ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
S eguro que mientras sostienes este libro entre las manos son muchas las dudas que te asaltan: ¿qué tiene de absurda la historia de España? ¿Qué voy a encontrar en este libro? ¿Al final se muere Franco? ¿Calzará bien la mesa esto? ¿He cerrado el coche? Por eso hemos querido dedicar las primeras páginas a responder algunas de estas preguntas. Así que comencemos: Franco muere, y muy coja tiene que estar la mesa para que puedas hacerlo, pero, mientras lo pagues, puedes hacer con él lo que te venga en gana.
¿Por qué una historia absurda de España? En la actualidad, muchos historiadores, sociólogos, filósofos y algún fontanero defienden que no se puede progresar como sociedad sin prescindir de deformaciones románticas o de elementos épicos, supersticiosos y míticos a la hora de abordar la historia de un pueblo. Elementos a los que precisamente España sigue trágicamente aferrada. Por ello, lo que nosotros proponemos en las próximas páginas es una historia desprovista de todo esto y que hace especial hincapié en los elementos más ridículos y absurdos. Se trata de un ejercicio riguroso y bien documentado, cuya finalidad es sacudirnos las pulgas como sociedad. No hacemos esto con un afán destructivo, sino lucrativo, pero también como muestra de amor a la historia y nuestra cultura.
En consecuencia, nuestro consejo es que te desprendas de todos tus prejuicios e implicaciones sentimentales, que te dejes llevar e intentes disfrutar y divertirte con nuestro relato. Una de las cosas que no debes olvidar durante esta lectura es que divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido. Si conseguimos que al menos te rías, habremos conseguido la mitad de nuestro propósito.
¿Qué vas a encontrar en el interior de este libro? Pues palabrotas, reyes que montan elefantes y otros que los matan, muchas ironías, una boda homosexual en el siglo XVI , dictadores que cazan ballenas, diputados del siglo XIX que, de haber tenido Twitter, la habrían liado pardísima; monarcas que escribieron y produjeron películas porno, otro que era coprófago, una guerra por una oreja y un larguísimo etcétera que hace que este libro parezca el bolsillo de Doraemon. La historia de España se hizo en despachos, salones de palacio y cuarteles, pero también en casas de putas, alcobas, barras de bar y celdas. Así que agárrate al asiento porque pretendemos recorrer todos estos lugares y el viaje está plagado de curvas.
Hay personas que tienen problemas a la hora de reconocer la ironía o de encajar determinado tipo de bromas. Si eres de este tipo de gente y ya te estás estresando, no te preocupes, hemos pensado en todo: las palabras o frases entrecomilladas (con comillas españolas, las buenas, claro) son citas literales. Bueno, algunas son frases que ponemos en boca de determinados personajes. ¿Nos inventamos las citas? Pues sí, somos unos cabrones, pero, como dicen los italianos, se non è vero è ben trovato , es decir, que si nos inventamos algo es porque viene que ni pintado y ayuda a entender el asunto. Las cursivas, por su parte, indican que algo está en un idioma no cristiano , como la frase en italiano de arriba. Pero también señalan ciertas expresiones irónicas o jocosas, como ese mismo no cristiano . Sin embargo, a veces hacemos uso de la ironía y el sarcasmo sin especificarlo de manera clara y concisa , confiando en tu perspicacia y para que la lectura sea más divertida. Por otra parte, los paréntesis en unas ocasiones serán aclaratorios, sin embargo en otras te complicarán la comprensión (y puede que la vida en general).
¿Tiene algún problema este libro? Por supuesto, y queremos despejar todas las dudas en este sentido siendo autocríticos antes de meternos en faena, y para ello tenemos que empezar reconociendo que hemos procurado violar todos y cada uno de nuestros principios como historiadores de forma completamente deliberada. Pondremos un par de ejemplos: esta historia de España vuelve a tener un enfoque tradicional, narrativo y tremendamente positivista (que no es ser optimista, sino una bazofia historiográfica). ¿Qué queremos decir con esto? Pues que volvemos a caer en el error de hacer una historia de las élites, priorizando las biografías de grandes personajes, los grandes hechos históricos y lo anecdótico, por encima de los procesos y de preocuparnos por los auténticos protagonistas y motores de la historia, es decir, las mayorías sociales. Porque seamos sinceros, ¿qué importó a los campesinos del siglo XVI la victoria en Lepanto? Probablemente nada en absoluto. ¿Estaba realmente el pueblo llano posicionado en el enfrentamiento entre isabelinos y carlistas? Por supuesto que no. El problema es que no habríamos contado con tantos elementos absurdos de los que burlarnos si hubiéramos sido especialmente rigurosos en este sentido.
Otro de los principios a los que hemos renunciado ha sido hacer una historia total, que incluya aspectos políticos, pero también, y en igual medida, económicos, sociales, culturales, etc. Hemos vuelto a construir una historia eminentemente política. Pero es que, tratándose de España, ¿dónde mejor que en la política íbamos a encontrar elementos de los que hacer mofa? Aunque también hemos intentado incluir esos otros aspectos.
Lo sabemos, da igual lo que escribamos, no tenemos justificación. En realidad todo ha sido por el dinero. Hemos cedido a todo lo necesario con tal de vender, para que, mientras tú lees este libro, nosotros podamos relajarnos en bañeras desbordantes de billetes. Fama y dinero, todo a lo que aspira el estudiante de Historia. Tranquilo, esto aún no es ironía, es un alarde de sinceridad. Pero vayamos entrando en materia con el tercer principio al que hemos renunciado.
¿Cuándo empieza la historia de España? Personajes de la talla de Esperanza Aguirre no dudan en sentenciar que España tiene tres mil años de antigüedad. No puedes vernos mientras escribimos esto, pero ahora mismo nos sangran los ojos y las manos. Nos negamos a aceptar tal atropello, aunque la disculpamos al tratarse de una persona cuya única relación con la ciencia histórica es su propia antigüedad. El problema surge cuando historiadores (por supuesto, mucho más doctos que nosotros pero seguro que menos acertados) han coincidido con la aristócrata madrileña en retrotraer el origen de España esos tres milenios. Algunos de ellos ocupan sillones en la Real Academia de la Historia, ese lugar al que hay quien se refiere como un cementerio de elefantes. Nosotros no caeremos tan bajo y atacaremos a la institución empleando este concepto, pues ya se sabe que los paquidermos no edifican necrópolis de forma deliberada, sino que, de forma casual, cuando están próximos a la muerte, acaban reunidos alrededor de un lugar del que pueden extraer algo… ¡Espera! Quizá aquí ya hayamos metido alguna ironía sin usar la cursiva.
En realidad existen múltiples respuestas con relación a esta pregunta, todo depende del significado que queramos otorgar al significante «España». Si lo enfocamos desde un punto de vista meramente geográfico, por supuesto estamos hablando de hace miles de años. Existen fuentes que hacen referencia a un término fenicio en alusión a la península ibérica: Isephamim , es decir, «tierra de conejos». Esta idea fue apoyada por los romanos al referirse a la misma tierra como cunniculosa , es decir, «tierra de cunni » (conejos, palabra de la que por cierto deriva la palabra «coño»). Los griegos, por su parte, prefirieron fijarse en otro animal, aunque sin renunciar a las connotaciones sexuales, y llamaron a esas tierras Ophioússa , es decir, «tierra de serpientes». Conscientes de que las referencias a estos animales no vendían bien estas tierras a los extranjeros, los romanos acuñaron también el término «Iberia», basado en el río Íber. Pero este no cuajó y, en su lugar, acabó por imponerse el fenicio, que evolucionó en latín a «Hispania», que daría lugar a la palabra «España» (aunque Franco continuaría la evolución refiriéndose a ella en uno de sus últimos discursos como «Espiña»).
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