B REVE H ISTORIA DE
LA CARRERA ESPACIAL
Alberto Martos
Colección: Breve Historia
www.brevehistoria.com
Título: Breve Historia de la carrera espacial
Autor: © Alberto Martos
Copyright de la presente edición: © 2009 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Editor: Santos Rodríguez
Coordinador editorial: José Luis Torres Vitolas
Diseño y realización de cubiertas: Estudio de diseño nicandwill
Diseño del interior de la colección: JLTV
Maquetación: Javier Benavente y María Fernández
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las corres pondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.
ISBN-13: 978-84-9763-766-4
Libro electrónico: primera edición
A Alberto y a Daniel,
a quienes la urdimbre espacial
aún no les ha cautivado el notocordio.
Jamás trabajé para perfeccionar
los modos de hacer la guerra...
Al trabajar en aparatos de reacción
yo me proponía objetivos pacíficos y sublimes:
conquistar el Universo para el bien
de la Humanidad, conquistar el espacio
y la energía que irradia el Sol.
K ONSTANTIN E DVARDOVICH T SIOLKOVSKI
a un redactor del periódico Illustrirovannie birzhevie
vedomosti (“Noticias Ilustradas de la Bolsa”), 1905.
Agradecimientos
El autor expresa su gratitud a Elena Agüero, ex directora de edición del Círculo Internacional del Libro, por su amable permiso para reproducir algunos textos de La Conquista de la Luna , publicado por esa editorial en 1992, dentro de su Gran Historia Universal , vol. 12.
Así mismo, a Igor Selivanov, Agregado Cultural de la Embajada de la antigua Unión Soviética en Madrid en 1992, por su permiso para reproducir material gráfico de la Agencia Tass.
Advertencia
al lector suspicaz
A lo largo de las páginas de este libro el lector descubrirá que hemos prescindido de las palabras alunizar y alunizaje, en beneficio de las que nos parecen más correctas, aterrizar y aterrizaje, pues, desde nuestro punto de vista, las primeras son equívocas. Aquéllas proceden del error que hemos cometido degradando a nuestro planeta, al escribir “la tierra” con minúscula, cuando como nombre propio, le corresponde una inicial mayúscula. Recapacitemos que la palabra aterrizar no significa tomar la Tierra, sino tomar tierra (el suelo), que es lo que hacen los aviones cuando aterrizan, tomar tierra y no la Tierra, ya que nunca salieron de ella. Por la misma razón, los aviones anfibios “amaran” y la aviación embarcada “anavea”, ya que no toman tierra (con minúscula), sino agua o cubierta. En suma, aterrizar significa posarse en tierra (en el suelo), dondequiera que sea, no necesariamente en la Tierra. Por otra parte, si adoptamos la palabra alunizaje nos veremos envueltos en un delirio sin fin de designaciones terminológicas absurdas, como amartización, avenerización y atitanizacición y peor aún, cuando futuras sondas interplanetarias aplutonicen, aeuropeicen, aioicen, aganimedicen, acalisticen, etc. Así que aterricemos en la Luna.
Conocí a Alberto allá por los años 60, en los co mienzos de la era espacial y debo decir que además de ser un buen amigo, es un escritor empedernido y lo hace muy bien. Se entiende fácilmente todo lo que escribe, virtud que no es común en todos los escritores.
Hablando en concreto de este libro, comenzaré por resaltar que entre los muchos que se han escrito sobre este tema, este se caracteriza por analizar con mucha más profundidad que los demás y con un exhaustivo alarde de documentación la enorme influencia que tuvieron los grandes condicionamientos impuestos por los lobbys militares en los comien zos de la era espacial.
El libro está bien estructurado: primero expone cómo se concebía la noción del espacio exterior en la Antigüedad; a continuación explica el gran cambio que sufrieron esas ideas como consecuencia de la aparición del método científico; seguidamente entra de lleno en la auténtica historia del espacio, entendido como aquél al que solo puede accederse mediante potentes cohetes lanzadores. Evidentemen te, como los grandes cohetes empezaron a utilizarse para transportar bombas, en ocasiones convencionales y en otras nucleares, su tecnología estuvo siempre al servicio de las fuerzas armadas de los países más desarrollados. Es decir, los Estados Unidos y la Unión Soviética en los primeros tiempos de la era espacial. De aquí el importantísimo papel que estas fuerzas han tenido, están teniendo y tendrán en el futuro, en la mal llamada “conquista” del espacio.
El libro relata fundamentalmente la aventura espacial llevada a cabo por astronautas, la mayoría de ellos hombres, pero en algunos casos muy contados, también mujeres. Evidentemente para que los seres humanos pudieran acceder al espacio exterior sin demasiado peligro, fue necesario probar primero con otros seres vivos menos evolucionados, así como con algunas sondas automáticas o robóticas que les allanaran el camino.
Algunos pasajes del libro están relatados con gran maestría y con un dramatismo digno de una película moderna de anticipación científica. Un ejemplo claro de esto es aquel en el que se cuenta, con algunos detalles muy interesantes y poco conocidos, el accidente que le costó la vida al astronauta soviético Vladimir Komarov (23 de abril de 1967) en la nave Soyuz 1.
El autor del libro manifiesta en su Introducción que no quiere entrar en la polémica de si está justificado gastar tanto dinero en la investigación espacial, dejando al lector que forme su opinión sobre este delicado tema. Como apasionado lector que he sido del libro de Alberto, voy a aprovechar la ocasión que me brinda, para razonar brevemente sobre este particular. Lo primero que conviene analizar es si es cierto que se gasta mucho en la aventura espacial. Aunque es un dicho popular que “las comparaciones son odiosas”, no tendremos más remedio que hacer algunas porque, de lo contrario, mucho o poco no tienen ningún significado. Citaré tres ejemplos.
En el año 1977 la NASA lanzó al espacio las sondas robóticas Viajero 1 y Viajero 2, que exploraron los planetas exteriores Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, todas sus numerosas lunas y sus muchos anillos. Estas dos largas y complicadas expediciones espaciales terminaron oficialmente en 1989. El coste de estas misiones, acumulado hasta ese año, fue de 600 millones de dólares (valor de 1989). Esta cantidad quizá pueda parecer elevada, sin embargo en aquel año era lo que gastaban los Estados Unidos en un solo día en la Defensa Nacional. Luego, lo que puede considerarse que es mucho, comparándolo con la realidad, es bastante poco.
España gasta actualmente en investigación espacial aproximadamente 206 millones de euros al año. Es una cifra considerablemente elevada, sin embargo es la centésima parte de lo que gastamos al año en juegos de azar (repito, centésima parte). Si en lugar de juegos de azar tomamos como referencia lo que se gasta en tabaco (producto que además de no resolver ningún problema, puede dar origen a enfermedades muy graves como el cáncer), la comparación resultaría aún más esclarecedora. La conclusión es, de nuevo, que lo que algunos consideran como mucho dinero gastado en la exploración espacial en realidad es muy poco.
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