El sistema de los objetos (1968) ofrece una crítica cultural de los productos de la sociedad de consumo. Mediante categorías freudianas y saussurianas, y con una perspectiva esencialmente marxista, consigue transmitir todas las ideas candentes de la época. Baudrillard propone una triple clasificación de los objetos que solemos usar cotidianamente: funcionales, no funcionales y metafuncionales. El análisis semiológico de la decoración y del diseño de interiores le sirve para contrastar objetos funcionales «modernos» y «tradicionales». Su tratamiento de objetos no funcionales o «marginales» se centra en las antigüedades y en la psicología del coleccionismo. La categoría metafuncional aborda los objetos inútiles, aberrantes, «esquizofuncionales». Finalmente, analiza las implicaciones del crédito y de la publicidad en nuestra vida diaria.
Se trata de un tour de force de semiótica materialista del primer Baudrillard, quien, en retrospectiva, se revela como una referencia iluminadora sobre las ideas de la época: Bataille y su política económica del «gasto»; la teoría del regalo de Mauss; la muchedumbre solitaria de Reisman y la sociedad tecnológica de Jacques Ellul; el estructuralismo de Roland Barthes en El sistema de la moda; el estudio de Henri Lefebvre acerca de la construcción social del espacio y, por último, la crítica situacionista del espectáculo, de Guy Debord.
A esta obra le sucederán La sociedad de consumo (1970) y Crítica de la economía política del signo (1974).
Jean Baudrillard
El sistema de los objetos
ePub r1.0
Ascheriit 09.12.16
Título original: Le système des objets
Jean Baudrillard, 1968
Traducción: Francisco González Aramburu
Editor digital: Ascheriit
ePub base r1.2
JEAN BAUDRILLARD (Reims, Francia, 20 de junio de 1929 - París, Francia, 6 de marzo de 2007). Escritor, filósofo y sociólogo francés.
Estudió filología germánica en La Sorbona, ejerciendo como profesor de alemán en un instituto. Doctorado en sociología, fue profesor de esta materia en la Universidad de Nanterre en París, y en 1986, profesor en el Institut de Recherche el l’Information Socio-Economique. Desde el año 2002, lo fue de la European Graduate School en Suiza, impartiendo filosofía de la cultura y de los medios para sus seminarios intensivos de verano.
Es autor de libros y ensayos sobre el cambio social y político de su tiempo, en especial de los medios de comunicación. Su trabajo se relaciona con el análisis de la posmodernidad y la filosofía del postestructuralismo.
Notas
[1] Pero la sola existencia de este catálogo es, por el contrario, rica en sentido; en su proyecto de nomenclatura completa existe una intensa significación cultural: que no se llega a los objetos más que a través de un catálogo, que puede ser hojeado «por puro gusto» como prodigioso manual, un libro de cuentos o un menú, etcétera.
[2] Las modalidades de transición de lo esencial a lo inesencial son hoy relativamente sistemáticas. Esta sistematización de lo inesencial tiene aspectos sociológicos y psicológicos, y tiene también una función ideológica de integración (véase «Modelos y series»).
[3] Con fundamento en esta distinción, podemos establecer una analogía estrecha entre el análisis de los objetos y la lingüística o, más bien, la semiología. Aquello a lo que, en el campo de los objetos, llamamos diferencia marginal, o inesencial, es análogo a la noción semiológica de «campo de dispersión». «El campo de dispersión está constituido por las variedades de ejecución de una unidad (de un fonema, por ejemplo), mientras estas variedades no traigan consigo un cambio de sentido (es decir, no pasen al rango de variaciones pertinentes)… En alimentación, se podrá hablar de campo de dispersión de un plato, el que estará constituido por los límites en los cuales este plato sigue siendo significante, cualesquiera que puedan ser las “fantasías” de su ejecutor. A las variedades que componen el campo de dispersión se las llama variantes combinatorias. No participan en la conmutación del sentido, no son pertinentes… Desde hace mucho tiempo se han considerado las variaciones combinatorias como hechos de palabra; es cierto que se les asemejan muchísimo, pero en la actualidad se las considera como hechos de lengua, puesto que son “obligadas”». (Roland Barthes, Communications, núm. 4, p. 128). Y R. Barthes añade que esta noción habrá de ocupar un lugar preponderante en semiología, pues estas variaciones, que son insignificantes en el plano de la denotación, pueden volverse de nuevo significantes en el plano de la connotación.
Se observa una profunda analogía entre variación combinatoria y diferencia marginal: ambas tienen que ver con lo esencial, carecen de pertinencia, dependen de una combinatoria y cobran su sentido al nivel de la connotación. Pero la distinción capital es que, si la variación combinatoria sigue siendo exterior e indiferente al plano semiológico de denotación, la diferencia marginal, por su parte, nunca es precisamente «marginal». Esto se debe a que el plano tecnológico no designa, como el de la lengua para el lenguaje, una abstracción metodológica fija, que llega al mundo real por intermedio de las connotaciones, sino un esquema estructural evolutivo que las connotaciones (las diferencias inesenciales) fijan, estereotipan y hacen regresar. El dinamismo estructural de la técnica se fija al nivel de los objetos en la subjetividad diferencial del sistema cultural, el cual repercute en el orden técnico.
[4] Por lo demás, pueden tener gusto y estilo, así como no tenerlo.
[5] Pero hay que preguntarse si no se convierte, por lo mismo, en relativo a través de ellos a la sociedad global. A este respecto, véase «Modelos y Series».
[6] De igual manera la revolución burguesa e industrial libera poco a poco al individuo de la implicación religiosa, moral, familiar, y le permite alcanzar una libertad de derecho en tanto hombre, pero una libertad de hecho en cuanto fuerza de trabajo, es decir, que tiene la libertad de venderse como tal. Esto no es una coincidencia, sino una correlación profunda. El objeto «funcional» de serie, como el individuo social, están liberados en su objetivación «funcional», no en su singularidad y su totalidad de objeto o de persona.
[7] Así, pues, a un nivel privilegiado. Y existe un problema sociológico y social en el hecho de que un grupo restringido tenga la libertad concreta de expresarse, a través de sus objetos y de sus muebles, como modelo a juicio de una sociedad entera. Pero este problema lo comentaremos en otra parte («Modelos y series»).
[8] Es inconcebible una revista consagrada a los muebles de serie: para esto sólo hay catálogos.
[9] En toda la obra, ambiance se traducirá por ambiente, environment por entorno. [T.].
[10] El espejo aparece a veces, pero conforme al modo cultural barroco, como objeto segundo: espejo romántico, luna antigua, espejo convexo. Su función ya no es la misma y más adelante la analizaremos en el examen de los objetos antiguos.
[11] Se refiere al reloj de pared, de repisa, de chimenea, de pie, etc., no al de bolsillo o pulsera. [T.].