A los hinchas de Leeds United y a todos los humildes del mundo que reivindican, a través del club de su corazón, su derecho a la felicidad.
I NTRODUCCIÓN
En abril de 2018, Marcelo Bielsa me hizo partícipe de la posibilidad de entrenar al legendario club inglés Leeds United. Fiel a su método y rigor, procedió al estudio minucioso del equipo, de la infraestructura, de la historia del club y de la ciudad. Antes de dar una respuesta definitiva, él deseaba disponer de todos los elementos relativos a la principal institución deportiva de Yorkshire, una región habitada por un fervor futbolístico único. Después de varias reuniones con los dirigentes del club se llegó a un acuerdo sobre el proyecto a elaborar, el plantel a construir y las obras a emprender en la ciudad deportiva de Thorp Arch para mejorar la distribución existente y alcanzar la excelencia deportiva.
Una vez firmado el contrato y resueltos los últimos detalles, Marcelo Bielsa me llamó para preguntarme si deseaba acompañarlo en esa nueva aventura que prometía ser apasionante. La oportunidad de volver a trabajar con él, además en el templo del fútbol que es Inglaterra, era emocionante y respondí positivamente a su propuesta. Bielsa me explicó entonces que mi papel sería doble. Primero, actuaría como intérprete en las conferencias de prensa y en los intercambios con los jugadores durante los entrenamientos y las charlas, como fue el caso en Lille. Luego, Marcelo deseaba que me ocupara de la gestión del grupo profesional como “psicólogo” encargado de la atención al jugador, en la prevención de conflictos y la transmisión de valores. “Pep Guardiola tiene en su cuerpo técnico a una persona que desempeña este papel. Se trata de Manuel Estiarte, que es campeón olímpico de waterpolo. Quisiera que usted desempeñara la misma función”, me informó. Recuerdo que él había notado cierta cercanía con los jugadores de Lille, a pesar de que yo no pertenecía al mundo del fútbol. Según él, yo disponía de las aptitudes necesarias para cumplir la misión. Atender a los jugadores y sus necesidades, hacer respetar las reglas mediante el diálogo y la indulgencia y no por amenazas o sanciones. Tal era el reto que tenía que asumir.
Su cuerpo técnico histórico, compuesto por Pablo Quiroga y Diego Reyes, acompañaría a Marcelo Bielsa. Diego Flores y Lucas Oviña, que habían iniciado su colaboración durante la breve experiencia de Lille, también participarían en la aventura. En cuanto al preparador físico, el entrenador argentino deseaba integrar en su grupo a Benoit Delaval, que ocupaba entonces el mismo cargo en Lille y que lo había impresionado por su profesionalidad, sus conocimientos futbolísticos y sus competencias. Bielsa quería saber mi opinión sobre Delaval. Recuerdo todavía mi respuesta: “Benoit es, de lejos, el mejor colega que he tenido en mi vida profesional”. Me encargó entonces contactarme con él y proponerle unirse al proyecto. Después de un plazo de reflexión, Benoit Delaval aceptó la propuesta, lo que me dio mucha satisfacción. Estaba feliz con la idea de volver a verlo y trabajar de nuevo con él.
El reto deportivo era extraordinario: lograr el ascenso del club a primera división, en ocasión de su centenario, quince años después del descenso. Toda una ciudad, toda una región y millones de hinchas alrededor del mundo esperaban ilusionados el regreso a la Tierra Prometida. El fútbol es el deporte más popular del mundo porque es fuente de dignidad para los humildes, los olvidados y los que luchan diariamente para hacer frente a las dificultades de la existencia. No se puede entender la pasión de los hinchas, su amor por los colores, su dedicación constante a la camiseta, sus sacrificios semanales para seguir a su equipo, si se olvida que la aspiración común de la humanidad es la búsqueda de felicidad. Y, a veces, para los más necesitados, la victoria de su equipo favorito constituye uno de los pocos momentos de alegría en una vida marcada por la adversidad.
El ascenso a primera división era un anhelo sometido a los avatares de los resultados deportivos, pero algo era seguro: los hinchas de Leeds United iban a ver el fútbol más hermoso de su existencia y se identificarían en cuerpo y alma con el estilo y los principios de Marcelo Bielsa. Ocurrió lo mismo en todos los lugares donde pudo desarrollar su idea: Marsella, Bilbao, Chile, Argentina, Newell’s Old Boys… Ningún aficionado a la belleza y a la nobleza puede permanecer indiferente al arte que propone el técnico de Rosario. En todas partes donde pudo arraigar su estilo, Bielsa dejó un recuerdo indeleble y conmovedor en los hinchas, que recuerdan, años después, las emociones sentidas durante sus partidos, a menudo épicos.
Marcelo Bielsa siempre se ha mantenido fiel a su idea futbolística basada en la posesión, la presión alta, la cobertura colectiva, las transiciones rápidas, los cambios de ritmo, los movimientos de alta intensidad, los pases fuertes y, sobre todo, el ataque constante. Estos son los principios del estilo del argentino y no son negociables. Así como para los valores, no se puede renunciar a la belleza. Para producir ese fútbol exigente física y mentalmente, por una parte, los jugadores deben responder a cierto perfil y disponer de características bien precisas: condición física óptima, inteligencia y vivacidad. Por otra parte, la preparación larga, intensa, repetitiva y meticulosa y las pretemporadas, marcadas por un constante esfuerzo realizado durante los diferentes entrenamientos diarios, son momentos claves.
La temporada 2018-2019 fue memorable por varios motivos. Además del maravilloso fútbol propuesto, que procuró imperecederas emociones, el equipo terminó tercero en la tabla general, consiguió 25 victorias en 46 partidos —un récord en la historia del club— y también alcanzó un total de 83 puntos, otro récord. El grupo liderado por el capitán emblemático Liam Cooper fue fiel a su estilo ofensivo y anotó 73 goles, y al mismo tiempo se mostró riguroso en el plano defensivo, ya que solo concedió 50 goles, o sea, el mejor resultado de la liga después de Sheffield United y Middlesbrough. Leeds United ocupó el primer puesto del campeonato durante 18 fechas y el segundo durante 15. En total, de los 46 partidos, se situó en una posición de ascenso directo durante 33 fechas. Pero, sobre todo, esa temporada despertó a un gigante dormido, reavivó la pasión por el club y les devolvió la esperanza a los hinchas de la mítica institución de Yorkshire.
Once etapas —cifra emblemática en el mundo del fútbol— marcaron la temporada 2018-2019. La pretemporada, período crucial para todo club profesional, permitió definir la característica individual y colectiva del equipo y darle una nueva identidad futbolística al grupo, imprimiendo el estilo de Marcelo Bielsa. El cambio cultural se operó durante ese ciclo de seis semanas previas al inicio del campeonato, con una planificación minuciosa de los entrenamientos y de los ejercicios, un estudio científico del rendimiento físico de cada jugador, un análisis médico de la composición corporal de cada miembro del equipo para definir el peso ideal a alcanzar, la elaboración de un régimen dietético estricto y equilibrado, así como la programación diaria de sesiones de descanso, indispensables para todo deportista de alto nivel.
El inicio de temporada, determinante para todo equipo porque define la orientación deportiva y anímica del grupo para el resto del campeonato, estuvo a la altura de las expectativas. De la primera a la octava fecha, los jugadores realizaron un recorrido perfecto con cinco victorias y tres empates, apoderándose así simbólicamente de la primera posición en la tabla. Con el partido de copa, el grupo dirigido por Marcelo Bielsa consiguió cuatro victorias consecutivas en los primeros encuentros, algo que ningún entrenador de Leeds United había logrado antes. Estaba trazado el surco y había entonces que proseguir por ese camino, incluso multiplicar los esfuerzos, a medida que los desafíos se volvían más grandes y las dificultades, más numerosas.