C. A. PRESS
BUSCANDO MI ESTRELLA
Maruchi Mendez es poeta y escritora freelancer que vive en Miami, Florida con su familia. Nacida en La Habana, Cuba, llegó a los Estados Unidos con sus padres y hermanas a los doce años de edad. Creció, estudió y se casó en Miami, donde también nacieron tres de sus hijos, y aun residen.
Después de la muerte súbita cardiaca de su hijo menor quien nació en España, ella ha encabezado varios intentos de pasar la ley que impone pruebas cardiacas mandatarias como parte de los exámenes médicos rutinarios, a los atletas escolares y universitarios.
Maruchi es co-fundadora de JunTos Foundation, una organización sin fines de lucro que contribuye a investigaciones médicas y también ayuda a pacientes jóvenes y sus familias con las múltiples necesidades que atraviesan después de ser diagnosticados con una enfermedad terminal.
En este libro, Maruchi empieza escribiendo una carta a su hijo estrella que se le fue muy pronto, y le dice todo lo que no pudo, revelándole el gran secreto de su adopción. Buscando mi estrella explora la controversia del sistema quebrado que no protege a los atletas, y ha tenido gran aceptación entre los jóvenes, sus familias y las entidades deportivas de la nación con su llamada a acción.
BUSCANDO
MI
ESTRELLA
Una memoria del amor perpetuo de
una madre y un secreto sin contar
Maruchi Mendez
C. A. PRESS
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First published by C. A. Press, a member of Penguin Group (USA) Inc., 2013
Copyright © Maruchi Mendez, 2013
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ISBN: 978-0-698-13696-0
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A mi Príncipe.
Y a todas las madres del mundo que han perdido sus Príncipes y Princesas.
Y a Patty y Angie, que son la música en mi corazón.
AGRADECIMIENTOS
Mi más profundo agradecimiento por todo el amor y apoyo que me han dado mi familia y amigos durante todos estos años tan difíciles; y a todos los que compartieron un lugar en la vida de Toti para hacerla mejor, especialmente sus entrenadores, compañeros de equipo y amigos.
La travesía en estas páginas ha sido larga y dolorosa; pero he tenido ángeles acompañándome a lo largo del camino…
GRACIAS a Gladys y Omer por darme el empuje para empezar; Mitch por tus sabias palabras; Alfredo por tus esfuerzos; Leonard por tu ayuda y entusiasmo; Liz por tu talento y contribución; Josh y Matt por crear un libro tan hermoso; Carlos por tu generosidad y dedicación.
Pero sobre todo, quiero agradecer a Ray por valorar la historia de Toti, creer que debía de ser contada, y por llevarme de la mano y no dejarme ir hasta que se hiciera realidad.
uno
EL DÍA QUE TE FUISTE
Te veo en cámara lenta. Levantas la pierna para comenzar el lanzamiento. Levantas la rodilla hasta el pecho, casi hasta la barbilla, como siempre haces. En el calor agobiante de la Florida, agarras la pelota por última vez, y en un glorioso destello, la lanzas. He estudiado tus movimientos, las secuencias disciplinadas de tus años de béisbol, tus brazos ya crecidos y definidos, como los de un hombre, el radiante número 23 de tu uniforme, el brillo de la intensidad de tus ojos y tus tan merecidas victorias. Podría mirarte por siempre. Levanta la rodilla, Toti. Sereno. Apunta. Lanza.
Repito la escena, en cámara lenta. Es dolorosamente hermoso mirarte. Quiero acercarme y detenerte ahí mismo, en el instante preciso cuando la pelota despega de tu mano. Y quiero poner esa película una y otra vez, pero no puedo detener la secuencia borrosa de eventos.
Caes al suelo. Estás muy lejos de mí. Corro toda una eternidad pidiendo ayuda a gritos. Los paramédicos te suben a la ambulancia. Por la ventana pasan árboles conocidos a toda velocidad. Palmas, pinos, flamboyanes vestidos de color naranja. Solías tocar sus ramas cuando paseábamos por las tardes. Ya no los ves, pero se han vestido de gala con sus más bellos colores, sólo para ti…para tu despedida, hijo.
Vuelvo una y otra vez a ese momento justo antes de que ejecutes tu último lanzamiento. Te veo en cámara lenta, pero no puedo detenerte.
¿Cómo puede ser? Cumpliste tus veinte hace apenas cuatro meses. Nunca viste el estadio de los Yankees. El auto nuevo que te compré para tu cumpleaños, tu Infiniti G20 Sport del 2000 todavía huele a nuevo. Lleva esos aros de ensueño para los que tanto ahorraste. Estabas tan loco por tenerlos que le pagaste un depósito de $300 al hombre del taller para que te los guardara por varias semanas. Entraste como bólido a la cocina con una fotocopia de ellos.
¿Verdad que están lindísimos, mami?
Te juro que jamás entendí para qué gastar tanto dinero en un auto que ya venía completamente equipado de fábrica. Tendrías tus razones.
“Deja que lo veas con sus zapatos nuevos,” me aseguraste.
Eso fue hace cinco días.
Ahora deslizo mis dedos por las agarraderas de cromo de tu ataúd gris perlado. Limpio mis huellas con mi pañuelo para hacerlas brillar de nuevo. En la mano, llevo una rosa amarilla, ya marchita. Sus espinas se clavan en mis dedos, pero estoy muy entumecida para sentirlas.
Tu gorra de Florida International University está a tu lado. Llevas tu uniforme preferido de rayas finas, tus nuevos zapatos – tus cleats, el anillo del Campeonato Nacional en tu mano izquierda, el anillo del Campeonato Estatal en el meñique de la derecha, y esa misma mano agarra la pelota del juego que les ganó ese campeonato.
Puedo escuchar al Padre Víctor, nuestro primo, murmurar una plegaria. Entonces llegan tus amigos, con sus elogios y sus recuerdos de ti. Tu equipo entero de béisbol está aquí. Compañeros, entrenadores, miembros de la organización, todos se agrupan a tu alrededor.
Afuera, el cielo de Miami está despejado en este hermoso martes. En tu tumba, una manada de globos descontrolados baten en el viento. El ruido del revoloteo casi ahogan las alabanzas. Y cuando cortamos el cordón para dejarlos flotar, pintaron el cielo con vetas de azul y amarillo, los colores de tu equipo, y se mecían al ritmo de la letra de Smile for Me Now de Tupac Shakur.
There’s gonna be some stuff that your gonna see
That’s gonna make it hard to smile in the future
But whatever you see, through all the rain and pain
You gotta keep a sense of humor and be able to smile through all this