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Nieves Concostrina - Menudas historias de la Historia

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Nieves Concostrina Menudas historias de la Historia
  • Libro:
    Menudas historias de la Historia
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2009
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La historia universal es sin duda el mejor anecdotario que existe. El devenir de la humanidad es un continuo de despropósitos, coincidencias, exageraciones, curiosidades y difamaciones.

Nieves Concostrina —que ya nos deleitó con las «andanzas» más divertidas de los muertos en «Polvo eres»— nos conduce con mucho humor en un sorprendente viaje por algunos de los hechos más curiosos que han moldeado nuestra historia.

Nieves Concostrina Menudas historias de la Historia Anécdotas despropósitos - photo 2

Nieves Concostrina

Menudas historias de la Historia

Anécdotas, despropósitos, algaradas y mamarrachadas de la Humanidad

ePub r1.2

Titivillus 07.09.17

Título original: Menudas historias de la Historia

Nieves Concostrina, 2009

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.1

A Meli mi hermana El animado concilio de Pisa Hablar del concilio de Pisa - photo 3

A Meli, mi hermana.

El animado concilio de Pisa

Hablar del concilio de Pisa suena, de entrada, a petardo, pero aquel concilio que comenzó el 25 de marzo del año 1409, el que intentó poner fin al famoso Cisma de Occidente, es cualquier cosa menos petardo, porque fue uno de los más broncas y animados que se recuerdan. Se trataba de acabar con un problema grave: había dos papas reinando en la cristiandad. Bueno, pues cómo sería la que allí se montó, que cuando terminó el concilio en vez de dos papas había tres.

Como el Cisma de Occidente merece capítulo aparte, sólo decir que en el año que nos ocupa, 1409, la situación de la Iglesia pasaba de castaño oscuro. Hacía treinta años que había dos papas mandando en paralelo, uno desde Aviñón y otro desde Roma. Cada vez que se moría uno de los dos papas, los cardenales de cada bando elegían sucesor, con lo cual el cisma seguía y seguía y no se solucionaba nunca. Aquello era insostenible; hasta que el rey de Francia Carlos VI dijo «ya basta». La única forma de solucionar esto era retirar toda obediencia a los dos y deponerlos; y, por cierto, uno de los dos papas era el nuestro, Benedicto XIII, el aragonés, el Papa Luna.

Los cardenales de uno y otro bando se alarmaron ante el enfado del rey francés, aparcaron sus diferencias un rato y se reunieron a ver qué hacían. De esta reunión salió el concilio de Pisa. Muy bien, pero resulta que el único que puede reunir un concilio y firmar todo lo acordado es el papa. Y como había dos y ninguno quería ceder el poder, aquel concilio era como de juguete. Lógico, ninguno de los papas contendientes iba a convocarlo para facilitar su expulsión. Los papas se mantuvieron en sus trece (esta frase hecha procede precisamente de entonces, porque Benedicto XIII fue el que se mantuvo en sus ídem), así que el seudoconcilio los declaró herejes, los separó de la Iglesia y eligió a otro papa para sustituirlos, Alejandro V. No hay dos sin tres.

Y Alejandro V tuvo que buscarse otra sede, porque en Aviñón y Roma seguían amarrados a la silla los otros dos papas. Se fue a Bolonia, donde la mortadela, y allí pasó su pontificado sin pena ni gloria hasta que lo envenenaron. Los otros dos estuvieron todavía cinco años más peleados.

Agradecimientos

A mi compañero Jesús Pozo, porque sin sus ideas, sus críticas, su brío y su incondicional empuje este proyecto no hubiera sido posible. Ni éste… ni los anteriores. Ni los que están por venir. El éxito de mi trabajo en la radio y su posterior repercusión en papel no es mío, es nuestro. Indiscutiblemente nuestro. Gracias, Jesús.

Dedicatoria

Quiero dedicar este libro a todos los profesores de Historia que me cayeron en suerte durante mi esponjosa infancia y que se empeñaron en hacerme aprender de memoria tratados, concilios, fechas y retahílas de reyes, que yo olvidaba en el primer cuarto de hora de recreo con mi bocata de fuagrás en la mano. Con su falta de entusiasmo me hurtaron la diversión y la simpatía que la Historia guarda entre líneas y que, sin duda, me hubieran ayudado a situarme en el tiempo y en el espacio, a comprender y a hilar acontecimientos más allá de sesudas conclusiones que había que plasmar en un examen. Ninguno sonrió jamás en clase. Va por ellos.

Nota de la autora

Aunque las fechas señaladas intentan ser exactas y contrastadas, la consulta de distintas fuentes lleva sin remedio a localizar varias para el mismo acontecimiento. No lo tengan en cuenta. Día arriba, día abajo no cambiaría el curso de la Historia. Ejemplo: Franco habría sido igual de nefasto si se hubiera pronunciado el 18 o el 20 de julio.

Nadie vea en los siguientes textos pretensiones eruditas inexistentes. Un rápido vistazo deja a la vista exactamente lo contrario. He intentado única y exclusivamente facilitar un acercamiento a determinados episodios, serios unos y absurdos otros, a los que la inmensa mayoría profana no hemos podido aproximarnos por la frontera que nos marcaron los textos académicos. Se trata sólo de pequeñas pinceladas que únicamente pretenden ser útiles para aguijonear la curiosidad y empujar, ojalá, a beber en fuentes más doctas.

Capítulo I: Señor, Señor… qué cruz
Capítulo II: ¡Qué momento!
Capítulo III: A vueltas con el arte
Capítulo IV: Algaradas
Capítulo V: Amor, amoríos y chanchullos
Capítulo VI: Cuestiones mundanas
Capítulo VII: De presidiarios, asesinos y asesinados
Capítulo VIII: Descubriendo, investigando…
Capítulo IX: Idas y venidas de reyes y políticos
Capítulo X: Ilustres, cada uno a su manera
Capítulo XI: Malaventuras
Capítulo XII: Mamarrachadas
Capítulo XIII: Revoltosos
Juan Pablo I: caso abierto

El 28 de septiembre de 1978 es una fecha negra en el Vaticano, y no sólo porque se les muriera un papa. Al fin y al cabo se les han muerto doscientos y pico y lo tienen bastante asumido. Pero las dudas que surgieron en torno a aquella muerte aún no se han disipado, ni mucho menos se ha solucionado la crisis interna que arrastró. Albino Luciani, Juan Pablo I, murió a los 34 días de pontificado. Aún no les había dado tiempo a recoger todo lo del entierro de Pablo VI, cuando tuvieron que sacarlo de nuevo para los funerales del papa efímero.

Ahora que el Vaticano ha desclasificado los documentos del pontificado de Pío XI para que el mundo sepa qué datos del nazismo, la Guerra Civil española y el fascismo italiano se guardaron con tanto secreto, es de esperar que en algún momento alguien explique exactamente de qué murió Juan Pablo I. Haciendo un cálculo, así por encima, no nos toca enterarnos hasta, más o menos, el año 2076.

El papa Luciani murió en algún momento de la noche del 28 al 29 de septiembre. Se prohibió la realización de autopsia, nunca se pudo saber qué cenó la noche anterior, las cuatro monjas que asistieron al papa fueron trasladadas al Santo Oficio con la prohibición de hacer declaraciones, y no hubo un boletín médico que explicara claramente las causas de la muerte. El médico que certificó el deceso dijo que probablemente se debió a un infarto de miocardio. Pero aquel infarto no convenció.

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