Una magistral versión de las últimas grandes leyendas de la Edad Heroica.
Escrita con frescura y energía, ésta es la historia de Helena y del juicio de Paris; de la reunión de los héroes y del sitio de Troya; de Aquiles y su vulnerable talón, criado con miel salvaje y médula de león por un centauro; de Odiseo, el último de los héroes, y de su ardid del Caballo de Madera y de las muchas aventuras en su largo viaje de regreso a Grecia.
La afición a mitos y leyendas de Roger Lancelyn Green (1918-1987) floreció durante sus años de estudiante en la universidad de Oxford, donde se enriqueció con una duradera pasión por Grecia y su cultura. Visitó ese país por primera vez en un crucero en 1937, y volvió a él año tras año siempre que pudo, hasta poco antes de morir. También le fascinaban las obras de teatro griegas y su reelaboración de los mitos antiguos. Con esta mezcla de intereses, era inevitable que acabara por ofrecer su propia versión de los relatos clásicos. A partir de 1946 publicó un gran número de libros: biografías de sus autores favoritos, relatos originales para niños y unos cincuenta volúmenes con su personal visión de las leyendas tradicionales, como la de El rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda (Siruela, 1996).
LAS TRES EDADES
Y DIJO LA ESFINGE:
SE MUEVE A CUATRO PATAS
POR LA MAÑANA,
CAMINA ERGUIDO
AL MEDIODÍA
Y UTILIZA TRES PIES
AL ATARDECER.
¿QUÉ COSA ES?
Y EDIPO RESPONDIÓ:
EL HOMBRE.
Roger Lancelyn Green
La historia de Troya
ePUB v1.0
J.M.V.15.12.13
Título original: The Tale of Troy
Traducción de José Sánchez Compañy
Ilustraciones de Pauline Baynes
Las Tres Edades Ediciones Siruela
Colección dirigida por Michi Strausfeld
Diseño gráfico: Gloria Gauger
© Roger Lancelyn Green, 1958
First published by Penguin Books Ltd, UK, 1958
© De la traducción, José Sánchez Company
© Ediciones Siruela; S. 2006
Printed and made in Spain
ePub base v2.0
NOTA DEL AUTOR
La historia de Troya es la secuela natural de los Relatos de los héroes griegos, aunque el texto resulta completo en sí mismo. De hecho se trata de la última gran saga de la Edad Heroica, la culminación de los mitos y leyendas que la antecedieron y el preludio a la historia real de Grecia, de la misma forma que la Iliada y la Odisea, los primeros y más grandes poemas supervivientes de la Grecia antigua, constituyen el punto de partida de toda la literatura griega posterior.
Las diferentes partes que constituyen la historia de Troya han sido contadas con anterioridad de una forma o de otra, pero normalmente no son sino simples versiones de la Iliada o de la Odisea, como la de Charles Lamb en Las aventuras de Ulises, o la de A. J. Church en La Iliada de los niños. Los libros de narraciones de mitos y leyendas griegos añaden de vez en cuando uno o dos incidentes del resto del ciclo troyano, como la historia del Caballo de Madera, que forma parte de cualquier versión de la Eneida, de Virgilio. Pero la saga completa, en su conjunto, rara vez se ha incluido en una única obra. Quizás la versión más notable sea la que Andrew Lang recogió hace cincuenta años en su Relatos de Troya y Grecia, aunque la versión de la Guerra de Troya que allí se ofrece se centra más en Odiseo, recreándose en sus hazañas y pasando por alto episodios importantes para la comprensión del ciclo en su conjunto.
Lang basó su historia en las fuentes obvias: la Iliada, la Odisea y las Posthoméricas, de Quinto de Esmirna, aunque admitió en una carta a su hermano que no había tenido escrúpulo en añadir lo que le pareció conveniente para rellenar las lagunas del relato.
Estos tres poemas también han sido mis principales fuentes. Pero me he negado firmemente a tomarme libertad alguna con mis autoridades; dándose el caso además de que yo no había leído la versión de Lang y que no lo hice hasta haber concluido la mía. Dado que mi texto se ocupa de la saga de Troya en su totalidad, he lanzado mi red mucho más lejos de lo que Lang jamás se propuso, incluyendo desde fragmentos y resúmenes perdidos del Ciclo Epico, hasta poemas narrativos menores de Coluto y Trifiodoro; desde obras como el Áyax o el Filoctetes de Sófocles, la Orestiada de Esquilo y más de una decena de Eurípides, hasta la muerte de Castor y Pólux según la describe Teócrito, o la tragedia de Corito en la pluma de Partenio. Pero una lista completa de mis fuentes resultaría tediosa y fuera de lugar. No obstante quiero resaltar que he jugado limpio con ellas: hasta donde yo sé no he falseado ni añadido un solo detalle, ni alterado ninguna leyenda, aunque a veces haya omitido algo o rebajado el tono cuando me ha parecido conveniente.
A esta afirmación debo añadir la confesión de la única variación consciente que me he permitido, he sugerido (sin basarme en autoridad alguna) que Helena y Menelao se separaron volviendo de Troya, lo que posibilitó que ella estuviera en Egipto antes de que él llegara. Esta variación facilita la introducción de los sucesos descritos por Eurípides en su Helena, sin tener que recurrir al «éidolon» o historia de la doble Helena propuesta por Estesicoro.
Aparte de una referencia a la historia medieval de Troilo, para este libro me he atenido por completo a autoridades clásicas. De hecho dispongo de fuentes griegas antiguas para todos los episodios salvo para los viajes de Eneas que, excepto en un par de detalles referidos a la caída de Troya, se basan en la Eneida. He resistido el impulso de recurrir a El deseo del mundo, el hermoso y conmovedor romance escrito en 1890 por Rider Haggard y Andrew Lang como secuela a la Odisea, que mejora los insatisfactorios resúmenes que hicieron Proclo y Apolodoro de las últimas aventuras y la muerte de Odiseo, que es todo lo que ha llegado hasta nosotros. Pero recomiendo encarecidamente este libro a mis lectores.
A día de hoy es innecesario hacer más comentario sobre el uso de los nombres griegos correctos de los Dioses y los Héroes de la Antigua Grecia. He añadido una lista de los equivalentes griegos y romanos. En deferencia a la tradición literaria general he utilizado la transcripción latinizada, tal como Febo Apolo por Feibo Apolo, y Circe por Kirke. He recurrido a la forma latina, Áyax, para el hijo de Telamón simplemente para distinguirlo de Aias, el hijo de Oileo, y he preferido recurrir a variaciones universalmente reconocidas como Príamo, Hécuba y Helena, en lugar de las griegas Príamos, Hékabe y Helen. Mas a Ulises me opongo rotundamente: es tan diferente de Odiseo como Júpiter y Juno lo son de Zeus y Hera. Los nombres romanos evocan fácilmente las artificiosas convenciones de la literatura épica de Virgilio, Ovidio y su tradición latina. Los auténticos nombres griegos nos abren de par en par las contraventanas mágicas. De su mano entramos directamente en la Edad Heroica, en la mañana brumosa y radiante de la leyenda y la literatura.
Escucha, como el océano en una playa del poniente, el fragor y el trueno de la