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Jorge Luis Borges - La rosa profunda

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Jorge Luis Borges La rosa profunda

La rosa profunda: resumen, descripción y anotación

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Este libro reúne 36 poemas de Jorge Luis Borges escritos entre 1972 y 1975, de los cuales más de la mitad (19) tienen la forma del soneto. Dictados cuando el poeta ya padecía su ceguera, no evitó referirse a ella en la introducción: «Al recorrer las pruebas de este libro, advierto con algún desagrado que la ceguera ocupa un lugar plañidero que no ocupa en mi vida». El título alude a la rosa eterna de los poetas; la rosa invisible soñada por Milton; esa que Borges, ciego, ya no distingue pero que es para él imagen del mundo. Estas páginas encierran además varios otros temas y motivos que, con el tiempo y los libros, han ido poblando el universo literario, no por familiar menos maravilloso, del gran escritor argentino: las máscaras, la nostalgia de la espada, las sombras tutelares, los inventarios y las enumeraciones, la arbitrariedad del tiempo humano, la inexorabilidad del destino, los espejos... Sobre la poesía afirmaba el autor en el prólogo: La palabra habría sido en el principio un símbolo mágico, que la usura del tiempo desgastaría. La misión del poeta sería restituir a la palabra, siquiera de un modo parcial, su primitiva y ahora oculta virtud. Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar.

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Jorge Luis Borges La rosa profunda
Título original: La rosa profunda Jorge Luis Borges, 1975 Editor digital: Akhenaton ePub base r1.2
Este libro reúne 36 poemas de Jorge Luis Borges escritos entre 1972 y 1975, de los cuales más de la mitad (19) tienen la forma del soneto. Dictados cuando el poeta ya padecía su ceguera, no evitó referirse a ella en la introducción: «Al recorrer las pruebas de este libro, advierto con algún desagrado que la ceguera ocupa un lugar plañidero que no ocupa en mi vida». El título alude a la rosa eterna de los poetas; la rosa invisible soñada por Milton; esa que Borges, ciego, ya no distingue pero que es para él imagen del mundo. Estas páginas encierran además varios otros temas y motivos que, con el tiempo y los libros, han ido poblando el universo literario, no por familiar menos maravilloso, del gran escritor argentino: las máscaras, la nostalgia de la espada, las sombras tutelares, los inventarios y las enumeraciones, la arbitrariedad del tiempo humano, la inexorabilidad del destino, los espejos... Sobre la poesía afirmaba el autor en el prólogo: La palabra habría sido en el principio un símbolo mágico, que la usura del tiempo desgastaría. La misión del poeta sería restituir a la palabra, siquiera de un modo parcial, su primitiva y ahora oculta virtud.

Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar.

PROLOGO
La doctrina romántica de una Musa que inspira a los poetas fue la que profesaron los clásicos; la doctrina clásica del poema como una operación de la inteligencia fue enunciada por un romántico, Poe, hacia 1846. El hecho es paradójico. Fuera de unos casos aislados de inspiración onírica —el sueño del pastor que refiere Beda, el ilustre sueño de Coleridge—, es evidente que ambas doctrinas tienen su parte de verdad, salvo que corresponden a distintas etapas del proceso. (Por Musa debemos entender lo que los hebreos y Milton llamaron el Espíritu y lo que nuestra triste mitología llama lo Subconsciente. En lo que me concierne, el proceso es más o menos invariable.

Empiezo por divisar una forma, una suerte de isla remota, que será después un relato o una poesía. Veo el fin y veo el principio, no lo que se halla entre los dos. Esto gradualmente me es revelado, cuando los astros o el azar son propicios. Más de una vez tengo que desandar el camino por la zona de sombra. Trato de intervenir lo menos posible en la evolución de la obra. No quiero que la tuerzan mis opiniones, que, sin duda, son baladíes.

El concepto de arte comprometido es una ingenuidad, porque nadie sabe del todo lo que ejecuta. Un escritor, admitió Kipling, puede concebir una fábula, pero no penetrar su moraleja. Debe ser leal a su imaginación, y no a las meras circunstancias efímeras de una supuesta "realidad". La literatura parte del verso y puede tardar siglos en discernir la posibilidad de la prosa. Al cabo de cuatrocientos años, los anglosajones dejaron una poesía no pocas veces admirable y una prosa apenas explícita. La palabra habría sido en el principio un símbolo mágico, que la usura del tiempo desgastaría.

La misión del poeta sería restituir a la palabra, siquiera de un modo parcial, su primitiva y ahora oculta virtud. Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar. He aquí un ejemplo de Virgilio: Sunt lacrymae rerum et mentem mortalia tangunt Uno de Meredith: Not till the fire is dying in the grate Look we for any kinship with the stars. O este alejandrino de Lugones, cuyo español quiere regresar al latín: El hombre numeroso de penas y de días. Tales versos prosiguen en la memoria su cambiante camino. ¿A qué agregar a los límites naturales que nos impone el hábito los de una teoría cualquiera? Las teorías, como las convicciones de orden político o religioso, no son otra cosa que estímulos. ¿A qué agregar a los límites naturales que nos impone el hábito los de una teoría cualquiera? Las teorías, como las convicciones de orden político o religioso, no son otra cosa que estímulos.

Varían para cada escritor. Whitman tuvo razón al negar la rima; esa negación hubiera sido una insensatez en el caso de Hugo. Al recorrer las pruebas de este libro, advirtieron con algún desagrado que la ceguera ocupa un lugar plañidero que no ocupa en mi vida. La ceguera es una clausura, pero también es una liberación, una soledad propicia a las invenciones, una llave y un álgebra. J.L.B.

YO
La calavera, el corazón secreto, Los caminos de sangre que no veo, Los túneles del sueño, ese Proteo, Las vísceras, la nuca, el esqueleto.
YO
La calavera, el corazón secreto, Los caminos de sangre que no veo, Los túneles del sueño, ese Proteo, Las vísceras, la nuca, el esqueleto.

Soy esas cosas. Increíblemente Soy también la memoria de una espada Y la de un solitario sol poniente Que se dispersa en oro, en sombra, en nada. Soy el que ve las proas desde el puerto; Soy los contados libros, los contados Grabados por el tiempo fatigados; Soy el que envidia a los que ya se han muerto. Más raro es ser el hombre que entrelaza Palabras en un cuarto de una casa.

COSMOGONÍA
Ni tiniebla ni caos. La tiniebla Requiere ojos que ven, como el sonido Y el silencio requieren el oído, Y el espejo, la forma que lo puebla.

Ni el espacio ni el tiempo. Ni siquiera Una divinidad que premedita El silencio anterior a la primera Noche del tiempo, que será infinita. El gran río de Heráclito el Oscuro Su irrevocable curso no ha emprendido, Que del pasado fluye hacia el futuro, Que del olvido fluye hacia el olvido. Algo que ya padece. Algo que implora. Ahora.

EL SUEÑO
Cuando los relojes de la media noche prodiguen Un tiempo generoso, Iré más lejos que los bogavantes de Ulises A la región del sueño, inaccesible A la memoria humana.
EL SUEÑO
Cuando los relojes de la media noche prodiguen Un tiempo generoso, Iré más lejos que los bogavantes de Ulises A la región del sueño, inaccesible A la memoria humana.

De esa región inmersa rescato restos Que no acabo de comprender: Hierbas de sencilla botánica, Animales algo diversos, Diálogos con los muertos, Rostros que realmente son máscaras, Palabras de lenguajes muy antiguos Y a veces un horror incomparable Al que nos puede dar el día. Seré todos o nadie. Seré el otro Que sin saberlo soy, el que ha mirado Ese otro sueño, mi vigilia. La juzga, Resignado y sonriente.

BROWNING RESUELVE SER POETA
Por estos rojos laberintos de Londres descubro que he elegido la más curiosa de las profesiones humanas, salvo que todas, a su modo, lo son. Como los alquimistas que buscaron la piedra filosofal en el azogue fugitivo, haré que las comunes palabras —naipes marcados del tahúr, moneda de la plebe— rindan la magia que fue suya cuando Thor era el numen y el estrépito, el trueno y la plegaria.

En el dialecto de hoy diré a mi vez las cosas eternas; trataré de no ser indigno del gran eco de Byron. Este polvo que soy será invulnerable. Si una mujer comparte mi amor mi verso rozará la décima esfera de los cielos concéntricos; si una mujer desdeña mi amor haré de mi tristeza una música, un alto río que siga resonando en el tiempo. Viviré de olvidarme. Seré la cara que entreveo y que olvido, seré Judas que acepta la divina misión de ser traidor, seré Calibán en la ciénaga, seré un soldado mercenario que muere sin temor y sin fe, seré Polícrates que ve con espanto el anillo devuelto por el destino, seré el amigo que me odia. El persa me dará el ruiseñor y Roma la espada.

Máscaras, agonías, resurrecciones, destejerán y tejerán mi suerte y alguna vez seré Robert Browning.

INVENTARIO
Hay que arrimar una escalera para subir. Un tramo le falta. ¿Qué podemos buscar en el altillo Sino lo que amontona el desorden? Hay olor a humedad, El atardecer entra por la pieza de plancha. Las vigas del cielo raso están cerca y el piso está vencido. Nadie se atreve a poner el pie.
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