Aristegui - Maciel: Retrato de un criminal. Conversaciones y entrevistas (Spanish Edition)
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Maciel: Retrato de un criminal. Conversaciones y entrevistas (Spanish Edition): resumen, descripción y anotación
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Para EmilioPRÓLOGO MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA Carmen Aristegui:la flecha en la diana El 15 de abril de 2002 puso Carmen Aristegui por primera vez su atención periodística en el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel. Hacía por aquel entonces, junto con Javier Solórzano, un programa semanal en el Canal 2 de Televisa, el “canal de las estrellas”. La emisión se llamaba “Círculo Rojo”. En la programación simplona y complaciente de ese consorcio, “Círculo Rojo “era una anomalía por la originalidad de sus temas, la amplitud de su cobertura, el ánimo crítico que lo movía. Por eso no duró mucho al aire. Apenas un año, no obstante que su recepción y aceptación por la audiencia —el rating que en ese medio todo lo domina— mostraba que había creciente público que reclamaba ese tipo de mesas de análisis, al que los dos periodistas convocaban a los protagonistas de los sucesos relevantes o a los expertos capaces de explicarlos, sin que los anfitriones se limitaran a simplemente abrir los micrófonos.
Eran dueños de su propio criterio, expresaban su propia opinión. Cuando concluyó “Círculo Rojo” flotó en el aire la impresión de que su abordamiento del “caso Maciel” había contado entre los factores que determinaron su supresión. Estaba asimismo presente el deterioro de la relación de Carmen y Javier con sus socios en Imagen, asociación que se rompió de mala manera y en perjuicio de los dos profesionales. Cuando reemprendieron su tarea periodística, transitando cada quien su propia senda, en W Radio (y Carmen, después de una agresiva censura en MVS), el “caso Maciel” ocupó la atención de la mayor periodista de la radio y la televisión en el tiempo presente. Así ocurrió también en la pantalla del Canal Once mientras fue una de las participantes en “Primer Plano”, y en el programa de entre vistas que lleva su nombre y se transmite cotidianamente por CNN en Español. El “caso Maciel” se había hecho público en 1997 cuando lo descubrieron los periodistas Jason Berry —entrevistado en este libro— y Gerald Renner, que dieron su hallazgo al periódico The Hartford Courant, en la costa atlántica de los Estados Unidos.
Su material fue retomado en México semanas después por el reportero Salvador Guerrero Chiprés, en La Jornada, y más tarde por Ciro Gómez Leyva, el del Canal 40, una emisora de presencia módica, casi discreta. La reacción áspera en contra de la difusión del caso hizo que desapareciera de la escena pública hasta que Carmen Aristegui lo retomó, nada menos que a través del canal más visto de la televisión mexicana. ¿Qué es “el caso Maciel”? Se trata de la doble vida del creador de la Legión de Cristo, que fue declarado modelo para la juventud por el papa Juan Pablo II y contra el cual había, en sentido contrario de ese talante presuntamente ejemplar, información precisa sobre el que durante largo tiempo pareció ser su único defecto, único pero no menor, el de la pederastía practicada en seminaristas reclutados para engrosar la Legión de Cristo, y de los que abusaba el propio fundador. Ya en los años cincuenta la noticia acerca del comportamiento perverso de Maciel había provocado una indagación sobre su conducta, emprendida por el Vaticano. De ella, sin embargo, quedó exonerado, no porque se le encontrara inocente de los cargos que se le imputaron, sino porque ya surtían efecto sus relaciones con la curia vaticana, alimentadas por la largueza con la que se conducía frente a ellos el ambiguo sacerdote, que procuraba proyectar una imagen de santa severidad y que era un dictador que imponía sus perversiones a quienes estaban obligados a callar y a los que hacía incurrir en pecados de los que el mismo pederasta los absolvía, y contra los cuales predicaba en sus homilías. “¡De modo directo, o por derivación, leyendo las páginas deeste libro se asiste a la mayor crisis de la Iglesia católica en elmundo contemporáneo, la de la pederastía clerical,estrechamente vinculada a la visión, entre ingenua yperversa, de la jerarquía eclesiástica, sobre el sexo y lasmujeres.” Después de que la publicación inicial del doble rostro de Maciel puso en entredicho, más allá de las fronteras eclesiásticas, la moral del fundador de la Legión, ocho valientes víctimas suyas decidieron salir del timorato resguardo en que se habían alojado e iniciaron una lucha por la justicia que encontró oídos sordos en las autoridades de la Iglesia en México y en Roma.
Varios de ellos —José Barba, Saúl Barrales, Arturo Jurado, José Antonio Pérez Olvera y Juan José Vaca— figuran con su testimonio en este libro. También aparece en sus páginas Miguel Díaz, que tras su participación inicial en ese grupo, fue instado por Maciel a desmentirse y lo hizo no sin una grave agitación de su conciencia. Igual suerte, la de la desatención y aun rechazo institucional, correría otra denuncia, la formulada cerca de la muerte de Maciel por un legionario de tan larga y alta trayectoria que llegó a ser rector de la Universidad Anáhuac, el proyecto superior del sistema educativo de los Legionarios, llevada adelante por un sacerdote al que las acciones y omisiones de sus superiores en este campo provocaron tal crisis que abandonó el ministerio. Se trata de Alberto Athié, comprometido con el fallecido José Manuel Fernández Amenábar a buscar justicia, y que ha hecho de este caso uno de los móviles de su existencia. Tildados de escandalosos, y sometidos a escarnio público que aumentaba el pesar que el abuso cometido en su contra les había generado, los denunciantes, y la conjugación de circunstancias generales de la Iglesia católica, consiguieron que se abriera paso la verdad. Maciel no fue nunca punido con la severidad que reclamaban sus inmorales conductas —la pederastía fue sólo una de ellas—, pero perdió la imagen de santidad que lo aureolaba.
Desde Roma misma, donde se le brindó apoyo e impunidad durante décadas, brotaron uno tras otro documentos que disminuyeron su poder y, finalmente, debieron admitir y condenar la doble vida de Maciel. Se pusieron al descubierto las nunca totalmente ocultas evidencias de que hizo vida conyugal con varias mujeres y que procreó familias. Carmen Aristegui, siempre con punzantes flechas en su carcaj, lanzó una que dio en la diana: la denuncia de que, en el colmo de los excesos, Maciel violó a sus propios hijos. La entrevista con la familia engañada durante largo tiempo por ese padre ausente y abusador figura también en este libro, de igual modo que la buscada por la periodista con Jeff Anderson, el abogado que representa a los ofendidos en las cortes norteamericanas. Fiel a su principio de ofrecer la voz a las partes en un asunto polémico, Carmen Aristegui incluyó el testimonio recogido clandestinamente de Luis Garza Medina, director de la Legión, quien junto con Álvaro Corcuera habría heredado el poder de Maciel de no haberse desenmascarado su doble personalidad. Garza Medina, quien ahora debe colaborar con el interventor del Vaticano, monseñor De Paolis, en la refundación de los Legionarios (no en su refundición como algunos quisieran, en el sentido popular de refundir, de echar al fondo del desván los trebejos inservibles), es miembro de la familia prócer del capital regiomontano.
Su reclutamiento y ascenso mostró el oportunismo del fundador, vinculado estrechamente al dinero de Monterrey. Esta conducta queda aclarada también en la conversación de Carmen Aristegui con Flora Garza Barragán, la claridosa hija de doña Flora Barragán, quien endiosó a Maciel y le donó casi entera su fortuna —suficiente para alzar el Colegio Cumbres de la ciudad de México sobre un extenso predio, adquirido asimismo con su dinero—. (En un libro que por fuerza recoge el registro de tempestades interiores, me parece que los lectores apreciarán como sentimientos particularmente desgarradores —aparte, por supuesto, los de los ex legionarios agraviados— el dolor de Athié y la furia de Flora Garza, a quien no tocó ni por asomo la seducción que Maciel obró en su madre, abandonada por el pederasta codicioso una vez que le había exprimido sus caudales.) Para examinar desde fuera, y desde miradores diversos la vida y la obra de Maciel, la periodista convocó a expertos en historia y sociología eclesiástica: Bernardo Barranco y Roberto Blancarte, así como a Fernando González, autor de los estudios (biográfico y psicoanalítico) más completos y documentados sobre Maciel. Y obtuvo la visión de una teóloga, Lucila Servitje, quien distingue entre la Iglesia del poder y la Iglesia de la libertad, y que opta por ésta, alternativa desde la cual condena a Maciel. Y de paso busca aligerar el peso que la opinión pública adversa ha lanzado sobre su padre, Lorenzo Servitje, como si hubiera sido patrocinador de los Legionarios por haber hecho que sus empresas retiraran la publicidad del Canal 40 en 1997, pérdida que lo puso en el tobogán en el que no ha cesado de deslizarse. El libro de Carmen Aristegui (completado con fotografías de Kirén Miret, la versátil productora de su emisión noticiosa matutina) se titula
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