• Quejarse

Pedro Laín Entralgo - A qué llamamos España

Aquí puedes leer online Pedro Laín Entralgo - A qué llamamos España texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1971, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

Pedro Laín Entralgo A qué llamamos España

A qué llamamos España: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "A qué llamamos España" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

Pedro Laín Entralgo: otros libros del autor


¿Quién escribió A qué llamamos España? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

A qué llamamos España — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" A qué llamamos España " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
A qué llamamos España responde a un asunto capital para el español que otea el - photo 1

A qué llamamos España responde a un asunto capital para el español que otea el futuro y quiere conocer sus orígenes verdaderos, no tópicos. ¿Qué realidad es España, tan cuestionada y controvertida, que necesita hispanistas, glosadores, intérpretes? ¿Cuál es la realidad histórica de España, en expresión del maestro Américo Castro, el insigne mitoclasta que ha roto el muro de tinieblas por donde empieza a entrar la luz? A qué llamamos España es la respuesta superlúcida de Laín Entralgo a una pregunta dramática y esperanzadora, llamada a un examen de conciencia. Libro testimonial y testamentario, dedicado a sus hijos, es decir, a un futuro convivencial y feliz.

Pedro Laín Entralgo A qué llamamos España ePub r10 Titivillus 121015 Título - photo 2

Pedro Laín Entralgo

A qué llamamos España

ePub r1.0

Titivillus 12.10.15

Título original: A qué llamamos España

Pedro Laín Entralgo, 1971

Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

PARA MILAGRO Y PEDRO LAIN MARTINEZ Escribo desde mi presente desde un - photo 3

PARA MILAGRO Y PEDRO LAIN MARTINEZ

«Escribo desde mi presente, desde un presente empapado por un grave temor y una tenue esperanza… La tenue esperanza: que un día visible por mí o por mis hijos nuestra convivencia nacional se halle regida por el triple imperativo supremo de esta segunda mitad de nuestro siglo, ése que forman, juntándose armoniosamente entre sí, la justicia social, la libertad política y la eficacia técnica y administrativa, y entre nosotros deje de ser la sangre derramada —la sangre del otro— el principio básico de quienes aspiren a mandar o a seguir en el mando».

(De un artículo escrito el 11 de diciembre de 1970 bajo el título de «No más sangre»).

IV

A QUÉ LLAMAMOS ESPAÑA

Adelantándose a los ojos corporales y a los objetivos fotográficos de los astronautas, los cartógrafos, astronautas con los ojos de la razón y la imaginación, nos han enseñado desde el siglo XV a llamar España a un determinado trocito de sus mapas: el que, una vez descontada, qué pena, la franja portuguesa, queda restante en ese irregular pentágono más o menos semejante a una piel de toro extendida —comparación destinada a cosquillear con halago el subconsciente de tantos españoles— que desde el laberinto geográfico de Europa se insinúa entre dos mares, el Mediterráneo y el Atlántico, y se aproxima a la redonda mancha gigantesca de África. Acercándonos más a su realidad concreta, el avión, venga desde el verde mar o desde la verde Francia, nos presenta a España como un variadísimo e irregular mosaico de manchas coloreadas —azules y verdes, pardas y grises, rojas y amarillas, ocres y blancas— hendido por las líneas rectas o flexuosas de los ríos. Y cuando descendemos del avión y recorremos a ras de tierra esa piel de toro de los cartógrafos y los astronautas, España es la prodigiosa yuxtaposición de paisajes que al comienzo de estas páginas yo, con mi retina y mi sensibilidad, traté sumariamente de describir. ¿A qué llamamos España? Por lo pronto, al singular y multiforme mosaico de paisajes más o menos arbolados y más o menos cultivables en que los españoles tenemos nuestra casa.

Sobre ese suelo, nuestras ciudades. Apenas he hablado de ellas. Ni siquiera he dicho que, salvada Italia, no sé si hay en todo el planeta un país que ofrezca a la vista tan alta y tan diversa variedad de ciudades artísticas. Entre Toledo, Santiago, Salamanca, Barcelona, Sevilla, Granada, Segovia, Cuenca, Gerona, ¿cuál elegir? Y si de los bloques urbanos que el lenguaje administrativo considera «ciudades» o «capitales» pasamos a los poblados que el lenguaje popular llama «villas» o «pueblos», ¿por dónde empezar, con cuál quedarnos? Muchos días, muchos, nuestro gusto nos llevará hacia el claro y sencillo portento campesino que son los de Andalucía: Arcos, Vejer, Mijas, Osuna; otras horas, hacia la empinada, severa afirmación sobre el mundo en torno a que tan soberbia forma dan Morella, Lerma, cuando se la ve desde el norte, Sepúlveda, Rupit, Sos del Rey Católico, tantos más; otras, a cualquiera de los burgos marineros que desde los montes cántabros descienden bruscamente hacia el mar, como si el mar les sedujese… ¿Dónde encontrar, por otra parte, una calma de siglos tan densa y tan pura como la que se descubre en la plaza mayor de Ledesma o en las callejas de Calatañazor o de Pedraza? La enumeración sería inacabable.

Es cierto que, combinándose entre sí, nuestra deficiencia de vida civil, la básica pobreza del país y la carencia de un siglo XIX a la europea —nuestro siglo XIX: un hueco histórico por el que alocadamente vuelan y revuelan el heroísmo, el entusiasmo, el disfraz y la ineficacia—, han hecho que tantas y tantas de nuestras ciudades sean un espléndido soto de templos y palacios, al cual sirven de trama y argamasa conjuntos de viviendas sin arte ni calidad. No menos cierto es que los ediles y los arquitectos de los últimos cien años han confundido muchas veces la modernización con la inoportunidad y el adefesio. Salvo no pocos de Andalucía y algunos del País Vasco, ¿cuántos de nuestros conjuntos urbanos, comprendidos entre ellos los rurales, podían librarse hasta hace poco —hoy, casi ninguno— de esa doble objeción? Pero por encima de ella, contra ella, la afirmación anterior persiste verdadera: que, salvada Italia, no sé si hay en el planeta entero un país sobre cuyo suelo se alce una corona de ciudades comparable a la nuestra.

Sobre nuestro suelo y dentro de nuestras ciudades, en fin, aquello por lo que ese suelo cobra sentido y estas ciudades fueron levantadas: el pueblo y la vida de España. Y en cuanto forma peculiar de la vida del hombre, ¿a qué llamamos España? Pienso que todo cuanto llevo dicho permite ordenar históricamente la respuesta en cuatro asertos sucesivos.

Comenzó España siendo una sed, la inmensa, descomunal, infinita sed de horizontes nuevos y realidades plenarias que van constituyendo sus nunca enteramente logradas empresas: la unidad política de sus tierras, la conquista y la colonización cristiana del Nuevo Mundo, la mística aventura interior de sus santos, la unidad católica de Europa, el quijotesco sueño de una humanidad trabada por la fraternidad y regida por la justicia. ¿No dijo Nietzsche que lo propio de España —de la España cuya historia termina en Rocroy— fue precisamente «haber querido demasiado»? Una sed; esa española sed a que ha dado expresión tan hermosa un soneto de Luis Rosales:

La tierra, ya en los huesos, se hace roca

de alucinado y mártir señorío;

el cielo, muy cercano, es como un río

que refresca el canchal; su luz evoca

una herencia de sed; no se equivoca;

ésta es tierra mortal, el aire frío

cruje, quieto y tirante, dando brío

a un andamio de tierra pobre y loca

que muere diariamente; tierra y braña,

que son nuestra heredad; tierra que siento

como una llaga en el costado abierta,

brindándome su sed, la sed de España,

la tierra con su sed de nacimiento

que aún conserva la sed después de muerta.

Sin haber dejado de ser una sed, la vida española se hizo pronto y ha seguido siendo un conflicto, pintoresco unas veces y dramático otras. Atrás quedaron expuestas las razones por las cuales ha sido conflictiva la interna diversidad de España y las formas distintas —ideológico-religiosa, socioeconómica, regional— que ese conflicto nuestro ha tenido y sigue teniendo.

Pero nuestro indudable conflicto, ¿no llevará en su seno la indecisa posibilidad de una vida futura? Ese conflicto, ¿puede ser para los españoles pura e irrevocable desesperación? No: la vida de España es también

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «A qué llamamos España»

Mira libros similares a A qué llamamos España. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Laín García Calvo - La voz de tu alma
La voz de tu alma
Laín García Calvo
Pedro Antonio de Alarcón - Viajes por España
Viajes por España
Pedro Antonio de Alarcón
Pedro Salinas - Poesías completas
Poesías completas
Pedro Salinas
Pedro Corral - Desertores
Desertores
Pedro Corral
Pedro Abelardo - Ética
Ética
Pedro Abelardo
Pedro Abelardo - Sí y No
Sí y No
Pedro Abelardo
Pedro Insua Rodríguez - 1492. España contra sus fantasmas
1492. España contra sus fantasmas
Pedro Insua Rodríguez
Jose Ortega y Gasset - Estudios sobre el amor
Estudios sobre el amor
Jose Ortega y Gasset
Reseñas sobre «A qué llamamos España»

Discusión, reseñas del libro A qué llamamos España y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.