Verdades sobre el Tíbet,
los dalái lamas y el budismo
Bernard Baudouin
VERDADES
SOBRE EL TÍBET,
LOS DALÁI LAMAS
Y EL BUDISMO
Filosofía de paz
contra la violencia en el mundo
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Traducción de Sonia Afuera Fernández.
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Prólogo
Todos los dalái lamas han sido a lo largo del tiempo reencarnaciones del Buda de la Compasión.
Su Santidad el decimocuarto dalái lama, heredero de un largo linaje, representa hoy en día no sólo el Buda viviente, sino también la compasión de todos los Budas. Es el dirigente en el exilio del Tíbet y, asimismo, el líder espiritual de los tibetanos; por esta razón, se trata de un verdadero portador de paz, cuya aura se extiende mucho más allá de su país de origen.
Esta condición hace que goce de respeto en todo el mundo; muchos jefes de Estado se sienten muy honrados al recibirlo, ya que lo consideran un ser excepcional y, además, reconocen su espíritu con respecto a todos los pueblos y las religiones, con cuyos líderes se relaciona de manera habitual.
Más que considerarlo un simple religioso, sus propios súbditos elevan a Su Santidad el dalái lama al rango de símbolo, de la misma manera que han venido haciendo sus antepasados con sus trece ilustres predecesores. Le consideran el «Buda de carne y hueso», la encarnación de un dios viviente.
No es casual, pues, que su nombre —Tenzin Gyatso— signifique «océano de sabiduría». Se trata de un auténtico embajador de la sabiduría y de la paz en el mundo, que trabaja, con los suyos y en todas partes, por la paz y el respeto de los hombres, de sus costumbres y de sus creencias.
La labor del decimocuarto dalái lama continúa fielmente la misma línea de quienes le precedieron, y se centra en la incansable transmisión de un mensaje de paz y humanidad, de respeto y humildad, a su pueblo, que sufre como todos los pueblos del mundo.
Es mi deseo que, con la difusión de este libro, la influencia de Su Santidad aumente todavía más por el bien de su pueblo y de todos los seres.
Lama G YURMÉ
Superior de la Congregación Dachang Vajradhara Ling,
del templo Kagyu Dzong
y del centro de retiro Mahamudra.
Prefacio
El pueblo tibetano ha iluminado durante mucho tiempo los altiplanos de la región del Himalaya con su glorioso pasado y su cultura eminentemente espiritual. Sin embargo, hoy en día vive unos momentos difíciles. El Tíbet fue invadido y anexionado por China, y el decimocuarto dalái lama vive en el exilio desde 1959. El país ha vivido desde entonces las décadas más sombrías de su historia. Sin embargo, el pueblo tibetano, expoliado de sus derechos y su cultura, ha sobrevivido a todas las afrentas y a todas las humillaciones.
Arraigados a su tierra y a sus tradiciones, los tibetanos se han mantenido firmes, fieles a su idioma, a sus costumbres y a su espiritualidad.
Esta voluntad de supervivencia se debe en parte, después de cinco décadas de esclavitud, a la emblemática figura de Jampel Ngawang Lobsang Yeshé Tenzin Gyatso, el decimocuarto dalái lama.
Afirmar que quienes hicieron oír su voz en defensa del Tíbet durante los meses previos a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 no eran otra cosa que «revolucionarios afines al dalái lama» no es tan sólo una infamia: es simplemente primario, una muestra de incultura.
Para convencerse de ello sólo tenemos que echar un vistazo a la historia de este pueblo impregnado de una ferviente espiritualidad, pues no en vano durante mucho tiempo había como mínimo un monje en cada familia tibetana.
También deberíamos observar la larga trayectoria del linaje de los dalái lamas, estos grandes maestros del budismo tibetano que han venido guiando desde hace siglos a su pueblo por el camino de la serenidad y la sabiduría.
El hombre que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1989 no es un simple contestatario enfrentado al poder dictatorial chino, sino el heredero de una larga y noble tradición espiritual.
Por todo esto, dedicar un tiempo a viajar al pasado y recorrer los meandros de la fabulosa historia de los dalái lamas nos servirá para demostrarnos que, detrás de la voluntad del Tíbet de recuperar su autonomía de pensamiento, no hay más que la legítima aspiración de todos los pueblos de existir según sus propias convicciones.
Mensaje de Su Santidad
el dalái lama con motivo
del 49.º aniversario de la
sublevación nacional tibetana
Con motivo del 49.º aniversario del levantamiento pacífico del pueblo tibetano en Lhasa, el 10 de marzo de 1959, quiero ofrecer mis plegarias y rendir homenaje a todos aquellos valientes hombres y mujeres del Tíbet que han sufrido incalculables penalidades y han sacrificado sus vidas por la causa de su pueblo.
Deseo expresar mi solidaridad con los tibetanos que sufren actualmente la represión y los malos tratos, y saludar asimismo a todos ellos, tanto a quienes viven en el interior como a aquellos que residen fuera del Tíbet, sin olvidar a los que apoyan la causa tibetana y a los defensores de la justicia.
Durante seis décadas, los tibetanos del conjunto del Tíbet, conocido con el nombre de Tcheulkha-Soum (U-Tsang, Kham y Amdo), han tenido que vivir bajo sospecha, en un estado de miedo constante y de intimidación a causa de la represión china. Sin embargo, además de mantener la fe religiosa, un cierto nacionalismo y su cultura única, el pueblo tibetano ha sido capaz de conservar viva su aspiración primordial de libertad. Admiro profundamente todas estas cualidades del pueblo tibetano y su irreductible valor. Me siento muy orgulloso y satisfecho de él.
Muchos Gobiernos, organizaciones no gubernamentales y personalidades de todo el mundo, fieles a su confianza en la paz y la justicia, han defendido con continuidad la causa del Tíbet. Especialmente a lo largo de este último año, los Gobiernos y los habitantes de varios países han llevado a cabo gestos importantes que expresan claramente su apoyo. Me gustaría expresar mi gratitud a cada uno de ellos.
El problema del Tíbet es muy complicado y está intrínsecamente ligado a otros muchos: la política, el tipo de sociedad, la ley, los derechos humanos, la religión, la cultura, la identidad del pueblo, la economía y las condiciones del medio natural. En consecuencia, para resolver el problema hace falta un enfoque de conjunto, que tenga en cuenta los intereses de todas las partes implicadas, y no sólo los de una de ellas. Por eso nos hemos mantenido firmes en nuestro compromiso en pro de una política de beneficio mutuo, que nos aproxima a la Vía Media, y hemos realizado esfuerzos sinceros y persistentes para aplicarla desde hace años. Desde el año 2002, mis emisarios han mantenido seis encuentros con los responsables de la República Popular de China para tratar una serie de importantes problemas. Estas largas conversaciones sirvieron para aclarar algunas de sus dudas y nos brindaron la posibilidad de explicarles nuestras aspiraciones; sin embargo, en lo concerniente al problema fundamental, no ha habido ningún resultado concreto. Y en el transcurso de estos últimos años, en el Tíbet han aumentado la represión y la brutalidad. Pero, a pesar de estos desgraciados acontecimientos, conservo intactos mi determinación y mi compromiso por seguir la política de la Vía Media y proseguir el diálogo con el Gobierno chino.
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