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Carlos Astrada - El mito gaucho

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Carlos Astrada El mito gaucho
  • Libro:
    El mito gaucho
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1948
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El mito gaucho: resumen, descripción y anotación

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El mito gaucho (1948), es un ensayo con dos versiones diferentes en lo que se refiere a la política. En este sentido, es un ensayo social con bases filosóficas, sobre todo en ideas de Antropología filosófica, las cuales el autor relacionó con la cultura, la naturaleza y la historia de Argentina, todo ello para dotar de sustento a su propuesta del gaucho como representante de la argentinidad. Es cierto, el autor utilizó este trabajo para fundamentar su posición política en favor del peronismo. Apoyo que —en la edición de 1964— se transformó en crítica y desprecio por ese gobierno. Empero, a pesar de que este último tema es el más importante, no es lo único, ya que la riqueza de ideas expuestas por Carlos Astrada es tal, que considero oportuno exponer en esta investigación la profundidad de las ideas astradianas. Con respecto a los aspectos políticos, es oportuno señalar que en el ensayo de 1948, la cosmovisión política consta de dos partes, una negativa en la que Astrada expresó los vicios y corruptelas que atentaron contra las normas de la convivencia social, y otra en la «que traza los lineamientos básicos de la comunidad nacional, aquellos que derivan de sus esencias históricas, del mandato del comienzo creador que la trajo a la vida y del impulso del mito que la informa». Astrada elaboró su idea con categorías exógenas, pero el contenido y el sentido de la obra son endógenos. El Mito trata de la «esencia argentina», la cual se plasma en centro de fuerza, en un mito de la comunidad argentina como suma de supuestos anímicos referidos a los fines a los que nos orientamos “históricamente”. Entonces nuestro sentido histórico verdadero supondrá asumir el mito, para auto comprendernos. No se trata del gaucho como representante del pasado sino como tipo de la argentinidad. Es el gaucho que «descubre» Astrada. Es de un tipo étnico particular. Proviene de la hibridación de soldados árabe-andaluces con indios, y luego, de una nueva hibridación en la llamada conquista del desierto. Pero no importa tanto su sangre como su medio.

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El mito gaucho 1948 es un ensayo con dos versiones diferentes en lo que se - photo 1

El mito gaucho (1948), es un ensayo con dos versiones diferentes en lo que se refiere a la política. En este sentido, es un ensayo social con bases filosóficas, sobre todo en ideas de Antropología filosófica, las cuales el autor relacionó con la cultura, la naturaleza y la historia de Argentina, todo ello para dotar de sustento a su propuesta del gaucho como representante de la argentinidad. Es cierto, el autor utilizó este trabajo para fundamentar su posición política en favor del peronismo. Apoyo que —en la edición de 1964— se transformó en crítica y desprecio por ese gobierno. Empero, a pesar de que este último tema es el más importante, no es lo único, ya que la riqueza de ideas expuestas por Carlos Astrada es tal, que consideró oportuno exponer en esta investigación la profundidad de las ideas astradianas.

Con respecto a los aspectos políticos, es oportuno señalar que en el ensayo de 1948, la cosmovisión política consta de dos partes, una negativa en la que Astrada expresó los vicios y corruptelas que atentaron contra las normas de la convivencia social, y otra en la «que traza los lineamientos básicos de la comunidad nacional, aquellos que derivan de sus esencias históricas, del mandato del comienzo creador que la trajo a la vida y del impulso del mito que la informa».

Astrada elaboró su idea con categorías exógenas, pero el contenido y el sentido de la obra son endógenos. El Mito trata de la «esencia argentina», la cual se plasma en centro de fuerza, en un mito de la comunidad argentina como suma de supuestos anímicos referidos a los fines a los que nos orientamos «históricamente». Entonces nuestro sentido histórico verdadero supondrá asumir el mito, para auto comprendernos. No se trata del gaucho como representante del pasado sino como tipo de la argentinidad. Es el gaucho que «descubre» Astrada.

Es de un tipo étnico particular. Proviene de la hibridación de soldados árabe-andaluces con indios, y luego, de una nueva hibridación en la llamada conquista del desierto. Pero no importa tanto su sangre como su medio.

Carlos Astrada El mito gaucho ePub r10 Titivillus 261115 Título original - photo 2

Carlos Astrada

El mito gaucho

ePub r1.0

Titivillus 26.11.15

Título original: El mito gaucho

Carlos Astrada, 1948

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

INTRODUCCIÓN LA ESENCIA ARGENTINA P ARA un pueblo toda posibilidad de - photo 3

INTRODUCCIÓN

LA ESENCIA ARGENTINA

P ARA un pueblo, toda posibilidad de grandeza surge de un gran comienzo, de un impulso inicial, de la tensión de un esfuerzo heroico como punto de arranque de la parábola de un destino. Una promoción humana ejemplar infundió un día un aliento de eternidad en una creación colectiva, volcó en el molde transeúnte del tiempo un programa de vida, una plenitud anímica, aprorándolos hacia el futuro a la conquista de gloria y de florecimiento. Así surgió una imagen viviente: la patria. De esta creación y su sustancia vivirían los hombres, y, puestos los ojos en ella, llevándola adentrada en el alma, afrontarían en común el sacrificio y el esfuerzo, la vida y la muerte.

Una nación no es el resultado de un proceso físico, sino que nace de un acontecimiento histórico, de un alumbramiento espiritual, y está bajo la advocación de un destino a realizar, de una misión que cumplir. Toda creación histórica verdadera trae a la vida una estructura anímica esencial que responde a una forma peculiar de convivencia humana. Este comienzo histórico, este impulso creador no puede ser abolido ni superado por lo que viene después; no hay «progreso» que lo destruya o desvalore. Es un comienzo que seguirá operante e irradiando sobre las generaciones su influjo casi místico mientras exista el ser colectivo que lo ha comenzado y que con él ha advenido a la vida libre y soberana. Pero si este comienzo no puede ser abolido, puede, sin embargo, ser desvirtuado, falseado, traicionado. Es necesario entonces y se justifica el esfuerzo por retomar contacto con ese pasado, que es una esencia constante, que es germen viviente y vivificador.

Nuestra esencia argentina, tras un proceso soterraño de gestación histórica, cuyas alternativas y signos no interesan para la determinación filosófica y sociológica de su existencia, alumbró en Mayo de 1810, fecha de su auténtica partida de nacimiento. Al alumbrar marcó una discontinuada y abrió un profundo hiatus con relación a todo un decurso pasado, durante el cual ella todavía no era, sino mera posibilidad, históricamente aleatoria, y que lo hubiera seguido siendo a no mediar el esfuerzo creador y alumbrador de los hombres de Mayo. Si no se hubiese producido aquella discontinuidad, no seríamos una nación, sino una colonia que después de fallido, o incluso exitoso, intento separatista o secesionista queda ligada a la metrópoli, dependiendo de ella política o espiritualmente. Nuestra guerra de emancipación no fue una guerra civil —como nos vienen a contar ahora los que, por pobreza mental y sectarismo confesional, viven extasiados esperando las ausentes consignas «intelectuales» y de «orientación» de la ex-metrópoli—, sino una lucha en la que nació a la vida de la libertad la patria y, con ésta, la esencia argentina, como un destino que, con sus peculiares dimensiones históricas y espirituales, era ya distinto, y se ha venido diversificando cada vez más del tronco originario.

Nuestra autonomía, que alentó ya antes de los comienzos políticos de la patria; nuestra secesión espiritual de España es una realidad que no cabe tergiversar, pues ella está manifiesta en el carácter y la orientación de la cultura argentina, así como en la preferencia por las fuentes de que ésta se ha nutrido. Es lo que certeramente, y de manera irrefutable ha señalado Lugones: «Estamos, así, tan separados de ella, como ella misma del espíritu que animó a los primeros conquistadores». Lo que nosotros restauramos y seguimos restaurando, es la civilización por ella perdida; de manera que todo esfuerzo para vincularnos a su decadencia, nos perjudicaría como una negación de aquel fenómeno. Es ella quien tiene que venir a nosotros, la raza nueva, «la hija más hermosa que su hermosa madre», pero sin ningún propósito de influir sobre nuestro espíritu, más fuerte y libre que el suyo. América no será jamás una nueva España. Podría derramarse en ella toda la población de la Península, sin que por esto se modificara su entidad. El espíritu, esa fuerza que, contrariada, produjo la decadencia de la España fanática y absolutista, está inexorablemente separado. Es en el Nuevo Mundo donde va a reintegrarse la civilización de la libertad, contrariada por el dogma de obediencia que el cristianismo impuso hace veinte siglos. «La historia eslabona, así, a nuestro destino ese grande esfuerzo de la antigüedad». (El Payador, págs. 141-142, Buenos Aires, 1916). En efecto, de la cultura greco-romana, a través del acervo humanista de la modernidad europea —al que llegamos por otras vías que España— hemos heredado, con su espíritu, el sentido democrático, como forma sustancial de convivencia, el cual es mucho más raigal que la democracia de tipo anglosajón, que importantes para estructurar nuestras instituciones políticas.

Ninguna interferencia de conatos al servicio de una servidumbre Colonial podrá oscurecer o labrar el tedio instaurado del advenimiento de la esencia argentina. Esta esencia, para cristalizar, para lograr concreción en función de lo telúrico y del medio social, en una palabra, para realizarse, ha debido primero potenciarse, plasmándose en un centro de fuerza, en un mito, el mito de la comunidad argentina, como suma de supuestos anímicos y emocionales referidos a los fines a que esta comunidad vital y espiritualmente se orienta en su devenir. De este centro de fuerza del mito fluye, como de su fuente nutricia, todo el proceso de su realidad histórica en la multiplicidad de sus manifestaciones.

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