Mundo y espacio en Schmitt y Heidegger.
Una aproximación
Jorge E. Dotti
No tiene nada que ver.
La dialéctica cotidiana de Manuel Cruz
«Quietar l’intelletto»: Urbano VIII y Galileo.
Cosmología, astrología y omnipotencia divina
Vida infinita.
El imposible intento orteguiano de una filosofía de la vida
al margen de la condición mortal del hombre
Agradecimientos y presentación
Los homenajes académicos no tienen una tradición muy arraigada en el ámbito hispanohablante. Probablemente no se deba achacar esto tanto a nuestro supuesto vicio de la envidia como a cierta debilidad histórica de nuestras instituciones universitarias. Si la premisa es cierta, junto al deseo de tributar un homenaje a Manuel Cruz, estaría la voluntad de contribuir a aminorar esa debilidad, con la convicción de que la vida cultural y académica se fortalece y densifica con el reconocimiento.
Ese es precisamente el sentido de un homenaje, añadir al acto pasivo de adquirir saber (conocimiento) una voluntad activa (re-conocimiento), subrayar que la teoría no es nada sin la práctica, sin esa faceta ético-política que reside en la transmisión de experiencia en la enseñanza misma, en la colaboración y el diálogo, que, además, conforman una amistad (como muy bien pone de manifiesto la introducción de Emilio Lledó) y dan sentido a la vida misma del pensador. Vivir para pensar. Pensar con. Como ya señalara Kant en sus reflexiones sobre antropología, la compañía es indispensable para el pensador. Más aún, en estos momentos en los que tanto se habla de crisis de la cultura, hay que saber más que nunca elegir compañía en el pasado y entre nuestros coetáneos. Parafraseando a H. Arendt, la humanidad no existe en abstracto, sino en los juicios; al juzgar y al comunicar elegimos compañías y expresamos preferencias; formamos un círculo de amigos entre los contemporáneos e incluso entre nuestros antecesores.
Así pues, el recordatorio que aquí proponemos es muy distinto de las conmemoraciones criticadas por el propio Cruz y que terminan convirtiéndose en una plúmbea repetición de un pensamiento único que aplasta como una losa toda posibilidad de creatividad humana. Lo que aquí se presenta es el resultado plural de un ejercicio de amistad filosófica, los diferentes tributos que distintas personas y en distintos lugares han querido confeccionar pasando de nuevo por el corazón (re-cordando) las enseñanzas, los aprendizajes o las discusiones que un día compartieron –o que siguen compartiendo– con el homenajeado, con motivo de su sexagésimo aniversario.
El libro es, en este sentido, la caja común en que cada uno ha metido su regalo de cumpleaños y que los editores, esperamos que con buen juicio, hemos repartido en distintos bloques de textos en torno a lo que nos parece que han sido y son los ámbitos generales de reflexión de Manuel Cruz en su prolífica actividad intelectual:
1. El significado de la filosofía y el papel del filósofo: en qué repara el filósofo.
2. La filosofía de la historia, la cuestión del tiempo y la memoria: la comprensión del pasado.
3. La política, la responsabilidad. Pensador de la actualidad: la dificultad de vivir juntos.
4. La acción, el sujeto: tiempo de subjetividad.
La cinta que envuelve el regalo, como colofón, es esa entrevista realizada por Ramón del Castillo en la que se reconoce al filósofo haciendo memoria de su propio proceso.
Con todo, más que un hilo conductor, hay un elemento que se repite en todas las secciones, aunque sea con sentidos y perspectivas diferentes: la idea de «tiempo». Desde ese tiempo que le ha tocado vivir al filósofo –y que le permitirá reparar en unas cosas más bien que en otras–, ese tiempo que transcurre y que nos aboca a separar el tiempo pasado –del que hacemos memoria– del tiempo presente –que nos dificulta la convivencia y nos hace comprometernos. Hasta ese tiempo subjetivo, que el sujeto convierte en activo: es el propio pensador Cruz quien marca los tiempos en esa vida que se piensa, en ese pensamiento que se vive. El tiempo que confiere unidad a lo plural sin traicionar la diversidad. Ese tiempo que ha permitido que nos conociéramos, en torno a Manuel Cruz, los promotores de este libro, que también hemos ido estrechando nuestra colaboración a lo largo de un proceso en el que decidimos hacer un alto, pararnos a reflexionar más allá de las tareas cotidianas de la investigación y la docencia, buscando esta confluencia espacial que tan bien nos permite conjugar los tiempos, haciendo verbo del concepto amistad, confiriéndole valor.
No queremos concluir sin mostrar gratitud ante todo a quienes han participado en la confección de esta colección de ensayos, que, como toda colección, es contingente, en la medida en que muchos otros que quisieran haber escrito no pudieron llegar a hacerlo por múltiples razones. También agradecemos especialmente a Santiago Zabala su colaboración, al Círculo de Bellas Artes y a la revista Minerva por facilitarnos la labor, a la Fundación Paideia por su preciosa ayuda en hacer posible que este volumen vea la luz y a Javier Fernández Catalán, Irene Gómez Franco, Ricardo Gutiérrez Aguilar, Rocío Orsi y Paula Zoido, traductores de varios capítulos originalmente en inglés o italiano. Last but not least , agradecemos a Herder Editorial su apoyo.