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Magín Méndez - Memorias del tercer nacimiento

Aquí puedes leer online Magín Méndez - Memorias del tercer nacimiento texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2015, Editor: Editorial Valinor, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Magín Méndez Memorias del tercer nacimiento
  • Libro:
    Memorias del tercer nacimiento
  • Autor:
  • Editor:
    Editorial Valinor
  • Genre:
  • Año:
    2015
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Memorias del tercer nacimiento: resumen, descripción y anotación

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Atribución 1 edición diciembre de 2014 Editorial Valinor 2014 Diseño - photo 1

Atribución

1ª edición: diciembre de 2014

©Editorial Valinor, 2014

Diseño de la portada: Diego Bober

Esta obra se encuentra registrada en el Registro de la Propiedad Intelectual en el número de asiento registral 05/2010/358. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, así como su distribución, sin el permiso escrito de sus editores.

NOTA DEL AUTOR

Quisiera expresar mi agradecimiento a Francisco Suñer por su esfuerzo y sabios consejos en las primeras correcciones de esta obra, a Lola por sus ánimos y a Violeta y la editorial Valinor por su apuesta por mi trabajo.

Me gustaría dedicar la novela a mi mujer y mi hija, que soportan estoicamente mis rarezas y desvaríos.

NOTA DEL ILUSTRADOR

A Magín, por confiarme este trabajo tan ilusionante.

A mi mujer, por su apoyo incondicional pese al sufrimiento que sé que mi caótico ritmo de trabajo ocasiona a mi alrededor.

Deo gratias.

PRIMERA PARTE

“… la frontera planetaria circunscribe un organismo vivo, Gaia, un sistema constituido por todos los organismos vivos y el medio ambiente. No hay en ningún sitio de la tierra una distinción clara entre materia viva y no viva.”

James Lovelock

1. Orgullo y miedo

Se apretaron todos los botones. Orgullo y miedo se adueñaron de los hombres. Carreras, maletines, ceños fruncidos, luces parpadeantes y sudor. Los últimos en llegar, los más inteligentes, quizá los que consiguieron estar más cerca de dios, el Homo sapiens , en su desbordante arrogancia, supo al fin rematar la gran faena. Arrasaron la biosfera. Como ese niño inconsciente que derrumba el castillo de arena al que tantas horas dedicó el artista por el simple hecho de ver cómo se deslizan los granos hasta su posición original. En este caso, eran arenas vivas. Arenas de Gaia.

La corteza terrestre sufrió. No pudo soportar aquella increíble presión. Las placas tectónicas impactaron empujadas por las fuerzas desatadas por el hombre. Maremotos, seísmos, volcanes, una avalancha de desastres que aniquilaron con velocidad continentes enteros. La litosfera se fragmentó en más pedazos y el perfecto puzzle construido en decenas de miles de años se quebró para siempre. La temperatura aumentó lo suficiente para quemar y asfixiar. Todo se tornó amarillo. La salinidad de los océanos los convirtió en desiertos en pocas semanas, devolviéndolos a su aspecto precambriano. El sol primero brillaba tenue, sin fuerza, y la radiación bañaba los suelos como un manto de niebla de primavera, y después, se volvió ardiente hasta el dolor. Un asesino lento y eficaz.

La destrucción de la clorofila fue un paso decisivo. La vida vegetal se marchitó, y con ella, se derrumbó la cadena trófica. Todas las plantas vasculares desaparecieron, dejando atrás toneladas de raíces que se pudrían poco a poco. El planeta azul y verde se convirtió en marrón tierra y negro ceniza.

Los animales vertebrados, tanto en los valles como en las tupidas selvas o en los fríos mares, perecieron rápida o lentamente, inexorablemente. Ninguno sobrevivió.

Los insectos, que tantas catástrofes habían soportado desde hace millones de años, no habían dado señales de vida.

Probablemente, algunos extremófilos habían sobrevivido en sus criptas inexpugnables o en profundidades abisales. El hombre aún no había alcanzado ese nivel de destrucción. Era un penoso consuelo.

En las áreas más pobladas todo fue muy rápido. En los pretenciosos países desarrollados, con su alto nivel de vida y perennes sonrisas, solo hubo miedo, caos, y muerte. La terrible habilidad para la destrucción del cerebro humano había hecho bien su trabajo.

Llovió.

Como lágrimas sin fin, la lluvia ácida remataba el trabajo. Las nubes dispersaban las partículas volátiles y llevaban el terrible legado del hombre a los últimos refugios del planeta.

De las cinco extinciones en masa que la superficie de Gaia había sufrido, esta fue la más cruel, rápida y poderosa. También fue la primera en la que un ser diminuto, con vanidad de dios todopoderoso, arrojó su rabia y su tecnología sobre su propia cabeza. No había meteoritos, ni vulcanismo, ni glaciación a quien culpar. Unos suaves dedos, untados de caras cremas, y una mente atormentada por años de injusticias, pasiones y violencia fueron suficientes.

Los estudiosos, desde sus púlpitos, ensimismados escuchando sus propias voces, se equivocaron en una cosa. El invierno nuclear duró poco, lo que realmente fue insoportable vino después. El verano nuclear, que convirtió el mundo en un desierto y al hombre en el único animal en peligro de extinción.

Un nuevo límite K-T, aunque este con un culpable bien definido.

Todo cambió. Solo la arena siguió siendo arena. Se desperdigaba con los huracanes y las riadas la arrastraban, pero resistía tenazmente el paso del tiempo. Trocitos de cuarzo, hierro, yeso y pequeños foraminíferos fosilizados. Una meteorización brutal. Todo lo vivo, muerto, y lo ya muerto, desgajado.

Sin embargo, el ataque del hombre no fue suficiente para destruir el planeta. La órbita seguía fija, su rotación no había variado, los polos magnéticos, intactos, la capa de ozono, recuperándose, el sol, imperturbable, y la luna, aún iluminando las solitarias noches. Las esporas de hongos y de algunos líquenes se multiplicaban en las entrañas de la tierra. Tal vez el ser humano se creyó dueño cuando en realidad no era más que un siervo. Una minúscula partícula que apenas gateaba en un descomunal universo. Tal vez Gaia sintió un pescozón, o tal vez un gran dolor infinito…tal vez.

2 La semilla de la esperanza Una lágrima surcó su mejilla y oscureció la - photo 2

2. La semilla de la esperanza

Una lágrima surcó su mejilla y oscureció la coriácea superficie. Su rostro apoyado sobre la corteza, estaba marcado por profundas arrugas y cicatrices con terribles historias. Mientras el líquido resbalaba por su tez y se fundía con el tronco, la emoción provocaba un temblor incontrolable en el anciano. Sus brazos rodeaban el tronco, abrazándolo como quien se reencuentra con un hijo después de muchos años. Sus dedos, ahora mustios y ásperos, aún sentían la rugosidad y el tacto del árbol, que lo embriagaba, como el líquido que destilaban en el campamento oeste. Sus piernas se asentaban sobre la tierra, bordeando las raíces, al pie de aquel ser de otros tiempos.

Estaba alcanzando el éxtasis. La iluminación…

De pronto todo se oscureció. Una forma inmensa apareció de entre las sombras. Intentó escapar, pero sus piernas resbalaban torpes en un suelo de hielo. No tardó el hercúleo gigante en atraparlo con un solo brazo, mientras que con el otro arrancaba de cuajo el árbol como si fuese un hierbajo cualquiera… ¡Dolor inenarrable!

Abrió los ojos bruscamente, y al darse cuenta de dónde estaba, acomodó la tela que lo cubría e intentó volver a dormir.

Se levantó del lecho con las primeras luces del alba. Sudoroso. Dándole vueltas a los últimos retazos de esa horrible pesadilla. Triste y ojeroso. Su cabello, blanco y descuidado, caía sobre sus hombros.

Santiago se sentó en la piedra de la choza y meditó con los ojos entreabiertos, más despierto que dormido. Su vida estaba llegando a su fin. Podía sentirlo en el alma. Ya casi no quedaban antiguos en el campamento, él estaba entre los últimos. Dos meses antes, había muerto su vecino Clot, el más viejo del lugar. El mal azul, habían concluido los doctores. Tenía miedo. Esas bacterias atacaban los cuerpos inmunodeprimidos con la edad, hombres de otros tiempos con hematocritos demasiado bajos y una falta de nutrientes dolorosamente regular. Él había nacido en otra época, antes de la última gran guerra. Antes.... Antes de que la lluvia fuese venenosa. Mucho antes.

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