Advierte que es desatino / siendo de vidrio el tejado, / tomar piedras en la mano / para tirar al vecino.
Se dice que alguien «tiene tejado de vidrio» cuando no es el más indicado para criticar o proponer una solución, ya sea por su conducta contradictoria o por otros desempeños que van en el sentido opuesto a lo que se busca. Por ejemplo, tú mejor ni hables, porque «tienes tejado de vidrio». Son acepciones alternativas a la frase «el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra».
Chile se ha convertido en una larga y angosta faja de tierra con tejado de vidrio. A todo nivel, no solo en la clase política. Parafraseando a nuestra gran Violeta: «Al medio de Alameda de las Delicias, Chile limita al centro de la injusticia…», de la desconfianza y con gran frecuencia de la hipocresía.
De esta manera, el «tejado de vidrio» en el título no solo se aplica por el sentido del refrán, sino también porque ya tocamos «tejado» o «techo». Esto es, porque no podremos seguir creciendo y desarrollándonos en un sentido ético y socioeconómico a menos que destruyamos el «tejado de vidrio», elevemos la mirada y soñemos entre todos una república más sólida. En su fundación está la reconstrucción de la confianza en Chile, no solo en las élites, sino entre todos.
Hay maneras de hacerlo… todavía. La siguiente es mi propuesta política y cultural.
PRÓLOGO
Chile ha crecido notablemente durante las últimas décadas, pero este crecimiento ha sido disparejo. Se ha concentrado más bien en lo económico, no ha avanzado al mismo ritmo en equidad, en justicia, en meritocracia o en cultura, provocando así un desquiciamiento y una desazón social. Basta andar por el centro de cualquier ciudad de Chile para constatar que, si bien como país tenemos más riquezas, no somos más felices.
En las manifestaciones estudiantiles de 2006 y especialmente en las de 2011 comenzó a exteriorizarse este malestar en la sociedad chilena, aflorando cada cierto tiempo por cualquier circunstancia y de diversas formas. Hasta que a partir de enero de 2015, por los casos Penta, Caval y Soquimich, de alguna manera la inquietud reventó y aún meses después sigue su onda expansiva quebrando «tejados de vidrios», incluso más allá de los casos más bullados. Esto ha reforzado el ambiente enrarecido de sospecha y desconfianza que por años se ha ido incubando en la sociedad chilena.
Los chilenos estamos viviendo una aparente aporía: queremos que se rompan todos los «tejados de vidrio» que amparan a algunos y sirven de tope para el crecimiento de todos, pero no sabemos cuándo terminará la «quebrazón de vidrios» y cómo al culminar esta quebrazón podremos empezar a construir una sociedad que nos cobije y aglutine a todos y nos haga soñar una etapa nueva para el país.
Este libro es un oportuno aporte para que los chilenos dimensionemos la hondura del problema y transformemos el pesimismo y las quejas al voleo en conciencia de las responsabilidades que cada uno tiene para salir de la aporía nacional. Qué actitudes y hábitos de cada uno y de nuestra sociedad deben cambiar, y qué les vamos a exigir a las autoridades actuales y las que elijamos.
Mario Waissbluth hace muchos años que con justicia se ha ganado un lugar en la sociedad chilena, muchas veces enceguecida por la ideología del mercado, advirtiéndonos de las flaquezas de una educación mal enfocada que no nos está formando como personas ni como ciudadanos. Con la franqueza y pasión que caracterizan a Mario, en este ensayo entrega datos duros de la realidad, hace interesantes propuestas a los problemas, presenta nuestras debilidades sociales, contrasta situaciones y así nos ayuda a ir vislumbrando las cosas que debemos cambiar, los pasos posibles y concretos para construir un tejado firme que nos proteja a todos y que no sea un límite a quienes sueñan en grande.
No todos tenemos el mismo grado de responsabilidad, pero todos tenemos y hemos ayudado a construir este «tejado de vidrio» que nos mantuvo obnubilados y que ahora se nos quiebra, no como algo malo sino como una bendición para Chile. Los invito a leer reflexivamente, no a la defensiva, a subrayar y compartir con otros lo que se ha destacado de cada capítulo para que juntos vayamos transformando el alegato en propuesta, el desánimo en esperanza y la rabia en alegría.
FELIPE BERRÍOS
La Chimba, Antofagasta, agosto de 2015
INTRODUCCIÓN
El dique del resentimiento ciudadano comenzó a perforarse en 2006 con la «revolución de los pingüinos», y en escala más masiva en 2011. En el día más álgido de ese año, en todo Chile llegaron a marchar por diversas ciudades cerca de ochocientas mil personas, no solo estudiantes, sino también sus padres y hermanos, los engañados por La Polar, los frustrados por la inequidad, los que se sintieron estafados por la élite política y económica. El dique terminó de resquebrajarse, creo que irreversiblemente, con los escándalos del año 2015.
Un ejemplo pequeño pero emblemático de la perforación del muro de contención fue el incidente de Pelequén, en 2012. Los vecinos habían resistido durante una década repugnantes olores y plagas de ratones provenientes de una planta de residuos. Esta vez, posiblemente envalentonados por los eventos del año anterior, escogieron tomarse la Ruta 5 en Semana Santa, causando un taco gigantesco. Durante el primer día de movilización hubo trece detenidos y nueve carabineros lesionados. La planta terminó clausurada.
Desde 2012 en adelante ha habido no menos de cuarenta tomas de carreteras o calles por diferentes motivos, sea por malos olores o protestas salariales en la crucial Ruta 5, o en las calles de Santiago por razones políticas, gremiales, vecinales o por las quejas más diversas. La abusiva, deshonesta e ilegal contaminación, con la consecuente protesta, toma de carretera y posterior cierre de la megaplanta de cerdos en Freirina en 2012, fue una señal muy potente de los tiempos que se avecinaban.
Durante 2015, los choferes del Transantiago, de manera inédita, escogieron tomarse una línea del Metro por sus reivindicaciones laborales; los empresarios de la Zofri se tomaron una carretera en protesta por sus bajas ventas; los profesores bloquearon el acceso al aeropuerto de Antofagasta durante su paro. Las tomas universitarias ya son parte del panorama. La toma es hoy el mecanismo de protesta por excelencia. Ya tenemos cacerolazos de protesta —de atemorizantes recuerdos— por la delincuencia en barrios altos y medios. La Araucanía está reincendiada una vez más, como ha ocurrido con cierta regularidad en los últimos cuatrocientos años.
En estos últimos cuatro años también se ha producido, como consecuencia de la catarsis, una verdadera catarata de aportes, análisis, libros, columnas, reportajes y denuncias por parte de centenares de intelectuales, académicos, columnistas, participantes en las redes sociales y, sobre todo, periodistas de investigación que ayudaron a destapar la olla; a mostrar, denunciar y analizar el tejado de vidrio político, económico y cultural del país. Espontáneo, y no organizado por una «mano invisible», ha sido un esfuerzo colectivo monumental y magnífico.
A todas estas personas de diferentes inclinaciones políticas, que constituyen una nueva reserva intelectual y moral de Chile, les debemos nuestro agradecimiento.
Buena parte de mi trabajo para escribir este ensayo, entre abril y julio de 2015, fue invertido en leer sus contribuciones. Obviamente, no lo logré por completo, y debo disculparme si omití más de algún aporte relevante. Con sus citas, debidamente salpicadas y entrecomilladas en este escrito, se me facilitó el esfuerzo. No se trata de un texto académico. Por ende, no está plagado de pies de página ni de citas bibliográficas. Sin embargo, he cuidado en cada caso poner suficiente información como para que una rápida búsqueda en internet permita al lector acucioso encontrar la referencia pertinente.