Edición Bicentenario
Daniel Samper Pizano
Lecciones de histeria de Colombia
Desde los precolombinos hasta hace muy poquito
Aguilar
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@megustaleerco
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A Helena Pizano de Samper.
A mis compatriotas de aquí que están allá;
a mis compatriotas de allá que están aquí;
a mis compatriotas de aquí que están aquí pero estiman lo de allá;
a mis compatriotas de allá que están allá pero les interesa lo de aquí.
Mi mamá.
“Me alegro mucho —dice Daniel Samper Pizano, autor de este libro— cuando un viejo profesor me cuenta que Lecciones de histEria de Colombia le ha permitido despertar interés en sus alumnos por la historia nacional”.
“Pero me alegro igual —añade— cuando un ciudadano común y corriente me dice que estas páginas le hicieron reír y lo aficionaron a leer temas de nuestro pasado”.
Durante 25 años, este tratado ya clásico ha sido fuente de diversión e ilustración sobre la historia colombiana. Escrito en clave de humor, pero rigurosamente investigado por el mismo autor de Breve historia de este puto mundo, es un libro que contribuyó a despertar el interés actual por estos temas.
Con motivo del Bicentenario de la República, Aguilar ha preparado una nueva edición de Lecciones de histEria de Colombia actualizada, ampliada y rematada por un postepílogo que constituye breve y contundente radiografía de este “país bipolar”.
DANIEL SAMPER PIZANO
“Un periodista, bueno o malo, no puede llegar a ser jamás un historiador”.
Tomás Rueda Vargas (1924)
Daniel Samper Pizano (Bogotá, 1945) recuerda siempre esta frase casi centenaria cuando investiga o se sienta a escribir uno de los libros de historia que ha publicado. A lo largo de una carrera como periodista que pasa del medio siglo ha ganado varios de los principales premios que se otorgan en el oficio, entre ellos el Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia y, en varias ocasiones, el Simón Bolívar.
En defensa suya alega: “No soy un historiador, bueno o malo, soy apenas un periodista, bueno o malo, que intenta divulgar la historia; un sujeto alarmado por las consecuencias que han traído al país el olvido de nuestro pasado y la ignorancia de cuanto ha ocurrido en el mundo, y que pretende acercar a los lectores a ese pasado a través de la puerta amable del humor. Nada más. Pero tampoco nada menos”.
Foto: © Jorge Maronna
Título: Lecciones de histeria en Colombia
Primera edición: 1993
Edición bicentenario: julio de 2019
© 1993, Daniel Samper Pizano
© 2019, de la presente edición en castellano para todo el mundo:
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Cra 5A No 34A – 09, Bogotá – Colombia.
PBX: (57-1) 743-0700
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© 2019, Ilustraciones interiores: Mico
Diseño de cubierta: Penguin Random House Grupo Editorial / Paula A. Gutiérrez
Imágenes modificadas de cubierta: © El libertador (https://en.wikipedia.org/wiki/Sim%C3%B3n_Bol%C3%ADvar#/media/ File:Simon-bolivar.jpg), y Getty Images.
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ISBN 978-958-5549-18-0
Conversión a formato digital: Libresque
La jai de los chibchas
Los caribes, como veremos más adelante, eran aborígenes corajudos y valientes que habitaban el litoral atlántico y muchas regiones interiores de tierra caliente. Pero los chibchas los consideraban lobísimos. Más de una vez en el Muequetá Country Club les echaron bola negra a caciques y cacicas caribes muy distinguidos, como Matarap, que arrastró al navegante español Juan de la Cosa y luego le cortó la cabeza, aunque según algunas versiones el orden fue el opuesto; Tiripí, que derrotó al conquistador español Alonso de Ojeda; y Tamalameque, que se enfrentó a conquistadores alemanes, sin hablar el idioma.
—Muy valientes y distinguidos —dicen que dijo Saguanmanchica, a la sazón presidente del club—: pero caribes.
Los chibchas tenían una palabra para designar al extranjero: atarvaán. Eso eran para ellos los caribes. Y es porque no se sabe bien de dónde salieron los caribes. En cambio, los chibchas tenían muy claro su árbol genealógico. Todos decían descender de Nemqueteba (los mayores lo llamaban «taita» y los más jóvenes «tatarataita», como si fuera una canción militar); todos eran primos segundos de Bochica y Bachué; y todos sabían que Saguanmanchica había sido el más antiguo de los zipas; que Nemequene, su sobrino, había sucedido a Saguanmanchica en el poder, y que Tisquesusa era el sucesor de Nemequene. No era extraño que dos chibchas se encontraran cuando iban a comprar sal a Zipaquirá y se produjera entre ellos un diálogo como este:
—¿Tú de cuáles Tisquesusas eres?
—De los Tisquesusas de Nemequene.
—Pues yo soy de los Tisquesusas de Saguanmanchica.
—A ver: si tú eres de los Tisquesusas de Saguanmanchica y yo soy de los Tisquesusas de Nemequene, ¿entonces tú y yo qué vendríamos siendo?
Como se indicó atrás, los chibchas que habitaban lo que hoy es Cundinamarca estaban gobernados por el zipa; y los de Boyacá por el zaque. El zaque se caracterizaba porque tenía himno propio, que le había compuesto uno de los Vargas Rubiano. El último de los zaques fue Quemuenchatocha y el penúltimo de los zipas fue Nemequene. Sus curiosos nombres se han prestado para que poetas sin imaginación hagan con ellos coplas soeces y ordinarias. Para que vean ustedes las ironías de la vida, uno de esos poetastros era de apellido Angulo!
Tal vez por eso Tamalameque fue estrepitosamente derrotado en 1531 por el alemán Ambrosio Alfinger. Algunos historiadores locales dicen que logró sacarle un empate. Otros hablan de una victoria moral. La verdad pura es que ganó Alfinger. Dos años después mataron a Alfinger de un flechazo en Chinácota. Ya había empezado la violencia en el deporte.