Asistimos a un visible renacimiento del pensamiento libertario que tanto le debe a la quiebra de la socialdemocracia y de los modelos del socialismo real como a la certificación de que el capitalismo se está adentrando en una fase de corrosión terminal que acerca el momento del colapso. En este volumen se examinan muchos de los debates de los que participan los libertarios contemporáneos, y al respecto se estudian, con vocación no dogmática, la propuesta teórica del anarquismo, su crítica de la democracia liberal y su defensa de la democracia y la acción directas, la contestación del Estado y del capitalismo, la apuesta por la gestación de espacios de autonomía autogestionados y desmercantilizados, o la relación del mundo libertario con el feminismo, el ecologismo, el antimilitarismo y las luchas solidarias.
Carlos Taibo
Repensar la anarquía
Acción directa, autogestión, autonomía
ePub r1.0
marianico_elcorto02.04.14
Título original: Repensar la anarquía. Acción directa, autogestión, autonomía
Carlos Taibo, 2013
Diseño de portada: Estudio Peréz-Enciso
Editor digital: marianico_elcorto
ePub base r1.0
CARLOS TAIBO. Profesor de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Madrid, donde también ha dirigido el programa de estudios rusos del Instituto de Sociología de las Nuevas Tecnologías. Es autor de una veintena de libros en castellano, en su mayoría relativos a las transiciones en la Europa central y oriental contemporánea.
Notas
Prólogo
Salta a la vista que asistimos a un notable reverdecer de las ideas y de las prácticas libertarias. Los movimientos correspondientes, que muchas veces han sido dados por muertos, muestran una sorprendente capacidad de supervivencia que en último término bebe acaso de un hecho insorteable: nos hallamos ante una corriente del pensamiento y de la acción cuya presencia constante puede certificarse desde tiempos inmemoriales. El interés por el anarquismo es cada vez mayor en un momento en el que la palabra crisis resuena por todas partes y, con ella, una conciencia creciente en lo que hace a la corrosión terminal del capitalismo y al colapso general que bien puede ser su compañero. Y es que cada vez resulta más evidente que la trama discursiva del capital —no hay otra alternativa que la nuestra, nos dicen— se está viniendo abajo. Cada vez hay más gentes que se percatan de ello y que demandan sin éxito alguna explicación sobre la presunta idoneidad de aquello que con toda evidencia no la tiene.
La percepción de cuáles son las virtudes, y cuáles los defectos, del anarquismo ha ido cambiando, a menudo notablemente, con el paso del tiempo. Lo ha hecho, en singular, en el último cuarto de siglo al amparo de la quiebra de la socialdemocracia y del leninismo. Parecen haberse equivocado, por encima de todo, quienes concebían en el anarquismo una propuesta completamente incapaz de encarar los problemas de las sociedades complejas. Hoy suenan a broma los argumentos, que algunos siguen repitiendo, que sugieren que el anarquismo es una cosmovisión del pasado, sólo imaginable —fuere lo que fuere lo que signifiquen estos términos— en la mente de gentes simples que habitan países atrasados. Y sorprende que haya quienes no aprecien problemas mayores en el crecimiento, la industrialización, la centralización, el consumo de masas, la competitividad y la disciplina cuartelaria. El anarquismo implica, sí, el designio de reconstruir muchos de los elementos característicos de determinadas comunidades del pasado, pero acarrea al tiempo un esfuerzo de comprensión compleja de las miserias del presente, de la mano de una apuesta que lo es en provecho de la autogestión, de la desmercantilización y de la conciencia de los límites.
Nada de lo anterior significa que el pensamiento libertario ofrezca respuestas para todas nuestras preocupaciones. Menos aún quiere decir que no precise de un aggiornamento que por momentos se antoja indispensable. Porque estamos obligados a repensar, o a matizar, muchos de los conceptos que hemos heredado de los clásicos del siglo XIX . Necesitamos con urgencia adaptar el pensamiento anarquista a nuevas realidades, tanto más cuanto que los problemas que aquél identificaba un siglo o un siglo y medio atrás —el autoritarismo, la opresión, la explotación— en modo alguno han remitido. En cierto sentido nos hallamos ante dos paradojas interrelacionadas. La primera recuerda que mientras, por un lado, el anarquismo encuentra problemas de ubicación innegablemente graves en las sociedades en las que nos ha tocado mal vivir, por el otro se antoja cada vez más necesario para encarar las miserias de esas sociedades. La segunda subraya que la debilidad de las organizaciones identitariamente anarquistas se hace valer al tiempo que se aprecia, sin embargo, el enorme ascendiente, más general, del proyecto libertario.
A la luz de lo último que acabo de decir, parece cada vez más perentorio romper el aislamiento propio de muchas de las formas identitarias del anarquismo, y hacerlo, por añadidura, desde la perspectiva no dogmática de quienes tienen, por fuerza, muchas dudas y saben que no disponen —lo repetiré— de respuestas para todo. Hay que encarar una tensión entre la radicalidad ineludible de las ideas que defendemos y la conciencia de que es preciso que alcancen a muchos seres humanos y tengan consecuencias prácticas. Porque, insatisfechos con lo que somos, convencidos de nuestra necesidad, conscientes de las grandezas, y de las miserias, del pasado, a menudo se hace evidente que hablamos mucho, pero no actuamos como sería deseable.
El mencionado es el escenario mental en el que se despliega este librito. Hace tres años entregué a la imprenta una antología de pensamiento libertario que obedecía al propósito principal de rescatar textos de los clásicos que a mi entender iluminaban muchas de las tesituras que hoy tenemos que afrontar. No es ése, claro, el objetivo del modesto volumen que el lector tiene ahora entre sus manos. En modo alguno pretendo abordar en estas páginas los muchos debates que rodean a un pensamiento complejo y plural como es el que al cabo rodea a la propuesta anarquista. Me contento con ofrecer un material abierto a la discusión —nunca un texto cerrado e incontestable— y dirigido ante todo a personas que tienen alguna experiencia militante, o un conocimiento de ésta, en movimientos sociales o en sindicatos. Un material que se propone ante todo pensar qué es lo que hemos hecho hasta ahora, cuáles son los sambenitos que nos han colgado —individualistas, hostiles a toda suerte de organización, milenaristas, infantiles, prepolíticos…— y qué es lo que, presumiblemente, debemos hacer. Aclararé, por si no se le hace evidente al lector, que este libro no es en modo alguno, de resultas, una introducción al anarquismo que calibre, por ejemplo, cuáles son las diferencias que separan a mutualistas, colectivistas y comunistas. Tampoco es un texto postanarquista, ni postestructuralista ni posmoderno, por mucho que asuma perspectivas que beben, por un lado, de un cauteloso recelo ante certezas y verdades establecidas, y, por el otro, de un designio expreso de considerar en todo momento las múltiples formas de explotación y alienación que nos atenazan.