Título original: Historia de la noche Jorge Luis Borges, 1977 Editor digital: Akhenaton ePub base r1.2
En la década de 1970, Borges escribió incontables poemas, que Emecé fue recogiendo en diversos libros. En este se reúnen treinta y un trabajos, la mayoría poemas y algunos textos breves en prosa. Dice Jorge Luis Borges que Historia de la noche es el libro que presiente como el más íntimo. Lo cierto es que en estos poemas se perciben claramente numerosos sentimientos que el escritor mantuvo en reserva a lo largo de su vida. Las impresiones de la infancia, el valor de la amistad, el hijo que no tuvo, el amor que no compartió, la inquietud del enamorado y la realidad que su ceguera le impone. Borges no puede prescindir de su vasta cultura, pero Historia de la noche marca una diferencia: detrás del mundo intelectual surge el hombre poco conocido que sufre, goza y anhela.
La suerte del poeta es proyectar esa emoción, que fue íntima, en una fábula o en una cadencia, afirma en el prólogo.
INSCRIPCIÓN
Por los mares azules de los atlas y por los grandes mares del mundo. Por el Támesis, por el Ródano y por el Arno. Por las raíces de un lenguaje de hierro. Por una pira sobre un promontorio del Báltico, helmum behongen [1] . Por los noruegos que atraviesan el claro río, en alto los escudos.
Por una nave de Noruega, que mis ojos no vieron. Por una vieja piedra del Althing. Por una curiosa isla de cisnes. Por un gato en Manhattan. Por Kim y por su lama escalando las rodillas de la montaña. Por el pecado de soberbia del samurai.
Por el Paraíso en un muro. Por el acorde que no hemos oído, por los versos que no nos encontraron (su número es el número de la arena), por el inexplorado universo. Por la memoria de Leonor Acevedo. Por Venecia de cristal y crepúsculo…Por la que usted será; por la que acaso no entenderé. Por todas estas cosas dispares, que son tal vez, como presentía Spinoza, meras figuraciones y facetas de una sola cosa infinita, le dedico a usted este libro, María Kodama. J.L.B.
Buenos Aires, 23 de agosto de 1977.
ALEJANDRÍA, 641 A.D.
Desde el primer Adán que vio la noche Y el día y la figura de su mano, Fabularon los hombres y fijaron En piedra o en metal o en pergamino Cuanto ciñe la tierra o plasma el sueño. Aquí está su labor: la Biblioteca. Dicen que los volúmenes que abarca Dejan atrás la cifra de los astros O de la arena del desierto. El hombre Que quisiera agotarla perdería La razón y los ojos temerarios. Aquí la gran memoria de los siglos Que fueron, las espadas y los héroes, Los lacónicos símbolos del álgebra, El saber que sondea los planetas Que rigen el destino, las virtudes De hierbas y marfiles talismánicos, El verso en que perdura la caricia, La ciencia que descifra el solitario Laberinto de Dios, la teología, La alquimia que en el barro busca el oro Y las figuraciones del idólatra.
Declaran los infieles que si ardiera, Ardería la historia. Se equivocan. Las vigilias humanas engendraron Los infinitos libros. Si de todos No quedara uno solo, volverían A engendrar cada hoja y cada línea, Cada trabajo y cada amor de Hércules, Cada lección de cada manuscrito. En el siglo primero de la Hégira, Yo, aquel Omar que sojuzgó a los persas Y que impone el Islam sobre la tierra, Ordeno a mis soldados que destruyan Por el fuego la larga Biblioteca, Que no perecerá.
ALHAMBRA
Grata la voz del agua A quien abrumaron negras arenas, El mármol circular de la columna, Gratos los finos laberintos del agua Entre los limoneros, Grata la música del zéjel, Grato el amor y grata la plegaria Dirigida a un Dios que está solo, Grato el jazmín.
ALHAMBRA
Grata la voz del agua A quien abrumaron negras arenas, El mármol circular de la columna, Gratos los finos laberintos del agua Entre los limoneros, Grata la música del zéjel, Grato el amor y grata la plegaria Dirigida a un Dios que está solo, Grato el jazmín.
Vano el alfanje Ante las largas lanzas de los muchos, Vano ser el mejor. Grato sentir o presentir, rey doliente, Que tus dulzuras son adioses, Que te será negada la llave, Que la cruz del infiel borrará la luna, Que la tarde que miras es la última. Granada, 1976
METÁFORA DE LAS MIL Y UNA NOCHES
La primera metáfora es el río. Las grandes aguas. El cristal viviente Que guarda esas queridas maravillas Que fueron del Islam y que son tuyas Y mías hoy. El todopoderoso Talismán que también es un esclavo; El genio confinado en la vasija De cobre por el sello salomónico; El juramento de aquel rey que entrega Su reina de una noche a la justicia De la espada, la luna, que está sola; Las manos que se lavan con ceniza; Los viajes de Simbad, ese Odiseo Urgido por la sed de su aventura, No castigado por un dios; la lámpara; Los símbolos que anuncian a Rodrigo La conquista de España por los árabes; El simio que revela que es un hombre, Jugando al ajedrez; el rey leproso; Las altas caravanas; la montaña De piedra imán que hace estallar la nave; El jeque y la gacela; un orbe fluido De formas que varían como nubes, Sujetas al arbitrio del Destino O del Azar, que son la misma cosa: El mendigo que puede ser un ángel Y la caverna que se llama Sésamo.
La segunda metáfora es la trama De un tapiz, que propone a la mirada Un caos de colores y de líneas Irresponsables, un azar y un vértigo, Pero un orden secreto lo gobierna. Como aquel otro sueño, el Universo, El Libro de las Noches está hecho De cifras tutelares y de hábitos: Los siete hermanos y los siete viajes, Los tres cadíes y los tres deseos De quien miró la Noche de las Noches, La negra cabellera enamorada En que el amante ve tres noches juntas, Los tres visires y los tres castigos, Y encima de las otras la primera Y última cifra del Señor; el Uno. La tercera metáfora es un sueño Agarenos y persas lo soñaron En los portales del velado Oriente O en vergeles que ahora son del polvo Y seguirán soñándolo los hombres Hasta el último fin de su jornada. Como en la paradoja del eleata, El sueño se disgrega en otro sueño Y ése en otro y en otros, que entretejen Ociosos un ocioso laberinto. En el libro está el Libro. Sin saberlo, La reina cuenta al rey la ya olvidada Historia de los dos.
Arrebatados Por el tumulto de anteriores magias, No saben quiénes son. Siguen soñando. La cuarta es la metáfora de un mapa De esa región indefinida, el Tiempo, De cuanto miden las graduales sombras Y el perpetuo desgaste de los mármoles Y los pasos de las generaciones. Todo. La voz y el eco, lo que miran Las dos opuestas caras del Bifronte, Mundos de plata y mundos de oro rojo Y la larga vigilia de los astros. Dicen los árabes que nadie puede Leer hasta el fin el Libro de las Noches.
Las Noches son el Tiempo, el que no duerme. Sigue leyendo mientras muere el día Y Shahrazad te contará tu historia.
ALGUIEN
Balkh Nishapur, Alejandría; no importa el nombre. Podemos imaginar un zoco, una taberna, un patio de altos miradores velados, un río que ha repetido los rostros de las generaciones. Podemos imaginar asimismo un jardín polvoriento, porque el desierto no está lejos. Se ha formado una rueda y un hombre habla.
No nos es dado descifrar (los reinos y los siglos son muchos) el vago turbante, los ojos ágiles, la piel cetrina y la voz áspera que articula prodigios. Tampoco él nos ve; somos demasiados. Narra la historia del primer jeque y de la gacela o la de aquel Ulises que se apodó Es-Sindibad del Mar. El hombre habla y gesticula. No sabe (otros lo sabrán) que es del linaje de los confabulatores nocturni , de los rapsodas de la noche, que Alejandro Bicorne congregaba para solaz de sus vigilias. No sabe (nunca lo sabrá) que es nuestro bienhechor.
Cree hablar para unos pocos y unas monedas y en un perdido ayer entreteje el Libro de las Mil y Una Noches.