiendo a pensar durante las conversaciones, mis ideas surgen y se aclaran pronunciándolas.
Además, estos últimos años, observo que la crisis ha puesto de manifiesto la relevancia de las relaciones personales satisfactorias, con complicidad, para construir la identidad, para salir adelante anímica y solidariamente en un contexto hostil, donde hay mucho «para siempre» que dura… tres meses. Perdidos como estamos todos, hombres y mujeres ya no nos sentimos en ligas distintas, nos queremos prestar la atención que merecemos, y el siguiente paso será aprender a expresar lo que deseamos sin reivindicar ni discutir, pasar el diálogo a limpio: el sexo es de todos, somos del sexo, nos sienta bien, nos apetece y enriquece compartirlo.
Por fin nos queremos ver como personas, y como decía la lúcida coreógrafa y bailarina Pina Bausch: «Todos somos distintos. Seguro que hay muchos niveles posibles de ser mujer y muchos de ser hombre, así como muchos ámbitos en los que ambos se unen, pero siempre he atendido mucho más a la persona».
Entonces, ¿a qué viene todo esto de andar compitiendo? ¿Crees que todos los hombres o mujeres son iguales? Padeces dependencia emocional, tensión, eres inconstante, inquisidora, demasiado racional en el amor? ¿Críticas a tu pareja a sus espaldas? ¿Afirmas que «el amor es ciego»? Falta de confianza, amantes secretos, amantes imaginarios, falta de compromiso, encaprichamientos, lees demasiadas novelas de amor, pones esperanzas irreales en cada relación, manipulas… ¿Y la persona, dónde queda la persona con la que te quieres relacionar?
Desde el inicio de la civilización, la sexualidad ha sido tema de múltiples tratados, doctrinas, enciclopedias, y de escritos procedentes de las más dispares disciplinas del conocimiento; ha sido considerada como base fundamental de algunas religiones y como motivo de vergüenza y fuente de pecado en otras; ha sido descrita, representada, juzgada, pontificada, condenada, escondida, negada y, más recientemente, investigada. Ahora faltaría llevar el tema a la sinceridad cotidiana de sus protagonistas, nosotros.
Ahí estamos ahora. Vamos a poner sobre la mesa otros temas que importan cuando hablamos de sexo, más allá de la moral, del desempeño, del rendimiento: bienestar, autoestima, criterio, optimismo, felicidad sexual. Todo positivo, nunca negativo. Y no, no me viene a la memoria ningún libro de sexo así: vamos a apreciar las bondades de la sexualidad más allá de un orgasmo de más o de menos, vamos a sonreír cuando hablemos de sexo. Demos un paso adelante y reconozcamos que lo que falla en el sexo cuando el sexo falla es que quizá nos quejamos y exigimos demasiado…, cuando lo único que deberíamos hacer es relajarnos y disfrutar.