Carlos Taibo - El 15 M En Sesenta Preguntas

CARLOS TAIBO. Profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, donde también ha dirigido el programa de estudios rusos del Instituto de Sociología de las Nuevas Tecnologías. Es autor de una veintena de libros en castellano, en su mayoría relativos a las transiciones en la Europa central y oriental contemporánea.

Título original: El 15-M en sesenta preguntas

Carlos Taibo, 2011

Diseño de cubierta: Estudio Pérez-Enciso

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Si encuentra alguna errata en el libro o quiere compartir libros del mismo autor, puede avisar por mensaje privado en la página oficial de EpubLibre para mejorar juntos el proyecto Scriptorium

Este libro se propone, por encima de todo, interpretar qué es el movimiento del 15 de mayo, el llamado movimiento de l@s indignad@s. Al respecto, y con vocación claramente pedagógica, examina las razones del inesperado éxito de ese movimiento, el entorno y la forma que este ha adoptado, los diferentes componentes que lo articulan, su incipiente propuesta programática, los acosos que ha padecido, la reacción que ha provocado en la izquierda tradicional, el futuro que cabe augurarle y, en suma, los retos y los grandes problemas de fondo que están llamados a marcar ese futuro.

Carlos Taibo

ePub r1.0

Titivillus 26.11.15

A Eladio Villanueva y Ramón Fernández Durán, que lo prepararon aunque no lo vieran.

A Manuel de Cos, que con sus noventa años estaba en Sol.

Unos días después del 15 de mayo Los Libros de la Catarata me encargó la redacción de un texto —por fuerza tenía que ser de urgencia— sobre el movimiento que empezaba a cobrar cuerpo en aquellas fechas. El trabajo en cuestión vio la luz, a principios de junio, con el título Nada será como antes. Sobre el movimiento 15-M. Si algo singularizaba a ese texto era la voluntad de interpretar qué era el movimiento naciente, y no la de recoger lo que pensaban quienes llenaban plazas y acampadas, y menos aún la de explicar las razones políticas y morales que daban cuenta de la aparición del movimiento en cuestión. A esta última tarea había dedicado a principios de año, mal que bien, otro libro de urgencia, Estado de alarma, que incorporaba un subtítulo que clarificaba sus intenciones: Socialismo de casino, izquierda anémica, sindicalismo claudicante.

En el momento en que estas líneas se escriben, agosto de 2011, con una experiencia mayor y posibilidades sensiblemente superiores de procesar con cierto sosiego la información, he vuelto sobre el librito de junio con la vocación de revisarlo y ponerlo al día. El resultado es este texto que el lector, o la lectora, tiene entre sus manos y que, si así se quiere, es el producto de una triple operación: mientras, por un lado, incorpora tesis incluidas en el trabajo publicado en junio, por el otro recoge los análisis que he ido difundiendo en estos meses en diferentes páginas web para, en suma, agregar muchas reflexiones inéditas. Con acierto o sin él, el autor ha llegado a la conclusión de que una forma razonablemente pedagógica de expresión para estos materiales era la que debía asumir el perfil de preguntas y respuestas sobre el movimiento del 15 de mayo. Esa forma nos sitúa ante un texto sencillo —no hay aquí ninguna gran tesis que reclame, para su comprensión, de complejos instrumentos intelectuales— en el que prima más, eso sí, la vocación de interpretar que la de describir un objeto que, por lo demás, no es precisamente fácil de aprehender. Por estas páginas pasan, entonces, las razones del inesperado éxito del movimiento, el entorno y la forma que este ha adoptado, los diferentes componentes que lo articulan, su incipiente propuesta programática, el acoso que ha padecido, la reacción que ha provocado en la izquierda tradicional, el futuro que cabe augurar al amparo de un otoño que se anuncia muy caliente o, en suma, los retos y los grandes problemas de fondo que están llamados a marcar ese futuro.

Me veo en la obligación de llamar la atención —ya lo hice en el librito de junio— sobre las limitaciones, evidentes, que acosan al autor de este trabajo. Al respecto debo subrayar, por lo pronto, que no represento a nadie; en realidad tengo grandes problemas para representarme a mí mismo. En segundo término, mi capacidad para dar cuenta de hechos complejos como los que, al fin y al cabo, se están desarrollando entre nosotr@s, es inequívocamente reducida. Me permito agregar, en fin, que mi experiencia personal se reduce, en los hechos, a lo que ha ocurrido en Madrid, con algunas extensiones a las manifestaciones gallega y catalana del movimiento, y con el acopio de la información dispersa que se deriva de conversaciones, más bien informales, con personas que han estado presentes en otros lugares. Admitiré de buen grado al respecto que, aunque Madrid es un observatorio importante a la hora de desentrañar lo que el movimiento es y hace —la ciudad ha experimentado un revolcón que ha sorprendido a los más avezados consumidores de ciencia ficción—, mi relato acarrea carencias importantes que se derivan de mi precario conocimiento en lo que se refiere a lo ocurrido en otros lugares. Acaso no está de más que lo diga: este texto no acoge otra cosa sino las opiniones del autor, que tanto pueden ser compartidas como repudiadas por el lector o la lectora, que en muchos casos será, con certeza, un activo participante en el movimiento del 15 de mayo.

Para explicar cuál es esa perspectiva, parcial e ideológica, de la que beben los argumentos expresados en estas páginas bueno será que formule aquí algunas precisiones. La primera me obliga a disentir de quienes sostienen que en el pasado nos hemos topado con realidades similares a las del movimiento del 15 de mayo (me inclinaré en adelante por emplear este término frente al mucho más equívoco, y mucho menos afortunado, que nos invita a hablar de movimiento de l@s indignad@s). Era lo que, para mi estupor, sostenía unas semanas atrás un colega que se permitió invocar, al respecto, nada menos que la revolución francesa, la comuna de París y la revolución bolchevique… ¡Caramba! Me limito a certificar que nada de lo registrado entre nosotr@s en los últimos decenios tiene el relieve y el significado de lo que en estas horas supone el movimiento 15-M. No acierto a entender qué tienen en mente, por lo demás, quienes sugieren que el movimiento en cuestión es la iniciativa de movilización más intensa desde que concluyó —vamos a suponer que fue así— la transición española hace treinta años. Porque, ¿qué tipo de movilización popular se registró entonces, en un escenario marcado por las amenazas de los poderes fácticos y lastrado por los pactos cupulares? Sorprende en este terreno que no se valore de manera suficiente la realidad de un movimiento que ha visto la luz en un escenario en el que, por añadidura, much@s daban por descontado que era literalmente impensable que emergiese una apuesta que, como esta, abre muchas expectativas.

Ese movimiento ha resultado ser, en un segundo estadio, un crisol en el que se han reunido muchas gentes dispersas. En él se han dado cita, ante todo, much@s jóvenes que no han tenido la oportunidad de conocer otro horizonte que el de una crisis que se extiende a todos los órdenes de la vida, much@s militantes de la izquierda de siempre y, en lugar singular a los ojos del autor de estas líneas, much@s de l@s activistas de los movimientos sociales alternativos que han podido comprobar cómo su callado trabajo de años ha dado frutos. En lo que a estos movimientos sociales respecta me contentaré ahora con señalar lo que a mi entender es evidente: configuran realidades plenas y razonablemente terminadas que, como tales, no precisan de representaciones externas, algo que bien puede predicarse, también, del propio movimiento del 15 de mayo. Aunque nos tropezamos con problemas ciertos a la hora de medir el éxito de este y carecemos al efecto de la perspectiva suficiente, de tal suerte que no es sencillo dar cuenta de cuál ha de ser su huella futura, hay —frente a quienes tienen demasiada prisa y frente a quienes solo se interesan por taras y problemas— muchas razones para un optimismo sensato. Para alimentar este último a menudo es suficiente con aprender de la gente, en la certeza, eso sí, de que la contestación, como lo sugiere un viejo adagio militar, suele servir antes para convencer al tirano de que ha sido derrotado que para derrotarlo en sentido estricto.