Pierre Mac Orlan - Breve manual del perfecto aventurero
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- Libro:Breve manual del perfecto aventurero
- Autor:
- Editor:Malpaso Ediciones
- Genre:
- Año:2017
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Breve manual del perfecto aventurero: resumen, descripción y anotación
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PIERRE MAC ORLAN
BREVE MANUAL
DEL PERFECTO
AVENTURERO
traducción del francés
de juan manuel salmerón arjona
I.
PRÓLOGO
Parece evidente que los jóvenes de hoy sienten cierto desprecio por la literatura de aventuras. Los adultos pueden, pues, aconsejar tranquilamente a los adolescentes a su cargo que lean novelas de aventuras que, por otra parte, ellos tampoco leerán.
A nuestro juicio, lo anterior se debe a que la picardía y la perversidad se han desterrado, nadie sabe por qué, de esa clase de libros, de modo que los jóvenes prefieren leer novelas de amor a la francesa —esto es, llenas de adulterios— o libros de aviación —que pueden dejarse en manos de cualquiera.
Es fácil, en efecto, comprobar que los autores de novelas de aventuras se caracterizan por una afición a la castidad que hoy en día resulta incomprensible. Pese a que en sus libros abundan las islas desiertas donde los náufragos se dedican a las más variadas tareas de supervivencia, pocas veces aparece una mujer, ni aun de índole dudosa.
Sin duda, la presencia de una mujer entre las víctimas de una catástrofe náutica lleva a evocar imágenes tan explícitas, como las de ciertas estampas japonesas que a nadie recomiendo ver. Si combináramos con medida un poco de ese escabroso espíritu médico que hizo famoso el «naturalismo», los yerros de una imaginación pervertida por los caprichos del azar y «la inconstancia de los malos ángeles», por decirlo con Pierre de Lancre, obtendríamos una novela de aventuras de mucho éxito.
Los jóvenes que descubrieran en ella las imágenes prohibidas que sólo hallamos en la clase de novelas que solemos exportar al mundo la leerían con gusto; la hermana seguiría al hermano, y así, por poco que un escritor audaz introdujera una historia picante en la novela de aventuras, este género literario atraería la atención del gran público y volvería a estar en auge.
Este breve manual no quiere engañar a nadie. Por eso nos ha parecido necesario prescindir de la forma novelesca, que, repitámoslo, solamente sirve para enseñar las reglas del adulterio a los adolescentes de ambos sexos con las modificaciones que la moda impone.
Leyéndolo, un joven algo pusilánime y sin una vocación precisa puede convertirse en un aventurero hecho y derecho sin ensuciarse las manos, lo que sin duda es menos absurdo que gemir en prisión por haberse fiado en exceso de la elasticidad de las leyes en materia comercial.
Advertimos que este libro contiene ciertos pasajes —no anticipamos cuáles— que incluso a una imaginación pobre pueden hacerle concebir ideas lúbricas sobre la vida aventurera; sin embargo —y aunque esté destinado a los adolescentes de ambos sexos—, no rebasaremos los límites de cierta decencia, entendamos lo que entendamos por esta palabra que, como todo en este mundo, es de lo más relativo.
II.
LAS DISTINTAS CLASES DE AVENTUREROS
Es preciso establecer como un axioma que la aventura no existe: la aventura está en el espíritu de quien la persigue y, al tocarla, se desvanece para reaparecer más allá, transformada, en los límites de la imaginación.
La guerra podía considerarse una aventura, y no necesitamos echar mano de los recursos propios de las vidas imaginarias para saber lo que ha significado cuando nos hemos puesto a ella.
Pero volveremos sobre esta cuestión más adelante. Baste de momento saber que vivir una aventura es, a grandes rasgos, bastante peligroso, pues normalmente no se obtienen sino decepciones y pesares.
Este último consejo va dirigido sobre todo a la segunda clase de aventureros de la que hablaremos en este libro.
En efecto, los aventureros pueden dividirse en dos grandes grupos con numerosas subdivisiones.
El primero podría ser la clase de los aven tureros activos y la segunda la de los aventureros pasivos .
Antes de estudiar con detalle estas dos clases de individuos radicalmente distintas entre sí, conviene avisar al lector, sin importar su edad, que siempre es peligroso fiarse de los libros cuyos cuadros pinta y cuyas leyes dicta solamente la imaginación.
Precisamente porque pertenecen al mundo de la especulación imaginativa, los aventureros difuntos ofrecen una amplia garantía de perversión. Los daños póstumos causados por aventureros insignificantes son incontables.
Cuanto más desconocido es el individuo —en este caso el aventurero—, cuantos menos detalles precisos contiene su biografía, más pernicioso es su ascendiente sobre el lector.
Marcel Schwob asumió una pesada responsabilidad al narrar las vidas admirables de algunos aventureros que carecían de interés para sus contemporáneos. Es uno de los escritores venerados por la clase de los aventureros pasivos, y sus devotos se parecen a los del satanismo, que en diversas circunstancias recurren a las invocaciones más sugestivas de la nigromancia.
Los contemporáneos de un suceso, sobre todo cuando éste infringe las convenciones sociales, tienden a generalizar. Esto es un error, pues son los detalles los que permiten reconstruir la atmósfera exacta en la que floreció determinado personaje. El futuro depara a veces historiadores capaces de reconstruir esa atmósfera con más precisión que la que encontramos en las memorias de la época. Esto es decididamente peligroso, pues no debemos olvidar que las cosas muertas influyen en los vivos incluso más que el medio donde viven.
Una mala acción nunca muere; al contrario, produce frutos cada vez más abundantes.
Cubierta de la edición francesa de las Vidas imaginarias de Marcel Schwob (1896).
Las palabras tienen una importancia oculta para los aventureros. Sin importar a qué clase pertenezca, el aventurero siempre quiere penetrar en el sentido secreto de las palabras. No es posible comprender a esa clase de espíritus sin conocer una jerga. Desde el jobelin de François Villon hasta los más modernos neologismos, pasando por el soudardant del capitán Lasphrise , los aventureros se han valido siempre de estos dialectos misteriosos.
Un aventurero debe hablar una de estas lenguas y traducir las palabras que empleamos en el habla corriente a la jerga de las gentes de mal vivir a fin de asimilar su sustancia.
Cada palabra en jerga es una «mano gloriosa» capaz de abrirnos las puertas del reino de la aventura.
Marc de Papillon, señor de Lasphrise (1555-1599).
Y la sabiduría de los aventureros ha de expresarse en clave:
Muchos de los fuñadores,
triscadores de palabra,
aquí fingen las pendencias
para reñir en tablada.
Aquí, el original ponía como ejemplo unos versos en jobelin de François Villon. Los hemos sustituido por esta cuarteta de un romance de germanía porque, traducidos, no permitían apreciar la intención del autor. ( Todas las notas son de los editores . )
III.
EL AVENTURERO ACTIVO
A diferencia del aventurero pasivo, el aventurero activo deshonra a la familia más pintada.
Las señales precursoras de tan funesta vocación aparecen ya durante la más tierna edad en forma de eso que las jóvenes madres llaman «chiquilladas» y que los invitados sufren con la paciencia que impone la buena educación.
La infancia del futuro aventurero activo constituye un curioso mosaico de delitos proporcionales al tamaño de su autor. El joven aventurero experimenta, desde la más tierna edad, la inflamación decorativa y el buen color aparente que las frecuentes bofetadas provocan en las mejillas de los iniciados.
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