DALAI LAMA JERRFEY HOPKINS
Acerca de la muerte
Traducción de Daniel Menezo
Traductor: Menezo, Daniel
Autor: Lama, Dalai Hopkins, Jerrfey
©2002, Integral
ISBN: 9788479019488
Generado con: QualityEbook v0.86
Generado por: Silicon, 08/04/2018
Acerca de la muerte
Dalai Lama Jerrfey Hopkins
TÍTULO original: Advice on Dying
Autor: S.S. el Dalai Lama
Traducción: Daniel Menezo
Revisión técnica: Tenzing Wangdak
© His Holiness The Dalai Lama and Jeffrey Hopkins, Ph. D., 2002 Jeffrey Hopkins Ph. D. es el traductor del original en tibetano a la lengua inglesa.
Publicado por acuerdo con el editor original, Atria Books, una división de Simón Se Schuster, Inc.
© de la presente edición, RBA Libros, S.A., Z003 Pérez Galdós, 36- 08012 Barcelona
Primera edición: febrero Z003
ÍSBN: 84-7901-948-4
Rrf.: LR-47
Dep0.no legal: B. 4.828 − 2003 Impreso en Novagrifik
Todo el mundo muere, pero nadie está muerto.
DICHO TIBETANO
PREFACIO
EL TÍBET es famoso por sus intensas percepciones de las profundidades mentales. Siendo como es un depósito de enseñanzas budistas, el Tíbet lleva mucho tiempo manteniendo unas tradiciones de práctica y de instrucción centradas en la manifestación de estos profundos estados mentales, usan dolos para progresar espiritualmente. Yo comencé mi propia instrucción en estas manifestaciones en un monasterio tibetano mongol de New Jersey, a finales de 1962. En los casi cinco años que viví en aquel monasterio, aprendí el idioma ti beta no y medité y estudié una amplia gama de materias. Esto me permitió, tras regresar al monasterio en el verano de 1968, disfrutar plenamente de las magníficas exposiciones de temas —de mayor y menor importancia— que impartía un anciano lama, Kensur Ngawang Lekden; había sido el abad de un monasterio Tantra en Lhasa, la capital del Tíbet, cuando los chinos comunistas invadieron el país en 1959. Durante el curso de sus enseñanzas, el lama mencionó en repetidas ocasiones un libro profundo, que él tenía, sobre la muerte. Explicaba que aquella obra era tremendamente útil para enfrentarse a la muerte, porque describía con detalle los estados mentales cada vez más profundos por los que pasa la persona agonizante, así como el modo de prepararse para ellos. Añadía que atravesamos estos estadios cada día de
nuestra vida, cuando vamos a dormir o despertamos de un sueño, así como por medio del desmayo, el estornudo o el orgasmo.
Me sentí fascinado.
Partiendo de las breves referencias que hacía el lama a aquel libro, percibí que nuestro grado cotidiano de conciencia era superficial si lo comparamos con esos otros estados más profundos. Deseoso de aprender más sobre el tema, le pedí que me enseñase los contenidos del libro, pero él fue dándome largas. Al cabo de un tiempo, en 1971, y gracias a una beca Fulbright, durante unos cuantos meses me fui a estudiar con uno de los alumnos tibetanos del lama, que enseñaba en Alemania, en la Universidad de Hamburgo. Allí me alojé en lo que, en realidad, no era más que un armario grande. Un amigo del erudito tibetano había montado un estrecho camastro encima de la ventana del armario, añadiéndole una pequeña escalera para acceder a él, y colocando debajo un diminuto pupitre. Una noche, cuando hacía poco que había llegado, el lama se me apareció en un emocionante sueño, bajo la brillante forma de su persona cuando tenía seis años, que aún no mostraba las señales que tenía en su rostro de adulto. De pie, sobre mi pecho, me anunció: «Volveré». Entonces supe que había muerto.
Viajé a la India, donde permanecí más de un año asistiendo a dos series de cursos impartidos por Su Santidad el Dalai Lama; allí pude tener largas conversaciones con él en muchas audiencias que me concedió, recibí enseñanzas privadas, traduje un texto que había escrito sobre el nacimiento dependiente y la vacuidad, e hice de intérprete para un grupo de estudiantes que habían solicitado una audiencia. Tras mi regreso a los Estados Unidos, fui directamente al monasterio de New Jersey, con la intención de buscar el libro sobre la muerte entre los objetos personales del lama Kensur Ngawang Lekden.
¡Cuando lo encontré, me llevé una gran alegría!
Leí el libro y solicité a dos lamas que me clarificasen algunos puntos. Esta obra me influyó profundamente. El texto describe los niveles mentales superficiales y los profundos de una forma tan vivida que permite al lector un viaje imaginario en el que cada vez se sume más profundamente en su propia mente, avanzando en el viaje último de su transformación. Sabiendo que a mucha gente le resultaría útil aquel material, pregunté a Su Santidad el Dalai Lama si podía hacer algunos comentarios sobre otro texto que trataba el mismo tema, un poema escrito por el primer Panchen Lama en el siglo XVII —que incluye un comentario realizado por el autor del libro sobre la muerte que yo había leído—. Sugerí al Dalai Lama que, de este modo, se podría editar un libro más accesible, y él estuvo de acuerdo.
Pocos días después, Su Santidad me convocó a su despacho privado, y me senté ante él con una grabadora. Extrayendo materiales de varias tradiciones y experiencias que iluminaban el texto, Su Santidad analizó detalladamente la estructura de la profunda psicología budista, así como el proceso de la muerte y el periodo que la sigue, anterior a la siguiente vida. Me describió cómo los yoguis competentes manifiestan los profundos niveles mentales necesarios para la transformación espiritual. Habló emotivamente sobre el valor que tiene ser consciente de la muerte, cómo conseguirlo, cómo superar el temor cuando ésta llegue y durante el estadio intermedio entre las vidas, además de cómo ayudar a otras personas que agonizan. Sus enseñanzas son la esencia de este libro.
Para que el lector se haga una idea del impacto que el Dalai Lama me produjo aquel día, permítaseme citar algunas de las notas que tomé para mi libro Cultivating Compassion, en el que hago referencia a la meditación sobre la naturaleza de la realidad:
El Dalai Lama aconseja que se practique este tipo de meditación pensando en alguien o algo que se valore mucho, de modo que la experiencia de vacuidad no se malinterprete como una devaluación del sujeto: su valor seguirá siendo elevado, pero se enfocará de una forma distinta. El periodo en que me instruyó en su despacho de la India, mi experiencia fue especialmente intensa. A última hora de una tarde, yo le observaba desde el otro lado de su escritorio, él sentado ante un par de ventanas abiertas, con el sol bastante bajo, en el horizonte del valle Kangra. Nuestro tema de conversación era sobre los estadios de la muerte, una profunda exposición de los estados más profundos de la mente, sobre los que se edifican no sólo la muerte sino toda experiencia consciente. Cuando se expresa en tibetano, el Dalai Lama posee unos increíbles poderes oratorios —habla muy rápido y muy claro a la vez—, y aplica una vasta gama de enseñanzas a una misma materia. El relucir del sol inundaba el ambiente, pintando el cielo de un anaranjado intenso... como el segundo estadio de los cuatro que experimentan las mentes sutiles cuando mueren. Nunca en mi vida me había sentido tan en casa como entonces. Cuando salí de su despacho, me impactó la cima cubierta de nieve que se cierne sobre Dharamsala: empecé a caminar hacia mi alojamiento, situado en la falda del monte, y pasé por un lugar desde el que se divisaba la otra cara de la montaña; entre ambos montes pendía un arco iris que describía un círculo perfecto. ¡Era sorprendente! Unos días más tarde, me dispuse a hacer las maletas para marcharme tras mi última clase con el Dalai Lama, preparándome para regresar a los Estados Unidos. Cuando ya estaba cerca de la puerta, oí que dijo: «Es como un sueño». Yo le pregunté: «¿Qué lo es?». «Es como un sueño», repuso él. Incluso en esa etapa tan real y valiosa de mi existencia, me hizo reflexionar sobre la vacuidad de esa provechosa experiencia. La vaciedad no erradica los fenómenos; al contrario, es compatible con la eficiencia y con el valor.
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