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George Steiner - La muerte de la tragedia

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George Steiner La muerte de la tragedia
  • Libro:
    La muerte de la tragedia
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1961
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La muerte de la tragedia: resumen, descripción y anotación

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La verdadera tragedia sume al hombre en el abismo El universo trágico no se - photo 1

La verdadera tragedia sume al hombre en el abismo. El universo trágico no se manifiesta en las catástrofes de Job ni en los dramas de Victor Hugo; no habita tampoco el primer Fausto de Goethe. Para existir, la tragedia necesita de la imposibilidad absoluta de justicia, redención, diálogo o misericordia; en el mundo de lo trágico, el hombre es un huésped inoportuno, un ser expulsado.

A pesar de la frecuencia con que se habla de tragedia, la esencia poética que la conforma sólo ha brillado ocasionalmente en la literatura. Con esta premisa, Steiner hace una revaloración de la tradición dramática occidental, desde Shakespeare hasta Beckett, en busca de los factores que desviaron por primera vez la flecha de la fatalidad trágica y de las razones por las que el acero de su punta alcanzó sólo a algunas de las grandes obras dramáticas de la modernidad.

George Steiner La muerte de la tragedia ePub r10 German25 081217 Título - photo 2

George Steiner

La muerte de la tragedia

ePub r1.0

German25 08.12.17

Título original: The death of tragedy

George Steiner, 1961

Traducción: Enrique Luis Revol

Prólogo traducido por: María Condor

Diseño de cubierta: Teresa Guzmán Romero

Editor digital: German25

ePub base r1.2

A mi padre FRANCIS GEORGE STEINER París 23 de abril de 1929 conocido - photo 3

A mi padre

FRANCIS GEORGE STEINER París 23 de abril de 1929 conocido como George - photo 4

FRANCIS GEORGE STEINER (París, 23 de abril de 1929), conocido como George Steiner, es un profesor, crítico, teórico de la literatura y de la cultura, y escritor.

Es profesor emérito del Churchill College de la Universidad de Cambridge (desde 1961) y del St Anne’s College de la Universidad de Oxford.

Su ámbito de interés principal es la literatura comparada. Su obra como crítico tiende a la exploración, con reconocida brillantez, de temas culturales y filosóficos de interés permanente, contrastando con las corrientes más actuales por las que ha transitado buena parte de la crítica literaria contemporánea. Su obra ensayística ha ejercido una importante influencia en el discurso intelectual público de los últimos cincuenta años.

Steiner escribe desde 1995 para The Times Literary Supplement; a lo largo de su trayectoria, ha colaborado también con otras publicaciones periódicas, tanto de forma continua (The Economist 1952-1956, The New Yorker 1967-1997, The Observer 1998-2001), como esporádica (London Review of Books, Harper’s Magazine).

Ha publicado, además, varios libros de ensayos, novelas y de poesía.

Notas

[1] Tragedia significa cierta clase de relato,/según nos recuerdan los viejos libros,/de quien gozaba de gran prosperidad/y cayó de sus alturas/a la miseria, para terminar calamitosamente.

[2] Mezquina fortuna, ahora veo que en tu rueda/ hay un punto al que, cuando aspiran los hombres,/ se caen de bruces; pues, yo toqué ese punto/ y, viendo que ya no era posible subir más,/ ¿por qué me lamentaría de mi caída?

[3] Cuando la (diosa) que gobierna la rueda giratoria del azar/ vuelve su iracundo ceño fruncido/ hacia aquél a quien antes se dignó promover,/ no deja nunca de colmarlo de infortunio,/ de agitar e invertir su situación en todas partes/ hasta que al fin lo arroja desde las alturas/ y lo entrega sometido a la miseria;/ y como la rama que de la raíz es arrancada,/ no vuelve jamás como hoja a lo que dejó.

[4] Cortada está la rama que podría haber crecido bien derecha/ y quemado está el apolíneo gajo de laurel/ que alguna vez creció dentro de este hombre de saber.

[5] Creón es Rey, prototipo de la tiranía,/ y Edipo, espejo del infortunio.

[6] Sentado en una carroza resplandeciente,/ tirada por la fuerza de los cuellos de dragones uncidos.

[7] Ah muerte, oh dulce muerte, muerte único remedio/ para los espíritus oprimidos en una extraña prisión,/ ¿por qué soportas tanto que hollen tus derechos?/ ¿Te hemos ofendido, oh dulce, dulce muerte?/ ¿Por qué no te acercas, oh Parca demasiado tardía?/ ¿Por qué quieres soportar esta banda cautiva/ que ya no tendrá el don de la libertad/ hasta que este espíritu sea por tu dardo alejado?

[8] ¡Cuán censurable me sería!, ¡oh, Dioses!, ¿qué infamia/haber sido de Antonio y su fortuna amiga/ y sobrevivir a su muerte, contentándome con honrar/ una tumba solitaria e ir sobre ella a llorar?/ Con justicia podrían decir las razas del futuro/ que yo lo había amado sólo por el Imperio,/ por su grandeza tan sólo, y que en la adversidad/ vilmente lo abandoné por otro,/ a semejanza de esos pájaros que, con alas pasajeras,/ llegan en primavera de tierras lejanas/ y viven con nosotros mientras los calores/ y su verde perduran, para irse luego a otra parte.

[9] CÉSAR: Vamos, que hasta ahora no se aspiró a ninguna cosa grande/ sino por la violencia o el fraude;/ y quien vacila por la necedad de una conciencia moral/ en alcanzarla…/CATILINA: es un gran tonto piadoso./ CÉSAR: Un esclavo supersticioso que morirá como una bestia./ Buenas noches. Haz tus alas tan grandes como velas/ para surcar los aires; y no dejes huellas tras de ti./ Una víbora, antes de llegar a ser dragón,/ se come un murciélago; y del mismo modo tienes que tragarte un cónsul/ vigilante. Lo que hagas, hazlo con rapidez, Sergio.

[10] Pero ¿qué es esto, qué cosa/ de mar o tierra?/ Hembra de sexo parece,/ esto que tan acicalado, adornado y llamativo/ viene hacia aquí navegando/ como un majestuoso navío/ de Tarso con destino a las islas/ de Java o Gadir/ con todo su esplendor desplegado y pulidos aparejos,/ henchidas las velas y ondeando los gallardetes,/ cortejados por todos los vientos/ que los hacen juguetear…

[11] Ya es tiempo de que el mundo/ tenga un señor y sepa/ a quién obedecer./ Nosotros dos hemos mantenido su homenaje/ en suspenso/ y doblegado el globo/ cada uno de cuyos lados pisamos/ hasta dejarlo abollado. Que él lo recorra/ ahora a solas; estoy cansado de mi papel./ Mi antorcha se ha apagado; y el mundo/ se extiende ante mí/ como un negro desierto cuando se acerca la noche.

[12] Eres tú, gran Cardenal, alma más que humana,/ raro don que a Francia han dado el cielo y Roma,/ eres tú, digo, oh espíritu verdaderamente romano,/ a través de quien acaba de llegarme esta dádiva de Roma.

[13] Permitidme, oh gran rey, que con este brazo vencedor/ me inmole por mi gloria y no por mi hermana.

[14] […] el derecho de la espada/ al justificar a César, ha condenado a Pompeyo.

[15] La llevo a África; y es allí donde espero/ que los hijos de Pompeyo, Catón y mi padre,/ secundados por el esfuerzo de un rey más generoso/ y por la justicia tendrán la suerte de su lado./ Es allí donde verás sobre la tierra y las ondas/ a los restos de Farsalia armar otro mundo;/ y es allí adonde iré, para apresurar tus desgracias,/ a mostrar de fila en fila estas cenizas y mis lágrimas./ Quiero que de mi odio ellos reciban órdenes,/ que sigan al combate urnas en vez de águilas;/ y que este triste objeto les haga siempre presentes/ las misiones de vengarle y de castigarte./ Quieres a este héroe rendirle un tributo supremo;/ el honor que le haces se refleja en ti./ Me quieres por testigo de ello; obedezco al vencedor/ pero no supongas que así conmoverás mi corazón./ La pérdida que he sufrido es del todo irreparable;/ la fuente de mi odio es igualmente inagotable./ Tanto como mis días he de hacerla durar;/ quiero vivir con ella y con ella expirar./ Te confesaré, empero, como verdadera romana/ que hacia ti mi estima es igual a mi odio;/ siendo una y otro justos y mostrando el poder/ la una de tu virtud y el otro de mi deber;/ generosa la una, el otro interesado,/ y en mi espíritu ambos siendo forzados./ Tú ves que tu virtud, que en vano se quiere traicionar,/ me fuerza a elogiar lo que debo odiar:/ juzga así del odio a que mi deber me liga,/ la viuda de Pompeyo obliga a Cornelia./ Iré, no lo dudes, al salir de estos lugares/ a levantar contra ti a los hombres y a los dioses,/ esos dioses que te han adulado, esos dioses que me han engañado,/ esos dioses que en Farsalia abandonaron a Pompeyo,/ que con el rayo en el puño presenciaron su muerte/ reconocerán su culpa y querrán vengarlo./ Ante su negativa, mi celo, ayudado por su memoria,/ sabrá sin ellos arrancarte la victoria;/ y si todo esfuerzo mío quedara contrariado,/ Cleopatra hará lo que yo no haya podido.

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