Entre 1967 y 1997, George Steiner escribió para The New Yorker más de 150 artículos y reseñas sobre gran variedad de asuntos, haciendo que ideas difíciles y temas poco familiares resultaran atrayentes no solo para los intelectuales, sino también para el «gran público». A Steiner le interesan tanto la Inglaterra de la Segunda Guerra Mundial, el búnker de Hitler y el mundo caballeresco como Céline, Bernhard, Cioran, Beckett, Borges, Chomsky, Brecht o el historiador-espía Anthony Blunt. En estos artículos sorprendentes por su vívida sencillez, así como profundamente instructivos por su dominio de campos muy diferentes, Steiner nos ofrece una guía ideal que abarca desde la literatura del Gulag o la enorme importancia de George Orwell hasta la historia del ajedrez.
George Steiner
George Steiner en the new yorker
ePub r1.0
Titivillus 30.06.15
Título original: George Steiner at «The New Yorker»
George Steiner, 2009
Traducción: María Condor
Prólogo: Robert Boyers
Edición: Robert Boyers
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
En recuerdo de Mr. Shawn
FRANCIS GEORGE STEINER (París, 23 de abril de 1929), conocido como George Steiner, es un profesor, crítico, teórico de la literatura y de la cultura, y escritor.
Es profesor emérito del Churchill College de la Universidad de Cambridge (desde 1961) y del St Anne’s College de la Universidad de Oxford.
Su ámbito de interés principal es la literatura comparada. Su obra como crítico tiende a la exploración, con reconocida brillantez, de temas culturales y filosóficos de interés permanente, contrastando con las corrientes más actuales por las que ha transitado buena parte de la crítica literaria contemporánea. Su obra ensayística ha ejercido una importante influencia en el discurso intelectual público de los últimos cincuenta años.
Steiner escribe desde 1995 para The Times Literary Supplement; a lo largo de su trayectoria, ha colaborado también con otras publicaciones periódicas, tanto de forma continua (The Economist - 1952-1956 , The New Yorker - 1967 - 1997, The Observer - 1998 - 2001), como esporádica (London Review of Books, Harper’s Magazine).
Ha publicado, además, varios libros de ensayos, novelas y de poesía.
Notas
[1] Viena, Viena, solamente tú. (N. del T.).
[2] Existe edición en castellano: Archipiélago Gulag, trad. de Josep Maria Güel y Enrique Fernández Vernet, Tusquets, Barcelona 2005. (N. del T.).
[3] Existe edición en castellano: El factor humano, trad. de Enrique Sordo, Plaza & Janés, Barcelona 1999. (N. del T.).
[4] Existe edición en castellano: Diario de Spandau, trad. de Manuel Vázquez y Ángel Sabrido, Plaza & Janés, Barcelona 1977. (N. del T.).
[5] Existe edición en castellano: El día del juicio, trad. de Joaquín Jordá, Anagrama, Barcelona 1983. (N. del T.).
[6] Existe edición en castellano: 1984, trad. de Rafael Vázquez Zamora, Destino, Barcelona 2008. (N. del T.).
[7] Existe edición en castellano: Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta, trad. de Esteban Riambau, Mondadori, Barcelona 1999. (N. del T.).
[8] Existe edición en castellano: ¡Tatlin!, trad. de Mario Muchnik, Muchnik Editores, Barcelona 1986. (N. del T.).
[9] Existe edición anterior («Los tigres en el espejo») incluida en Extraterritorial, trad. de Edgardo Russo, Siruela, Madrid 2002.
[10] Existe edición anterior («Sobre matices y escrúpulos») incluida en Extraterritorial, trad. de Edgardo Russo, Siruela, Madrid 2002.
[11] Existe edición en castellano: La voz del coro, trad. de Agustín Puig, Plaza & Janés, Barcelona 1978. (N. del T.).
[12] Perdedor nato. (N. del T.).
[13] Existe edición en castellano: Tristes trópicos, trad. de Noelia Bastard, Paidós, Barcelona 2006. (N. del T.).
[14] Existe edición en castellano: Desgarradura, trad. de M. Dolores Aguilera, Montesinos, Barcelona 1983. (N. del T.).
[15] Existe edición en castellano: Autobiografía, trads. de Juan García Puente y Pedro del Carril, 3 vols., Edhasa, Barcelona 1990. (N. del T.).
[16] Existe edición en castellano: La antorcha al oído, trad. de Juan José del Solar, DeBolsillo, Barcelona 2005. (N. del T.).
[17] Existe versión anterior («El lenguaje humano») incluida en Extraterritorial, trad. de Edgardo Russo, Siruela, Madrid 2002.
[18] Existe edición anterior («Muerte de reyes») incluida en Extraterritorial, trad. de Edgardo Russo, Siruela, Madrid 2002.
Introducción
Entre 1967 y 1997, George Steiner escribió para The New Yorker más de ciento cincuenta artículos. La mayoría de ellos eran reseñas o artículos-reseñas, muchos de gran extensión para lo habitual en una revista semanal. Muchas veces, durante la relación de Steiner con The New Yorker, se dijo que era el sucesor ideal de Edmund Wilson, quien, como Steiner, había estado varias décadas escribiendo sobre gran diversidad de temas y había hecho que libros nuevos y antiguos, ideas difíciles y asuntos poco familiares resultaran cautivadores no solo a los intelectuales literarios sino a lo que antaño se denominaba «el lector general».
En los años en que escribió con regularidad para The New Yorker, Steiner colaboró también con otras publicaciones; reunió solo una pequeña parte de sus reseñas en volúmenes misceláneos como Lenguaje y silencio, Sobre la dificultad y Extraterritorial. Notablemente, Steiner escribió también varios importantes libros académicos durante este período, entre ellos obras como Después de Babel y Antígonas. Aunque en ocasiones fue atacado por dispersarse demasiado abordando temas alejados de su propio «campo», la literatura comparada, con más frecuencia sus libros fueron elogiados por escritores como Anthony Burgess y John Banville, así como por destacados estudiosos de diferentes disciplinas, desde Bernard Knox y Terrence Des Pres hasta Donald Davie, desde Stephen Greenblan hasta Edward Said y John Bayley. Said lo consideraba como un guía «ejemplar» —y adecuadamente apasionado— para buena parte de lo mejor que hay en las letras contemporáneas, y Susan Sontag alabó su generosidad y su disposición a provocar, incluso cuando «sabía que sería atacado» por sus opiniones. «Él piensa», observaba Sontag en 1980, «que hay grandes obras de arte que son claramente superiores a cualquier otra cosa en sus diversas formas, que sí existe una seriedad profunda. Y las obras creadas a partir de una seriedad profunda nos exigen, a su juicio, una atención y una lealtad muy superiores cualitativa y cuantitativamente a las que nos exige cualquier otra forma de arte o entretenimiento». Aunque había quienes, especialmente en el mundo académico americano, eran muy dados a echar mano del «desdeñoso adjetivo “elitista” para describir una actitud como esta», Sontag estaba más que dispuesta a asociarse al compromiso de Steiner con la «seriedad», y hubo decenas de miles de lectores de