Bielsa, Rafael Lawfare / Rafael Bielsa ; Pedro Peretti. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Ariel, 2019. Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-8318-09-7 1. Poder Judicial. I. Peretti, Pedro. II. Título. CDD 328.3453 |
© 2019, Rafael Antonio Bielsa y Pedro Segundo Peretti
Diseño de cubierta: Departamento de Arte de Grupo Editorial Planeta S.A.I.C.
Fotos de cubierta:
RAFAEL BIELSA © Lucas Matías Agosta
PEDRO PERETTI © Daniel de Abrantes
Todos los derechos reservados
© 2019, de todas las ediciones:
Editorial Paidós SAICF
Publicado bajo su sello ARIEL®
Av. Independencia 1682, C1100ABQ, C.A.B.A.
difusion@areapaidos.com.ar
www.paidosargentina.com.ar
Primera edición en formato digital: noviembre de 2019
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-8318-09-7
A Patricia Pasqualini: ninguna metáfora, el tiempo lo dice todo.
PEDRO PERETTI
A Andrea de Arza, una historia de amor con las cargas mal repartidas: ella aceptó la más agotadora.
RAFAEL BIELSA
CARTA DE NAVEGACIÓN
En las páginas siguientes, que el lector se dispone a surcar, dos serán nuestros derroteros mayores.
En el primero, zarparemos en el año 1912, cuando en la provincia de Santa Fe estalló la rebelión agraria conocida como ‘Grito de Alcorta’, por el nombre de la localidad que fue su epicentro. Y el anclaje del análisis histórico-político será en 1916, año de la elección presidencial del candidato radical Hipólito Yrigoyen y del asesinato del abogado agrarista santafesino Francisco Netri. Por tanto, no vamos a analizar sino tangencialmente los costados jurídico y etimológico de la difamación, de la calumnia y de la injuria.
Nos centraremos sobre el significado específico y focalizado del uso de la infamia en el lapso breve pero intenso del conflicto agrario. Y, durante esos cuatro años, en sus respectivas utilizaciones en el campo de la acción de la Justicia ( lawfare ) y en el de los medios.
El honor es una construcción cultural antiquísima, y las civilizaciones se han dotado de mecanismos que buscaron preservarlo, protegerlo, y vengarlo. Aun cuando las diversas legislaciones nacionales distingan en cada respectivo código penal la imputación falsa y el improperio de la atribución injusta de la autoría por la comisión de un delito inexistente , aquí usaremos estas denominaciones indiscriminadamente. Todas ellas, en el lenguaje coloquial, poseen en común el rasgo de ser lesivas para la honra. En otras palabras, usaremos estas palabras según el humor (o el malhumor) y las necesidades expresivas de los autores.
Cada vez que digamos infamia , estaremos diciendo mentira , difamación , calumnia , injuria , descalificación , estigmatización . Toda esa ponzoña que abona el terreno fértil donde, después, se cultivan y cosechan post-verdades. También de allí se nutre la adulteración histórica, que las usa como su fuente.
Nos proponemos analizar la colusión del activismo del Poder Judicial ( lawfare ) con los medios masivos de comunicación para utilizar la infamia como herramienta ofensiva al servicio de los intereses económico-políticos de las minorías dominantes y privilegiadas.
Buscaremos diseñar y reconstruir cómo a comienzos del siglo XX se configuró un triángulo que hoy ganó un lado hasta un cuadrilátero. Al momento del asesinato de Francisco Netri, la prensa, los tribunales y los militantes del campo popular conformaban los puntos nodales y delimitaban sus tres lados. Hoy, además del vendaval de las herramientas tecnológicas, para servir al mismo diseño a aquella figura geométrica se ha añadido un cuarto lado: el uso ilegal e ilegítimo de los servicios de información del Estado.
El segundo señalamiento es que la difamación, la calumnia y la injuria son parte necesaria pero no suficiente para la codicia y pulsión de exterminio cuando se busca el descrédito de políticos luchadores.
Para que la demolición resulte completa, el mecanismo ha de articularse con el monopolio mediático de intereses diversificados y el lawfare judicial. Este detalle es estructural antes que intersticial: para que la infamia se materialice en un hecho político, es requisito básico su masividad. Solo quienes sean idóneos para volver a la infamia un hecho de masas pueden dotarla de cuerpo, y usufructuarla. Sin masividad, el descrédito queda reducido al viejo chisme de pueblo, relativamente inofensivo, despojado de su potencialidad para demoler, estallar en el ámbito público e irrumpir avasallador en la escena política.
Y, para ser masivos, infamia y descrédito necesitan de la acción profesional de los medios de comunicación. Si alguna de sus fuerzas deserta de la máquina infamante, la descalificación con fines políticos es como un revólver a cebita. Quien controla u orienta a los medios cuenta con la llave que transmuta rumores, habladurías y chismes en exclusiones e interdicciones eficaces, de alto impacto en la opinión pública. El más indefendible de los relatos se transforma en aceptado “sentido común establecido”, de perdurable daño político.
De allí deriva el que los medios sean un arma consustanciada con intereses y propósitos de los poderes económicos concentrados y la superestructura política, que son sus dueños. En tiempos del Grito de Alcorta los que forjaron y establecieron la opinión corriente sobre “…los agitadores, la violencia de los huelguistas, ‘la que se llevó’ Netri, los campos de Justo o la casa de Repetto” fueron, para usar una definición acuñada posteriormente, “los diarios ricos”.
De tal axioma descriptivo generalizado Arturo Jauretche derivaría una consumación práctica: damos a “…lo dice La Nación , lo dice La Prensa ” el carácter sagrado de una verdad única e inmutable.
Hoy habría que agregar “lo dicen” medios nuevos –porque en aquella época no existían–, como lo son la radio, la televisión, o las redes sociales. Antes que informar objetivamente, la principal finalidad que persiguen los inmensos y poderosos conglomerados comunicacionales es manipular a la opinión pública, de modo de reproducir y hacer prevalecer sus propios intereses ideológicos y económicos.
En esta etapa, “diarios ricos” no son solo Clarín o La Nación y sus seudópodos televisivos y digitales. Hay que sumarles los subproductos del Big Data : el gran volumen de datos estructurados y no estructurados que resulta de que dos mil millones de personas al menos doce veces por día inserten en gigantescas memorias lo que les gusta y lo que no.
Por impresionante que sea, no es lo más importante la cantidad de datos reunidos, sino su empleo. Big Data se puede analizar, tanto para tomar decisiones en negocios estratégicos cuanto para… ganar elecciones nacionales. Es bien conocido el caso del referendum por el cual prevalecieron los partidarios del Brexit , o secesión y repudio de Gran Bretaña a esa Unión Europea que en 1975 el electorado británico había abrazado con otro referéndum.
El poder económico de los intereses concentrados y su capacidad de penetrar hasta en el último rincón del territorio nacional determinan el predominio de los medios sobre la voluntad política de buena parte de la sociedad, que ve por los ojos y habla por la boca de ellos.