Bertrand Russell (Gales, 1872-1970) fue un filósofo, matemático y escritor británico, galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1950, cuyo énfasis en el análisis lógico repercutió sobre el curso de la filosofía del siglo xx. En el plano político, se distinguió por sus tendencias pacifistas, que en más de una ocasión le costaron la cárcel, y sus ideas contrarias a la religión. Entre 1910 y 1913 escribió Principia mathematica , su obra más importante. Otras obras destacadas de Russell son: El ABC de la relatividad (1925), Educación y orden social (1932), Historia de la filosofía occidental (1945), Mi desarrollo filosófico (1959), Crímenes de guerra en Vietnam y La autobiografía de Bertrand Russell en tres volúmenes (1967-1969).
PRÓLOGO
Bertrand Russell ha sido, además de un importante lógico y filósofo, uno de los mejores ensayistas del siglo XX . Pocos pensadores han escrito con tanta claridad y elegancia como él. No en vano recibió el premio Nobel de Literatura en 1950. Sus libros populares, como el presente de E NSAYOS SOBRE EDUCACIÓN , no necesitan introducción alguna que los aclare, pues ya están escritos en una prosa diáfana y accesible. Por eso la misión del presente prólogo no es tanto aclarar o resumir lo que dice el texto, sino más bien ponerlo en el contexto de la vida y la obra de su autor. Para ello nos fijaremos sobre todo en los años 1919-1934, en que estuvo especialmente interesado y ocupado en la teoría y la práctica de la educación.
I NFANCIA Y JUVENTUD
Bertrand Russell nació el 18 de mayo de 1872 en Ravenscroft (en el sur de Gales) en el seno de una familia aristocrática de tradición política liberal y progresista. La madre de Bertrand murió en 1874, y su padre, dos años después. Ambos eran ateos y racionalistas, amigos y discípulos de John Stuart Mill, y dispusieron que sus hijos fueran educados por tutores de sus mismas ideas. La infancia y adolescencia de Bertrand Russell fueron muy solitarias. Al contrario que su hermano Frank, Bertrand no fue enviado a la escuela. Fue educado en casa de su abuela por gobernantas alemanas y suizas y por preceptores particulares, lo que le permitió dominar desde el principio el alemán, el francés y el italiano, además del inglés. Pronto abandonó las ideas religiosas de la abuela. Era un niño melancólico, y el ambiente serio y exigente de la casa de la abuela y la falta de contacto con otros infantes de su edad contribuían a su melancolía. De todos modos, su infancia no fue del todo triste. Entre sus alegrías destaca su primer contacto con las matemáticas, a las que más tarde se dedicaría con éxito y ardor.
Puesto que las matemáticas eran su principal interés y la Universidad de Cambridge era la mejor en esta materia, se decidió que trataría de ingresar en ella. En casa de su abuela, Bertrand había recibido una buena formación particular en lenguas vivas y ciencias, pero para poder matricularse en Cambridge tenía que perfeccionar su latín y su griego. Por ello, a los diecisiete años se trasladó a Old Southgate para preparar los exámenes de ingreso a dicha universidad en una escuela (crammer) a la que acudían los interesados en entrar en la Academia Militar. Allí encontró compañeros, pero no los que esperaba, pues resultaron ser demasiado rudos, violentos y groseros para el carácter tímido, delicado y sutil del joven Bertrand. «Me sentía profundamente desdichado —escribe Russell—. Había un sendero que llevaba a New Southgate a través de los campos, y solía ir allí solo para contemplar la puesta de sol y pensar en el suicidio. No me suicidé, sin embargo, porque deseaba saber más matemáticas.»
Algo más tarde, en 1890, ingresó Russell en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. A partir de ese momento, todo cambió y sus años universitarios fueron felices. «Cambridge me abrió un nuevo mundo de delicia infinita.» Alfred N. Whitehead, que lo había examinado de ingreso, se percató de su gran inteligencia y lo puso en contacto con los alumnos más brillantes. Pronto fue admitido en el círculo exclusivo de «los Apóstoles», un grupo de estudiantes especialmente inteligentes y curiosos, que se reunían todos los sábados por la tarde en la habitación de uno de ellos a discutir con rigor y sin prejuicios sobre todo lo divino y lo humano, discusión que continuaba el domingo después de desayunar, en un largo paseo que ocupaba toda la jornada. También George Moore y John McTaggart formaban parte del grupo. En aquella época la universidad inglesa no estaba todavía sometida a las presiones profesionales que hoy la dominan, y los estudiantes más despiertos, además de estudiar sus especialidades respectivas (por ejemplo, matemáticas), podían permitirse el lujo de leer y discutir ampliamente sobre filosofía, política, religión, arte, etc. En realidad, esos estudiantes que se dedicaban a las matemáticas por la mañana y discutían temás filosóficos por la tarde realizaban el ideal platónico de formación intelectual. Sus discusiones casi constituían —en palabras de Whitehead— un diálogo platónico diario. Russell se graduó en matemáticas en 1893 y en filosofía en 1894.
La adolescencia de Bertrand había transcurrido en soledad y sin contacto ninguno con el otro sexo. Cuando finalmente abandonó la casa de su abuela, a los 17 años, conoció a una familia de cuáqueros norteamericanos, procedentes de Filadelfia, y se enamoró ardientemente de la hija menor, Alys Pearsall Smith, que desde el principio lo fascinó con su belleza e inteligencia. Su abuela, Lady Russell, consiguió que durante esos meses Bertrand fuera destinado a la Embajada británica en París, esperando que se le pasara el enamoramiento, pero no fue así. En cuanto regresó a Inglaterra, Bertrand se casó con Alys en una ceremonia cuáquera en Londres, en diciembre de 1894. Alys sería la primera de sus cuatro esposas.
Poco después, a comienzos de 1895, Bertrand Russell y su mujer emprendieron un largo viaje por Europa continental, incluyendo tres meses de estancia en Berlín, donde estudió economía, y excursiones por Italia. Russell fue feliz con Alys hasta 1901, cuando descubrió que ya no estaba enamorado de ella. A partir de entonces su convivencia fue un infierno.
Entre 1897 y 1913 Russell prestó un especial interés a las matemáticas y a su fundamentación lógica. Expuso su primera filosofía de estas cuestiones en The Principles of Mathematics (Los principios de la matemática), publicado en 1903. Se trataba de una versión del logicismo, en el que la matemática se reducía a la lógica y los números naturales se concebían como clases biyectables entre sí. De hecho, varias de sus tesis habían sido anticipadas por Frege, sin que él lo supiera. En cuanto se dio cuenta de ello, lo reconoció públicamente y en realidad fue él quien dio a conocer a Frege. De todos modos, tanto su sistema como el de Frege quedaron seriamente afectados por su descubrimiento de la paradoja de Russell (la clase de todas las clases que no son elementos de sí mismas, ¿es elemento de sí misma?), síntoma del carácter insatisfactorio de la noción ingenua de clase que ellos habían manejado. Russell logró superar la paradoja mediante el desarrollo de la teoría de los tipos. Y, en los tres volúmenes de Principia Mathematica (1910-1913), escritos en colaboración con Alfred Whitehead, ofreció la más extensa e influyente presentación logicista de la matemática. Cuando acabó esta magna obra, quedó exhausto por el esfuerzo, y ya nunca más hizo contribuciones creativas a la lógica. Su interés se desplazó a los temas sociales y políticos.
En el prólogo a su autobiografía, Russell afirmó que «tres pasiones, simples pero abrumadoramente fuertes, han gobernado mi vida: el anhelo de amor, la búsqueda del conocimiento y la insoportable piedad por los sufrimientos de la humanidad. Estas pasiones, como grandes vientos, me han llevado caprichosamente de acá para allá sobre un océano de angustia, llegando al límite mismo de la desesperación». Si en la etapa de 1897-1913 la pasión predominante había sido la búsqueda del conocimiento, en la siguiente predominaría la piedad por los sufrimientos de la humanidad.