Ensayos
388
ANTONIO MARTÍN PUERTA
Ortega y Unamuno en la España de Franco
El debate intelectual durante los años cuarenta y cincuenta
ISBN DIGITAL: 978-84-9920-680-6
© 2009
Antonio Martín Puerta
y
Ediciones Encuentro, S. A., Madrid
Diseño de la cubierta: o3, s.l. - www.o3com.com
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.
Para cualquier información sobre las obras publicadas o en programa y para propuestas de nuevas publicaciones, dirigirse a:
Redacción de Ediciones Encuentro
Ramírez de Arellano, 17-10.ª - 28043 Madrid
Tel. 902 999 689
www.ediciones-encuentro.es
ÍNDICE
- Capítulo 1:
INTRODUCCIÓN A LA POLÉMICA
- Capítulo 2:
EL ORIGEN IDEOLÓGICO DE LOS AVALISTAS DE LA APERTURA
- Capítulo 3:
LOS INTELECTUALES OBJETO DEL DEBATE
- Capítulo 4:
EL MEDIO AMBIENTE DE LA DISPUTA
- Capítulo 5:
LOS COMIENZOS DE LA CONTROVERSIA
- Capítulo 6:
EL DEBATE SOBRE UNAMUNO
- Capítulo 7:
LAS PUBLICACIONES FAVORABLES A LA APERTURA CULTURAL
- Capítulo 8:
LA POSICIÓN DE LAS PUBLICACIONES CONTRARIAS A LA APERTURA
- Capítulo 9:
LA PRIMERA RÉPLICA
- Capítulo 10:
SE AMPLÍA LA POLÉMICA
- Capítulo 11:
LA SEGUNDA PARTE DE LA CONTROVERSIA
- Capítulo 12:
TRAS LA MUERTE DE ORTEGA
- Capítulo 13:
LAS DECLARACIONES EPISCOPALES
- Capítulo 14:
EL LIBRO DEL PADRE RAMÍREZ
- Capítulo 15:
LAS DIFERENCIAS EN TORNO AL PADRE RAMÍREZ
- Capítulo 16:
LOS ÚLTIMOS COLETAZOS DE LA POLÉMICA
- ANEXO 1:
Artículo publicado en septiembre de 1953 en Écrits de Paris por Rafael Calvo Serer
- ANEXO 2:
Decreto de la Congregación del Santo Oficio de enero de 1957 incluyendo en el Índice de libros prohibidos las obras de Unamuno Del sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo
- ANEXO 3:
Artículo publicado en abril de 1958 en la revista de los agustinos Religión y Cultura sobre el libro del Padre Ramírez
- ANEXO 4:
Artículo publicado por Msr. Pierre Jobit en enero de 1959 en Religión y Cultura sobre la misma obra
PRÓLOGO
Durante la primera parte del régimen de Franco se desarrolló una fuerte polémica en torno a los límites de la apertura cultural, cuestión que fundamentalmente giraba en torno a Miguel de Unamuno y a José Ortega y Gasset. Un asunto que resulta casi extraño a la mayoría de nuestros coetáneos, pero de recuerdo en modo alguno inoportuno, dada la influencia de ambas personalidades.
Sobre la magnitud y relevancia de tal controversia sólo cabe decir que, planteada en sus primeras fases como una cuestión iniciada por eclesiásticos —imposible separar la cuestión del hecho de tener España en aquellos momentos un estado confesional—, terminan participando obispos a través de cartas pastorales, la Conferencia de Metropolitanos con declaraciones al respecto, y, finalmente, la Congregación para la Doctrina de la Fe llevando dos textos de Unamuno al Indice de Libros Prohibidos en 1957. Ello desde el lado de la Iglesia oficial. Pues además habría que considerar las intervenciones de destacados miembros de instituciones religiosas como la Asociación Católica Nacional de Propagandistas o el Opus Dei. Y por otro lado intervendrán las relevantes personalidades políticas e intelectuales que veremos.
La prensa y las publicaciones de la época han dejado interesantes rastros de las posturas de cada uno, con expresiones que, con cierta frecuencia, se ha buscado posteriormente silenciar o enmascarar. Ello como consecuencia de haberse efectuado tales manifestaciones en una época que, tanto en lo político como en lo religioso difiere radicalmente de la actual. Es más, ya en los años sesenta algunos de los participantes intentaban desvincularse de lo expresado por ellos mismos muy poco tiempo antes. La explicación es muy simple: tanto la situación política como la religiosa habían pasado a ser ambientalmente muy distintas.
En lo político, el cambio de gobierno de febrero de 1957 inicia el desmontaje paulatino del esquema vigente durante la primera mitad del régimen, y progresivamente muchos empiezan a modificar su tendencia. Pero hay, sobre todo, un hecho que cambiará la perspectiva de muchos criterios emitidos desde el mundo de la Iglesia: el 25 de enero de 1959 Juan XXIII anunciaba la futura convocatoria del concilio ecuménico Vaticano II. Pocos años más tarde la Iglesia era otra en muchos aspectos. La exigencia de apertura al mundo dejaba de lado a quienes poco antes mantenían actitudes que, cuando menos, podían interpretarse como intentos de enviar al Indice a los autores denostados. Así, cuando a finales de los cincuenta la polémica parecía alcanzar su clímax intelectual, de repente se quedó vieja y desactualizada.
Fueron momentos de grandes sorpresas ante las nuevas posiciones que muchos adoptaban, siendo quizás las más chocantes las provenientes de algunos eclesiásticos. De denostar a Ortega y a Unamuno pasaron, en brevísimo plazo, no a interesarse por ellos, sino a coquetear con tendencias marxistas u otras que la propia doctrina de la Iglesia llevaba más de un siglo condenando como heterodoxias ultraliberales.
Y no menos radicales fueron los cambios, como veremos, de algunos que participaron en la polémica, tanto en lo político como en lo intelectual, aunque también hubiera notables casos de continuidad en los criterios. De todo ello he ofrecido, como no podía ser de otro modo, mi personal interpretación. Pero, en términos generales, he preferido quedar en un segundo plano y dejar que sean los propios participantes en la polémica los que hablen. Para empezar porque las propias exposiciones de los autores —figuras de primer rango intelectual en bastantes casos— son sumamente interesantes, y porque entiendo que el sentir de la época se refleja mucho mejor a través de las palabras de quienes intervinieron que por mi propia visión de los hechos.
En segundo lugar porque se trata también de recrear una época difícil de interpretar desde la nuestra, y para ello nada mejor que reproducir la propia voz de los partícipes. Como es natural, la extensa colección de textos y revistas consultadas me ha obligado a presentar las afirmaciones que me han parecido más significativas, siempre buscando la mayor objetividad posible. La defensa habitual de quienes, ante este tipo de exposiciones, buscan descolgarse de las contradicciones o inconveniencias derivadas de sus propias palabras, suele ser siempre la misma: que se sacan las afirmaciones de contexto. Creo que no vale aquí tal argumentación, pues se ha intentado presentar el contexto general con la suficiente amplitud como para que no queden dudas acerca de que las afirmaciones seleccionadas son bien expresivas del medio ambiente intelectual en que cada uno actuaba.
Se ha efectuado la observación de que, al poco de anunciarse la convocatoria del Concilio, la polémica pasó a quedar rancia; cuando se lean los textos se podrá comprobar que la polémica como tal es algo a lo que pocos, salvo subsistentes y polvorientos casos de militante ranciedad, se reengancharían. Mas, siendo vetusto el debate, permanece vigente una cuestión para el mundo cristiano: ¿qué hacer ante la cultura? Y permanece vigente porque, frente a lo que opinen algunos hoy y bastantes más en aquellos años, la cuestión, guste o deje de gustar, se renueva todos los días. No basta responder —veremos que algunos así lo hicieron y lo siguen haciendo— que la polémica ya se dio por cerrada en el siglo XIX o en el siglo XIII, no quedando nada por añadir a lo que ya señalaron ciertas figuras canónicas.
Página siguiente