Jorge Luis Borges - El Hogar - 1935-1958
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El Hogar - 1935-1958: resumen, descripción y anotación
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Jorge Luis Borges (1899 - 1986)
Textos Publicados en la revista Hogar (1935-1958)
(Edición cronológica de todos los textos que Borges publicó en la revista Hogar publicados en los libros: "Textos Cautivos" y "Borges en El Hogar". Indice al final del volumen.)
Me piden el cuento más memorable de cuantos he leído. Pienso en "El escarabajo de oro" de Poe, en "Los expulsados de Poker Fiat" de Bret Harte, en "Corazón de la tiniebla" de Conrad, en "El jardinero" de Kipling —o en "La mejor historia del mundo",— en "Bola de sebo" de Maupassant, en
"La pata de mono" de Jacobs, en "El dios de los gongs" de Chesterton. Pienso en el relato del ciego Abdula en "Las mil y una noches", en O. Henry y en el infante don Juan Manuel, en otros nombres evidentes e ilustres. Elijo, sin embargo —en gracia de su poca notoriedad y de su valor indudable,— el relato alucinatorio "Donde su fuego nunca se apaga", de May Sinclair. Recuérdese la pobreza de los Infiernos que han elaborado los teólogos y que los poetas han repetido; léase después este cuento.
ELOGIO DE LA LOCURA, DE ERASMO
Acaba de publicarse en París una nueva edición, texto latino y versión francesa, del "Elogio de la locura", de Erasmo de Roterdam, uno de los libros más afamados y menos leídos de la literatura universal. Cabe suponer que buena parte de su gloria se debe al asombroso título, precursor de "El asesinato considerado como una de las bellas artes" y de tantos otros que juntan un defecto y una alabanza. La novísima traducción se debe al académico francés Pierre de Nolhac, fallecido hace poco. Este, en el prólogo, hace el elogio "de ese pasatiempo de literato viajero que agitó las turbas, conmovió la Iglesia, inquietó los grandes y predispuso a Alemania a escuchar la voz de los Reformadores".
LE DIT DU SOURD ET MUET, DE GABRIELE D'ANNUNZIO
Se ha publicado en Roma este libro compuesto en francés antiguo por Gabriele d'Annunzio.
Dice así el prólogo: "Después de quince años cumplidos, después de la buena guerra sin treguas y de mi demasiado larga aventura adriática que paró en matanza fraternal, dedico esta especie de romance sucesivamente coral, dialogado, bailable, 'a los buenos caballeros latinos de Francia y de Italia', para oponer audazmente un luminoso testimonio de amor a sombras importunas. Si la divisa del más grande de los Lusignans, del perfecto modelo de la nobleza franca en Oriente latino, acompaña la ofrenda de mi poema, en el que se atenúa el rudo verso épico de los orígenes, sólo es para evocar los jóvenes franceses que murieron entre el Brenta y el Piave, los combatientes del monte Tomba, los relevos de Bassano y de Monferrera; sólo es para evocar los jóvenes italianos ebrios del sacrificio entero de sí mismos defendiendo la montaña de Reims a la vista de las santas torres". "C'est pour loiauté maintenir".
NOTICIAS
Sean O'Casey, en la actualidad el dramaturgo más famoso del teatro moderno irlandés, aprendió a leer después de haber cumplido los doce años de edad.
En Bombay se organizó un concurso para premiar la mejor traducción de una pieza francesa. El primer premio fue concedido a la traducción de "Le Cid", y el segundo a una del
"Topaze" de Marcel Pagnol.
En París acaba de celebrarse una Exposición del Libro Español hasta fines del siglo XVI, en la Galerie Maggs.
CARL SANDBURG
Carl Sandburg —acaso el primer poeta de Norteamérica y sin duda el más norteamericano— nació en Galesburg, estado de Illinois, el 6 de enero de 1878. Su padre era un herrero sueco, August Jonsson, empleado en los talleres del Ferrocarril de Chicago. Como los Jonsson, Johnson, Jensen, Johnston, Johnstone, Jason, Janssen y Jansen abundaban en el taller, su padre se mudó a otro apellido más inequívoco y optó por el de Sandburg.
Sin recurrir a la transmigración, Cari Sandburg —como Walt Whitman, como Mark Twain, como su campanero Sherwood Anderson— ha cursado muchos destinos, algunos de lo más laboriosos. De los trece a los diecinueve años fue sucesivamente portero en una barbería, carrero, tramoyista, peón en un horno de ladrillos, carpintero, lavaplatos en hoteles de Kansas City, Omaha y Denver, peón de chacra, atorrante, pintor de estufas y pintor de paredes. En el 98 se alistó como voluntario en el seis de infantería de Illinois, y sirvió casi un año en Puerto Rico, contra los españoles. (A su poesía no le gusta el recuerdo de esa aventura militar.) Un compañero de armas lo instó a educarse. A su vuelta ingresó en el Colegio de Galesburg.De esa fecha (1899-1902) datan sus primeros escritos: algunos ejercicios en prosa y verso que no se parecen a él. En aquel tiempo, Sandburg creía que le interesaba más el basketball que las letras. Su primer libro —que es de 1904— ya contiene algunos renglones que un discípulo suyo no rehusaría. El Sandburg esencial tarda diez años más en aparecer, en el poema «Chicago». Casi inmediatamente, América lo reconoce, lo aplaude, lo aprende de memoria, y también lo insulta. Como su poesía no tiene rimas, los opositores resuelven que no es poesía. Los partidarios contraatacan, invocando los nombres y los ejemplos de Enrique Heine, del rey David y de Walt Whitman. Inútil repetir la discusión, todavía corriente en Buenos Aires, aunque ya del todo arrumbada en los otros países del mundo...
En 1908, Sandburg (entonces periodista en Milwaukee) se casó. En 1917 entró en el «Daily News»; en 1918 hizo un piadoso viaje a Suecia y Noruega, tierras de sus mayores. Un par de años después publicó Smoke and Steel («Humo y Acero»). La dedicatoria es así: «Al coronel Eduardo J.
Steichen, pintor de nocturnos y rostros, grabador de vislumbres y de momentos, oyente de vientos azules de la tarde y frescas rosas amarillas, soñador y hallador, jinete de grandes mañanas en jardines, valles, batallas».
Sandburg ha recorrido los diversos estados de la Unión, dando conferencias, leyendo con lenta intensidad sus poemas, recogiendo y cantando viejos cantares. Hay discos de fonógrafo que registran la seria voz y la guitarra de Sandburg. Las poesías de Sandburg están compuestas en un inglés que se parece a su voz y a su modo de hablar: un inglés oral, conversado, con palabras que no están en los diccionarios y que están en las calles americanas, un inglés criollo en suma. En sus poemas hay un juego incesante de falsas torpezas, de habilidades que quieren pasar por descuidos.
Hay en Cari Sandburg una fatigada tristeza, una tristeza de atardecer en la llanura, de ríos barrosos, de recuerdos inútiles y precisos, de hombre que siente día y noche el desgaste del tiempo.
Whitman, en un Nueva York de tres o cuatro pisos, celebró las ciudades verticales que se tiran al
cielo; Sandburg, en la vertiginosa Chicago, suele prever el tiempo remoto en que la soledad, las ratas y la llanura se repartirán los escombros de su ciudad.
Sandburg ha publicado seis libros de poemas. Uno de los últimos se titula Buenos días, América. Es autor, asimismo, de tres libros de cuentos para niños y de una minuciosa biografía de los años mozos de Lincoln, otro hombre de Illinois. En septiembre de este año ha publicado un largo poema épico: El pueblo, sí.
Un poema de Sandburg: Calles demasiado viejas
Caminé por las calles de una vieja ciudad, y eran flacas las calles como gargantas de pescados duros del mar, salados y guardados en barriles por muchos años.
¡Qué viejas, qué viejas, qué viejas somos! —seguían diciendo las paredes, arrimadas unas a otras como mujeres viejas del pueblo, como viejas comadres que están cansadas y que hacen lo indispensable.
Lo más grande que la ciudad podía ofrecerme a mí, un forastero, eran estatuas de los reyes, en cada esquina bronces de reyes, viejos reyes barbudos que escribían libros y hablaban del amor de Dios para todos los pueblos, y reyes jóvenes que atravesaron con ejércitos las fronteras, rompiendo la cabeza de los contrarios y agrandando sus reinos.
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